Sin comercio local no hay vida en las ciudades

La pandemia sorprende al sector comercial canario, necesitado de adaptarse para sobrevivir a un contexto que daña tanto el consumo local como el turístico

Canarias, desde sus orígenes, ha estado marcada por su estratégica situación geográfica, al ser un nexo de unión entre tres continentes. Como consecuencia de esa ubicación estratégica, se ha desarrollado una importante actividad comercial, donde confluían múltiples negocios y sobre todo un sector floreciente como el comercio.

Durante mediados del siglo pasado, esa actividad comercial se vio acrecentada con la llegada del turismo (el denominado turismo peninsular), que aprovechaba las ventajas de los puertos francos para adquirir los productos a un precio inferior que en la Península, al tiempo que disfrutaban del sol y las playas de Canarias. Con la entrada de España en la Comunidad Europea y la desaparición del los Puertos Francos, el comercio se tuvo que adaptar a los nuevos tiempos y evolucionó hacia la nueva situación que se generaba, y con el crecimiento del turismo se fue adaptando a esa nueva clientela.

Esa adaptación del comercio a las nuevas situaciones no ha dejado de evolucionar a lo largo de los años, y una muestra de ello es el importante papel que el sector comercial juega actualmente en la economía canaria, donde representa el 16% del PIB y da empleo al 20% de la población ocupada y representa el 22% de las empresas activas.

Ese papel importante del comercio se ha visto recientemente a raíz de la pandemia del Covid-19 y la declaración del estado de alarma, donde a raíz del confinamiento el comercio ha jugado un papel de ayuda y servicio a la comunidad, suministrando y sirviendo a domicilio a las familias confinadas aquellos productos y servicios que necesitaban, demostrando una vez más, como ha sido a lo largo de toda la vida, la capacidad de adaptación del comercio a las nuevas realidades.

Los establecimientos que permanecieron abiertos durante el estado de alarma han ofrecido atención preferente a aquellos colectivos con problemas de movilidad, como personas mayores, discapacitados y embarazadas

Es verdad que la afectación al sector ha sido distinta dada la heterogeneidad del mismo; así, aquellas que se denominan de primera necesidad (el sector de la alimentación) han tenido cifras inicialmente positivas en comparación con años anteriores, mientras que aquellas otras menos esenciales han tenido incluso que cerrar sus puertas.

Esta paradoja ha resultado enormemente relevante para el conjunto del comercio, ya que éste se fundamenta en la libertad de elección, donde los consumidores son los que en última instancia deciden sobre un amplio y casi infinito conjunto de aspectos como son los productos, servicios, horarios, momentos de compra, etcétera. En definitiva, todo aquello sobre lo que cualquier empresario fundamenta su negocio.

Estas decisiones de la Administración Pública, sin duda, generan distorsiones en el conjunto del sector, ya que alteran aquellos parámetros sobre los que los empresarios toman decisiones, y por lo tanto, contribuyen a fomentar aquello que en el mundo de los negocios precisamente se trata de evitar, como es la incertidumbre.

A la situación de crisis generalizada, que como consecuencia de las interconexiones existentes ya descritas afectan al comercio urbano, hay que añadir un efecto multiplicador derivado de la imposibilidad a la que enfrentan los comerciantes, incluso aquellos dedicados a esas actividades inicialmente definidas como esenciales, de poder proponer actuaciones como consecuencia de los constantes cambios de criterio de las decisiones gubernamentales. Sin duda, esto está retroalimentando la crisis generalizada a la que asistimos.

Por otro lado, hay que ser consciente que esta crisis es también una crisis de carácter social como consecuencia no sólo de las pérdidas de empleo generalizadas a las que estamos asistiendo, sino también por los cambios que está propiciando en la forma de consumir y decidir de los ciudadanos.

Todas estas circunstancias negativas a las que se está enfrentando el sector comercial canario están contribuyendo a numerosos cierres. Muchos de ellos provienen de aquellos negocios que ya venían sufriendo trayectorias complicadas, y que esta crisis no ha hecho más que acelerarlo, pero también de aquellos otros con positivas perspectivas de futuro que al desaparecer dichas perspectivas no han sido capaces de encontrar alternativas y se han visto abocados al cierre total o parcial de sus actividades.

Una crisis como ninguna antes

Una particularidad de esta crisis, contrariamente a lo sucedido con otras anteriores, ha sido, además, su carácter inesperado e inmediato, circunstancias que impidieron a las empresas del comercio poder prepararse para lo que podría venir, una crisis social y sanitaria, lo que conlleva una alto grado de incertidumbre, de forma que aquellas empresas que disponían de mayores recursos propios y menor apalancamiento se están pudiendo enfrentar en mejores condiciones a ese incierto futuro, incluso manteniendo la actividad sin tener claro el horizonte del negocio.

Como ocurre en todas las crisis, y se pudo ver en la denominada crisis del 2008, esta situación de incertidumbre genera también nuevas oportunidades para aquellos negocios que sepan detectar las necesidades del consumidor y adaptarse a las mismas, con nuevas propuestas.

A lo largo de esta crisis hemos visto y asistido al gran papel que el sector ha jugado como servicio esencial. A pesar de las circunstancias y una situación compleja, los establecimientos que permanecieron abiertos durante el estado de alarma han ofrecido atención preferente a aquellos colectivos con problemas de movilidad, personas mayores, discapacitados, embarazadas, etcétera, proporcionando bien la prioridad en el acceso o con servicios a domicilio específicos para ellos. Los establecimientos de proximidad han realizado desde el comienzo de la crisis sanitaria una función vertebradora y de cohesión social (como hemos dicho anteriormente) que hay que destacar por encima de todo.

En definitiva, desde el comercio canario entendemos que la superación de la actual situación tiene que venir de la colaboración entre las distintas administraciones y el sector. Ahora más que nunca es necesario ir de la mano conjuntamente, desarrollando un plan estratégico en el que se incluyan líneas de reactivación del consumo, mediante la puesta en marcha de los denominados bonos de consumo, por un lado, y por otro, una línea de apoyo a la modernización del sector, mediante ayudas a la digitalización de los comercios, e incentivos fiscales, hasta que se vuelva a una situación de normalidad.

Porque sin el comercio local, no hay vida en las ciudades.

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