El Tenerife destituye por sorpresa a uno de sus símbolos para salvar la categoría en el penúltimo partido, y pone en marcha el proyecto 19/20 con tres entrenadores en los primeros seis meses
El envoltorio de 2019 no presenta señales distintas en la realidad del Tenerife de este tiempo, pero a diferencia de los ejercicios anteriores, este año deja como víctima colateral una figura de indiscutible relieve en la historia reciente del club. José Luis Oltra luchó durante cinco meses por estabilizar la marcha deportiva del equipo y, aún dentro del objetivo, o sea, estando fuera de la zona de descenso, fue destituido. A solo cuatro semanas del final del curso (el 13 de mayo) el club decidió, con nocturnidad y por sorpresa, la sustitución. En realidad, su despido solo fue otra brazada agónica hacia la orilla de otra sufrida permanencia en una travesía marcada por el error incomprensible en la contratación de Joseba Etxeberria, renovado en el verano de 2018 por inercia, a pesar de que en el club no tenía ningún pronunciamiento favorable.
El contrasentido.- Oltra aceptó ponerse al frente de una plantilla creada para un modelo futbolístico a contraestilo con el suyo. Solo tenía a favor la distancia temporal para llevar a cabo una inversión conceptual del juego. Llegó al club en septiembre de 2018, con ocho meses por delante, pero en medio de una realidad que requería medidas urgentes: el Tenerife no había ganado ninguno de sus cinco primeros partidos, tenía tres puntos y corría el riesgo de descolgarse por abajo.
Oltra, recibido con calor y esperanza, dio el paso por afinidad, atraído por la fuerza del vínculo histórico con la entidad y, en especial, con su entorno. Ningún inquilino del banquillo del Heliodoro ha alcanzado en este siglo la categoría de ídolo en la grada, coreado y venerado como lo fue él en 2009 y, en especial, reclamando su presencia cuando el club decidió no renovarle, en 2010. Prescindiendo de estas claves anímicas que muchas veces activan dinámicas pasajeras en el fútbol, pero nunca terminan por ser suficientes, no es posible encontrar un hilo de coherencia en su elección.
Etxeberria hizo un plantel para ganar con un fútbol reactivo, de contrarrestar, a base de forzar errores y explotar espacios; Oltra es justamente lo contrario y de su capacidad como revulsivo también había antecedentes esclarecedores. En 15 años como entrenador, en 10 equipos diferentes, José Luis fue contratado dos veces para revertir la dinámica y en ambas su equipo acabó descendiendo, como ha sucedido después en el Racing de Santander. Los casos precedentes, ignorados en su elección, fueron el Levante (2004/05) y el Almería (2010/11).
Oltra fue cesado a los seis días de conquistar el triunfo en el derbi ante Las Palmas en el Estadio y menos de un mes después de ganar por primera y única vez fuera de casa
Sacrificio insuficiente.- Los meses de Oltra en el banquillo del Heliodoro pusieron a prueba su piel camaleónica como concesión generosa al equipo por el que estaba sacrificando sus principios: jugó con cinco defensas (para amarrar puntos y reflotar al equipo) y en medio del cambio de dibujo, quiso inculcar el de modelo, de manera que sobre los cimientos de una propuesta de fútbol reactivo se pudiera construir, semana a semana, con los mismos elementos, un equipo que propusiera con la pelota. En este 2019 jugó 19 partidos (ganó 5, empató 6 y perdió 7), algunos salpicados de épica de la mano de un Heliodoro volcado con la causa. Así, mantuvo el latido dándole vuelta de manera inverosímil a dos desventajas de 0-2, ante el Alcorcón y frente al Osasuna.
De los refuerzos de enero solo funcionó, y no en el papel de futbolista decisivo, Borja Lasso; el resto pasó de largo sin dejar huella (Racic, Isma López, Coniglio y Mauro Dos Santos). La reforma que acometió Víctor Moreno a mitad de camino, dando salida a Bryan Acosta, Aveldaño, Joao y Chilunda, resultó insustancial. Muy solo, porque en realidad nunca terminó de encontrar feeling con el aludido Víctor Moreno, José Luis fue cesado a los seis días de conquistar el triunfo en el derbi ante Las Palmas en el Estadio y menos de un mes después de ganar por primera y única vez fuera de casa (1-3 en Majadahonda).
Pasajero ocasional.- Con la llegada de Luis César Sampedro, el club buscó más impacto que transformación. Llegó avalado por Moreno, que ya a estas alturas estaba en fase de descrédito en el club y, especialmente, en el vestuario. El Tenerife empezó su miniliga de 4 partidos perdiendo en Elche (3-0) y se salvó ganando al Oviedo y empatando en Lugo. O sea, con lo mínimo, sin ningún cambio estructural ni futbolístico, a trancas y barrancas, casi más aupado por la caída vertiginosa e inesperada del Rayo Majadahonda.
Volver a empezar.- Con la temporada cerrada en vacío para un equipo sin identidad ni proyecto, Moreno tomó la responsabilidad de acabar con la inestabilidad reflejada en las destituciones de Serrano, Etxeberria y el propio Oltra. Los traspasos de Bryan Acosta y Jorge Sáenz abrieron una vía económica para invertir en una plantilla que realmente tuviera la capacidad de competir con los mejores. Volver a empezar. Ocho fichajes (Nahuel, Dani Gómez, Ortolá, Shashoua, Sipcic, Álex Muñoz, Shaq Moore, Álex Bermejo) y nueva orientación futbolística.
La apuesta por Aritz López Garai, con tan poco bagaje como atractiva idea futbolística, duró solo cuatro meses, hasta el 11 de noviembre. Con él, el equipo jugó un fútbol moderno, creativo y dinámico, pero el entrenador no midió el riesgo. Prefirió enfatizar con la esencia de su idea en lugar de matizarla para poder adaptarla con éxito a las limitaciones de la plantilla. Los errores en el inicio del juego empezaron a estropear partidos, a malograr ventajas y a desmontar el crédito del técnico, que terminó marchándose en medio de la peor racha de la historia en el Heliodoro.
Desde agosto, el Tenerife no volvió a lograr ni una sola victoria ante su público. Todavía fuera del descenso, pero ya sin margen (en el puesto 18), un empate en casa ante el Cádiz (líder), escenificó la repetición del guion de cada año, más o menos a la misma altura de temporada. López Garai fue cesado y le sustituyó, en medio de muchas dudas, Sesé Rivero, que volvió a la posición de transitorio cuando, tras ganar en Gijón, dirigió un partido muy deficiente ante el Almería. La tercera apuesta fue Rubén Baraja, que no pudo despedir peor el 2019, con un empate y dos derrotas, la última muy dolorosa ante el colista Deportivo.
La realidad paralela.- Miguel Concepción se presentó en la Junta General Extraordinaria con unas cuentas convincentes. El club ganó 2,5 millones de euros en el ejercicio 2018/19 y rebajó la deuda global en 400.000 euros, para establecerla en poco más de 11 millones, después de asumir un descenso de 100.000 euros en abonos y de un millón en los derechos de televisión, producto de la mala clasificación anterior. Conviene no desligar ambos planos, el de los números azules en el banco y el de las cifras en rojo en el terreno de juego. El flujo de grandes ingresos lo ha activado la venta de futbolistas promocionados en el primer equipo y formados en la cantera (salvo Bryan Acosta). La lectura de esa realidad nos sitúa ante la conclusión de que el Tenerife fabrica futbolistas de nivel suficiente para autogestionar su economía, invertir en crecimiento de infraestructuras y competir sobre el césped. Eso es tan evidente como que, desde 2009, no acierta a redondear un proyecto ganador en Segunda.