Quizás hayan llegado tiempos de modestia

Conviviendo con rinocerontes y cisnes negros, quedan lejos los tiempos en los que pensábamos que el crecimiento económico en Canarias podía proyectarse hasta el infinito

En el año 2007, un matemático de la incertidumbre de la Universidad de Massachusetts de Amherts, Nassim Nicholas Taleb, publicó un libro titulado El Cisne Negro. El impacto de lo altamente improbable. Sorprendentemente, se convirtió en una referencia mundialmente leída y citada, fundamentalmente después de que estallara la crisis financiera del 2008. Tiempo después, en 2016, Michele Wucker, reconocida en 2009 como Young Global Leader of the World Economic Forum y antes, en 2007, Guggenheim Fellow, escribió The Gray Rhino. También en este caso, el libro se convirtió en una referencia obligada. ¿Qué significado tiene este zoo en el que se está convirtiendo el pensamiento estratégico contemporáneo?

Es incontestable que ambas imágenes son poderosas. El cisne negro se refiere a los hechos altamente improbables que producen efectos extraordinarios cuando ocurren. El ejemplo de las hipotecas basura que, ronda rondando, produjo la crisis económica de 2008 es sumamente ilustrativo: todos los analistas financieros concedían una baja probabilidad a un fallo sistémico generado por los problemas de esta clase de hipotecas. Se había despreciado el riesgo al empaquetarlas junto a otros activos financieros, porque los mercados eran sabios y se autocorregían, según decían los especialistas.

El rinoceronte gris se refiere a amenazas que se perciben claramente, pero son grandes, su efecto es general y están tan alejadas en el tiempo, que nadie asume el riesgo de enfrentarlas o simplemente declina la responsabilidad en otros: el ejemplo del cambio climático es suficientemente conocido.

Así que gran parte del debate sobre el futuro consiste hoy en el recuento de los cisnes negros y rinocerontes grises que tenemos en nuestra particular selva, ya sea una empresa, país, región, familia, o cualquier organización. Como ya hizo en el pasado Walt Disney con los dibujos animados, los expertos siguen la moda de humanizar a los animales. Continúa así la estela de infantilización que se está produciendo en gran parte del pensamiento: hay que buscar explicaciones facilitas para que se entiendan las cosas a la primera y, además, de forma divertida ¡qué nadie se aburra con las complejidades, por favor! Así que utilicemos animalitos para visualizar los problemas. Pues bien, sigamos la moda.

Gran parte del debate sobre el futuro consiste hoy en el recuento de los cisnes negros y rinocerontes grises que tenemos en nuestra particular selva, ya sea una empresa, país, región, familia, o cualquier organización

Empecemos con los rinocerontes grises: el crecimiento económico, el desempleo y las finanzas públicas.

Como es bien conocido, la economía de Canarias ha tenido un notable crecimiento económico desde la década de los sesenta del pasado siglo. Además, ese crecimiento de la actividad económica se ha extendido por todas las Islas y comarcas. Dicho de otra forma: no ha sido un crecimiento polarizado, bien al contrario. En ciertas ocasiones, encuentro que los isleños pensamos que esto es normal, pareciera que simplemente viene dado por el orden natural de las cosas. En absoluto. El adolescente que todos los días abre la nevera y encuentra yogurt, no se pregunta cómo ha llegado hasta allí, cree que así debe ser. Mucho menos piensa que en miles de viviendas cercanas los adolescentes no tienen yogurt en la nevera, y en algunas, ni nevera.

Hay rinocerontes a lo lejos

La cuestión no sería problemática en principio si el crecimiento pudiera consolidarse para siempre y no consumiera recursos. El problema es que las bases de crecimiento económico establecidas entonces se están debilitando, así que hay rinocerontes grises en el horizonte, que se ven pequeños a lo lejos, pero que sabemos son enormes y tienen cuernos. Dos perfiles del paquidermo son bien visibles: las tasas decrecientes de crecimiento (entre 1960 y 1969 el crecimiento medio fue del 8,79%; entre el 2010 y el 2019 del 1,06%) y la divergencia de la producción interna per cápita respecto de la economía española y de la Unión Europea (en 2003 el PIB per cápita era el 90% de la media europea; en 2018 era el 69%). Pero hay un tercer perfil que merece atención y que inspira más temor: la imposibilidad de seguir hasta el infinito combinando el crecimiento económico sustentado en aquellas bases con la sostenibilidad ambiental y social. Este sí que es un rinoceronte de los grandes y tiene muy malas pulgas.

Si no queremos hacer como los niños que se tapan la cara con las manos y dicen: “la niña se fue, no está”, debemos enfrentarnos a algunas preguntas clave: ¿Optamos por el decrecimiento económico? ¿O por la economía de estado estacionario? O lo que es lo mismo, ¿Renunciamos al objetivo del crecimiento económico? Esto supone, en todos los casos, abandonar la senda del consumo de bienes como base del bienestar, frenar la inversión privada y, en buena parte, también la pública. Se exige entonces un cambio cultural enorme: menos búsqueda del bienestar material, que está sustentado en recursos finitos del planeta; más bienestar a través de la búsqueda intelectual que utiliza recursos infinitos. En algún momento deberíamos centrarnos en este debate que ya hace años que se produce en relación con determinados conflictos en el territorio, pero que prospera lentamente.

El segundo rinoceronte gris es el desempleo. Enfrentemos de una vez la realidad: la economía de Canarias por mucho que crezca con los fundamentos actuales es incapaz de llegar al pleno empleo. Desde los años sesenta del siglo XX, la tasa de desempleo está lejos del pleno empleo. El caso es que el número de ocupados ha crecido extraordinariamente, baste decir que en 2019 había más del doble de ocupados que en 1980, pero la tasa de desempleo sigue siendo un escándalo. Así que para situar al mercado de trabajo en el pleno empleo deberíamos incrementar el PIB en el 60%. Dos preguntas ¿Es esto posible? ¿Es deseable? La respuesta a las dos preguntas es negativa. Y la alta tasa de desempleo se relaciona con la desigualdad de la renta y la riqueza, otro de los grandes problemas permanentes de las Islas. Al respecto, no estaría mal dedicar un poco de tiempo a pensar sobre la caída de la participación de los salarios en el valor añadido bruto (61,5% en 2000; 57,8% en 2018).

La tercera bestia peligrosa son las finanzas públicas. Como es bien sabido, Canarias tiene unas finanzas generalmente ajustadas a las reglas fijadas por la Unión Europea y España. Es de las pocas comunidades autónomas que se ha mantenido dentro de la disciplina establecida, con muy pocos incumplimientos. Incluso en estos difíciles momentos, no hay déficit excesivo, ni deuda exagerada. Entonces ¿por qué el miedo a la bestia? Por la incertidumbre que se vive en la economía financiera internacional y, en consecuencia, en la política económica.

Poder gastar y no gastar

En primer lugar, no se sabe cuál será la senda de ajuste postcrisis de las finanzas públicas. Seguramente las reglas se rescribirán en el futuro, pero no sabemos nada más de ellas. Como tampoco sabemos cuál será la reacción del BCE ante un posible incremento de la inflación futura.

La Unión Europea, no sin enormes dificultades internas para aunar voluntades, se ha lanzado a una gran operación trasformadora, acudiendo a los mercados financieros, y con el respaldo intelectual del Fondo Monetario Internacional, que ha animado la operación. Reactivar las economías, transformándolas digitalmente y desde la perspectiva de la transición medioambiental, es una operación apasionante, pero que comporta riesgos.

Al tiempo, las organizaciones internacionales, y también España por su cuenta, preparan medidas fiscales orientadas a la equidad de los sistemas y a sesgar los precios relativos de los recursos relacionados con el medio ambiente.

Habrá que estar atentos a las consecuencias para la Hacienda de Canarias de todos estos procesos, porque puede haberlas. ¿Seremos capaces de gastar los recursos Next Generation EU? ¿Vamos a poder gastar los recursos de los programas del Fondo Social Europeo, Fondo de Desarrollo Regional, Fondo de Desarrollo Rural y otras facilidades? ¿Podremos sortear determinadas dificultades que se derivan del impuesto sobre el uso de queroseno en la aviación? ¿Podremos mantener el diferencial de esfuerzo fiscal con la Península? ¿Cómo nos planteamos la sincronía entre el ciclo económico y los recursos del bloque REF? ¿Podemos encajar las ayudas de estado del REF con la homogeneización internacional del impuesto sobre sociedades? ¿Cómo quedará la reforma del sistema de financiación de las comunidades autónomas?

Hagamos recuento ahora de los cisnes negros: los elementos detonantes de los ciclos económicos, la inflación y el impacto de la tecnología.

Un repaso mental por las fases de bajo crecimiento desde los años sesenta del Siglo XX, ofrece un basto panorama de causas. Guerras lejanas, precios de las materias primas, crisis financieras, pandemias, todos son hechos externos que han impactado en el crecimiento económico y el paro de las Islas. Son hechos inesperados, que seguramente los estrategas los consideraban poco probables, pero ocurrieron y tuvieron efectos negativos.

No hace falta ser un lince para saber que en el futuro ocurrirán nuevos hechos sorprendentes para lo malo y para lo bueno. No sabemos cuáles serán, ni cuando se producirán. Y estos hechos sorprendentes tendrán un efecto especialmente relevante en las Islas. La razón es que los pequeños territorios insulares del mundo tienen menos capacidad de adaptación a los impactos negativos externos que los continentales, porque su dimensión, la fractura de su territorio y el alejamiento de los grandes mercados, así lo determina. También tenemos ventajas absolutas, en nuestro caso, el clima, y bien que lo hemos aprovechado.

Resulta sorprendente que expliquemos esto a los continentales de forma convincente, pero cuando hablamos entre nosotros razonamos como si las limitaciones no existieran. Debemos tener claro que las limitaciones existen y son permanentes, por esto debemos ser prudentes, modestos en nuestros proyectos, austeros en las fases de expansión para poder ser atentos con los más vulnerables cuando las cosas vienen mal dadas.

Un segundo cisne negro puede ser la inflación. La suspensión de las reglas fiscales, los programas de ayudas de la UE, la política monetaria del BCE, está montada sobre la confianza en la estabilidad de precios. Sin embargo, la tasa de inflación interanual en la Unión Europea se ha situado en abril en el límite del 2% y en EE.UU en el 4,2%. Tal hecho ha provocado un vuelco en el estómago de los bancos centrales, si bien los responsables de la política monetaria han salido a los medios de comunicación afirmando que se trata de factores coyunturales y que no hay motivos de preocupación. Confiamos en que el incremento de la oferta monetaria no tenga efectos desencadenantes sobre la inflación; pero  a estas alturas del partido, la conjunción de ciertos hechos tales como guerras, escasez extrema o comportamientos estratégicos de los oligopolistas, podrían poner en serias dificultades a las economías en el momento de la recuperación.

El cambio tecnológico

Y por último, un apunte sobre el cambio tecnológico. En las últimas décadas las referencias a los cambios tecnológicos producidos en el ámbito de la robotización y la inteligencia artificial (IA) son elementos clave de la prospectiva. No sabemos hasta dónde llegará el acelerón que se ha producido en estas materias.

Especialmente se debate sobre los efectos en el trabajo. Al respecto, en 2013, C.B. Frey y M. Osborne, profesores de la Universidad de Oxford, publicaron un artículo en el que mantenían que el 47% de los empleos que existirían en EE.UU en 2033 estarían robotizados. Sin embargo, los autores son optimistas, puesto que están convencidos de que, como ocurrió con anteriores revoluciones tecnológicas, se crearán más empleos de los que se destruirán. El debate pues está servido: la academia se ha dividido entre los que han puesto fija la señal de alarma y los que sostienen que todo será para bien. Por cierto, un estudio de la OCDE sobre las regiones más expuestas a las reducciones de empleo motivadas por el cambio tecnológico sitúa a Canarias entre las que tendrán menos impacto.

Un segundo aspecto de este debate se refiere a los empleos que sufrirán los efectos. Parece ya que los empleos en los que se pueden estandarizar las tareas son los más vulnerables a la robotización. Así que estaremos en un proceso de polarización: los menos expuestos son los de dirección y, en el otro polo jerárquico, los que requieren menor formación. Sin embargo, los avances de la IA están haciendo cambiar esta idea, así que parte de los empleos de dirección podrían ser también afectados.

Hoy nuestra economía canaria está seriamente comprometida. En 2020 hemos perdido el 20% de la actividad económica de 2019. Tenemos el 25% de personas que quieren trabajar y no encuentran empleo. Y 84 mil trabajadores en ERTE pendientes de la recuperación de la economía. Pero no es la primera vez que la economía de Canarias se encuentra en situación de alarma. Son tantas y tantas veces las que se han vivido tales circunstancias y siempre se ha buscado la vía adecuada a la recuperación. Claro que nadie podría afirmar que en esta ocasión también la recuperación se producirá “inevitablemente”.

Desde un presente comprometido, la cultura, entendida como el cúmulo de conocimientos que nos permiten entender el mundo que nos rodea —empezando por entendernos individualmente—, nos dotará de los recursos para cometer los menores errores posibles. La cultura no garantiza el acierto en las decisiones, pero es imperdonable que cometamos errores por desconocimiento del estado de las artes en el mundo. Por esto, la acumulación constante de conocimiento es la mejor inversión pensando en el futuro. Así pues, la cultura no es un lujo, es lo más necesario.

Conviviendo con rinocerontes y cisnes negros, quedan lejos los tiempos en los que pensábamos que el crecimiento económico podía proyectarse hasta el infinito en un planeta finito y unas islas limitadas. Quizás hayan llegado tiempos de modestia.

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