Tenerife sigue rezagada

La mayor isla del archipiélago arrastra desde hace años asignaturas pendientes que comprometen su futuro

A comienzos de la década de los ochenta, Gran Canaria superaba en población a  Tenerife, un hito demográficamente hablando, pues desde la incorporación de las Islas a la Corona de Castilla en el siglo XV, la mayor del archipiélago (2.000 kilómetros cuadrados) había sido históricamente la más poblada. 590.000 habitantes se repartirán entonces en sus 31 municipios. Cuarenta años más tarde, Tenerife roza los 930.000 habitantes, 73.000 más que Gran Canaria. La isla ha visto casi doblada su población en este tiempo y eso es algo que sus infraestructuras no han soportado muy bien.

Casi la mitad del territorio de Tenerife está protegido por la ley (Parque Nacional de las Cañadas del Teide, corona forestal, Teno, Anaga, Malpaís de Güímar, Rambla de Castro, Montaña Roja…). O sea, que los tinerfeños, y aquellos que están de visita en la isla (150.000 camas hoteleras y extrahoteleras), desarrollan sus vidas en unos mil kilómetros cuadrados. Hablamos de una densidad de población de casi mil personas por kilómetro, cifras que nos acercarían a Malta o Bangladés y que superarían a las de la confinada Palestina.

En septiembre de 1999, en el primer número del periódico La Opinión de Tenerife, el entonces presidente del Cabildo, Ricardo Melchior, aseguraba que al final de la legislatura –de aquella legislatura– el norte y el sur ya tendrían sus hospitales públicos. Más de veinte años más tarde de aquella promesa, el edificio que se levanta en Icod de los Vinos es, técnicamente hablando, un geriátrico y el de Arona ha comenzado a albergar cirugías ambulatorias hace escaso tiempo.

El retraso en carreteras es ya un mal endémico y no insistiremos, ya que en este Anuario de Canarias es un tema que ya se trata.  No obstante, en este punto debemos decir que muchos de los problemas de movilidad que sufre la Isla tienen que ver con su poblamiento disperso, fruto por un lado de una deficiente planificación urbanística y por el otro reflejo de una tierra de escasos medios, donde muchas familias hicieron una vivienda donde buenamente pudieron: en el borde de un camino vecinal donde un padre o un tío sacrificó un trozo de tierra de cultivo para dejarle a su hijo o sobrino un solar donde poder fabricar. Los que menos tenían edificaron al borde de los barrancos o en los malpaíses pegados al mar, tierras que no eran de nadie y donde los ayuntamientos hacían la vista gorda. Puerto de la Cruz es un buen ejemplo de ello, con un continuo de casas al borde del barranco, desde La Vera a Playa Jardín. La imagen se completa con Punta Brava, un barrio donde se apuntalan calles para que no se vengan abajo por acción de las olas del mar.

Una luz de esperanza se abre ahora con las obras para terminar el anillo insular entre El Tanque y Santiago del Teide. Esta es la única realidad a la que se pueden aferrar los tinerfeños que viven en la vertiente norte de la isla para intentar mejorar sus vidas

Pero estas no son las únicas deficiencias con las que convive un vecino de la isla más poblada de Canarias. Sin marcharnos aún del Puerto de la Cruz, si es usted vecino de la histórica ciudad turística no solo se habrá cansado de esperar a que le solucionen el problema de las colas, también llevará toda su vida escuchando que van a hacer un muelle, un muelle para yates y cruceros. Y un parque marítimo. Solo lo habrá visto en maquetas e infografías. Lo mismo se habrá cansado de esperar que el Taoro vuelva a ser el hotel que fue y que en su día se erigió en el faro que alumbró el despegue del turismo en Canarias. Y se habrá desesperado viendo como la piscina municipal se caía a canchos, totalmente abandonada y nido de ocupas. 

Tendrá usted razones de sobra para denunciar que le tratan como si fuese ciudadano de segunda. Ni autopista en condiciones, ni transporte público en condiciones, ni hospital en condiciones, ni un mísero puerto deportivo…

Esta es la descripción apresurada de una parte de Tenerife, sin duda la más atrasada de la isla, que se queda sin aire porque siempre hay algo más importante que resolver. Una luz de esperanza se abre ahora con las obras para terminar el anillo insular entre El Tanque y Santiago del Teide. Esta es la única realidad a la que se pueden aferrar los tinerfeños que viven en la vertiente norte de la isla para intentar mejorar sus vidas, sobre todo las de aquellos que trabajan en el Sur.

Polígonos industriales

Especialmente preocupante es la situación que atraviesan dos de los principales polígonos industriales ­–lo de industriales es un decir porque son básicamente de almacenamiento de productos y sede de concesionarios de automóviles–, el de La Campana en El Rosario y el de Güímar, ambos con graves problemas de depuración de aguas hasta hace bien poco. Y con grave deterioro de sus zonas comunes. Especialmente llamativo es el caso del segundo, que, en manos de los ayuntamientos de Güímar, Arafo y Candelaria, es el mayor de la isla y el que peor aspecto ofrece.

Otro asunto que no acaba de resolverse en Tenerife es el de la energía. La mayor parte de la electricidad se produce con fueles, altamente contaminantes como se sabe. Mientras en Gran Canaria se camina con paso firme hacia la central de Chira-Soria, planteándose almacenamiento y producción de energía utilizando agua, en el caso de la isla más poblada del archipiélago no hay un plan.

El Colegio de Ingenieros Industriales de Santa Cruz de Tenerife lleva años abogando por elegir sistemas de almacenamiento a través de baterías, pero ningún caso se le ha hecho. Se ha planteado utilizar las hoy abandonadas canteras del Valle de Güímar para un sistema parecido al de Chira-Soria, pero sin caer en la cuenta de que Tenerife es una isla más joven que Gran Canaria y que su terreno no está compactando como si ocurre en aquella.

Gonzalo Piernavieja, coordinador de I+D+i del Instituto Tecnológico de Canarias, a comienzos de 2020 en una charla en la Universidad de La Laguna enviaba algunos mensajes muy claros. “Debemos pensar en almacenar energía e ir hacia la interconexión entre islas para tener un sistema mallado y por lo tanto más robusto, lo que de paso nos permitirá meter más energía en el sistema procedente de las renovables”.  Algo que se decía solo unos meses después del cero energético sufrido por Tenerife en septiembre de 2019 y solo unos meses antes de otro en julio de 2020.

Está muy bien pensar en la energía eólica, sostenible y limpia, pero en Canarias, donde el 50% del territorio está protegido por ley, ya casi no queda suelo para nuevos parques y su futuro pasa por llevarlos al mar, como ya ocurre en Gran Canaria. En aquel mismo foro universitario, Enrique Rodríguez de Azero, presidente de la Asociación Canaria de Energías Renovables, decía sin dudar que “la fotovoltaica es el futuro”.

El PSOE vuelve a mandar

En 2019, Tenerife asistió a un momento histórico, políticamente hablando, cuando Pedro Martín cogía el testigo de Carlos Alonso en la presidencia del Cabildo. El primer presidente socialista en un cuarto de siglo. Desde José Segura Clavel se habían sucedido en el gobierno de la Isla los nacionalistas Adán Martín, Ricardo Melchior y Carlos Alonso. El voto de Ciudadanos fue clave para el cambio. Con un gobierno socialista en La Moncloa y otro en Canarias, parecía abrirse un escenario ideal para una exitosa legislatura. Las asignaturas pendientes de la isla están claras. En un par de años veremos si Tenerife empieza a salir de su letargo. Si Pedro Martín, Ángel Víctor Torres y Sebastián Franquis cortan la cinta del anillo insular se habrán apuntado un tanto y, quién sabe, si habrán empezado a escribir un capítulo nuevo en la vida a las faldas del Teide.

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