Y en esas llegó la pandemia

Sigamos con la tensión, sigamos con la guardia en alto, porque no debemos olvidar en ningún momento lo sustancial, lo importante: la Covid-19 aún está aquí

Estaba atardeciendo, me encontraba en casa leyendo tras una jornada de trabajo relativamente tranquila. De repente, doy un respingo sobresaltado por el estruendo del timbre del teléfono fijo, y es que, con tanto móvil, ya no estoy acostumbrado a ese sonido. Lo descuelgo y escucho la voz de un viejo compañero de batallas por la salud pública, del País Vasco. “Amós, ¿te has enterado de esos casos similares al SARS que se están dando en China?”. Y así comenzó el Rock’n Roll. El eurocentrismo rampante, el pensar que con el nivel de desarrollo que teníamos en Europa era difícil la explosión de una enfermedad transmisible, el creer que tal como había pasado con el SARS-Cov-1 estábamos ante un problema que no traspasaría las fronteras de China, país por otro lado con algunas curiosas costumbres gastronómicas impensables en nuestro ámbito, fueron circunstancias que dificultaron que se atisbara la importancia del problema.

Además, la información suministrada por China no era, digamos, muy fiable. Según la misma, parecía que estábamos ante una gripe. Pero de repente, confinan la región de Wuhan. Y nos empezamos a preocupar. Ya era tarde e Italia comenzaba a sentir en carne propia el drama.

De repente, y todavía con muchas incertidumbres, nos comunican que hay un primer positivo en nuestro país, un turista alemán, que aparece, no en Madrid o en Barcelona, sino en la isla de La Gomera. Un cierto sudor frío, y a ponerse a trabajar. Poca experiencia en el abordaje de estos casos, pero un rigor profesional exquisito por parte de todos, que posibilitó controlar el problema.

Haber padecido el primer caso descrito en el país y el abordaje de ese brote nos dio una gran experiencia, que ayudó a que la primera onda pandémica fuera algo más suave en nuestra tierra

Como era esperable, poco a poco nos van apareciendo casos, y de golpe y porrazo un brote vehiculizado por turistas italianos es detectado en un hotel de lujo en Costa Adeje, lo que en aquel contexto lleva a tomar una decisión difícil, compleja, pero absolutamente necesaria desde el punto de vista epidemiológico. Se confina, palabra con mucho futuro en nuestro país, al hotel con sus turistas y trabajadores. Y se soluciona el problema.

Sin lugar a dudas, el hecho de haber padecido el primer caso descrito en el país y el abordaje de ese brote nos dio una gran experiencia, que ayudó a que la primera onda pandémica fuera algo más suave en nuestra tierra que en el resto del país, aunque la economía se iba desangrando. Y en esas llegó el estado de alarma, y por fin se consiguió  doblar, sería más bien aplanar, la curva.

Tras los duros meses de confinamiento, comenzó lo que se llamó desescalada y llegada a una nueva normalidad. Y quizás se llegó con demasiada alegría a ese estatus. Algunas comunidades autónomas, sin cumplir los indicadores establecidos para pasar de fase, presionaron lo indecible para conseguirlo. Y los territorios que lo cumplían se lanzaron a buscar, emulando a Proust, el tiempo perdido. Aglomeraciones, botellones, reuniones familiares y de amigos, copas y bailes en espacios cerrados con poca ventilación, y todo sin mascarillas, distancia física y poca higiene de mandos. Lógicamente nos llegó una segunda onda, y mucho antes de lo previsto. Y esa segunda onda nos dio de lleno. Comenzamos a tener casos y más casos, eso sí, la mayoría asintomáticos o leves, pero que terminarían transmitiendo el problema a los más vulnerables.

Afortunadamente se hace un análisis epidemiológico sosegado y riguroso de la situación y se toman medidas de manera rápida, lo cual posibilita que la incidencia acumulada fuera bajando de manera clara. Y en esas estamos. Hay que seguir manteniendo medidas, e incluso aumentarlas si es necesario. Sigamos con la tensión, sigamos con la guardia en alto, porque no debemos olvidar en ningún momento lo sustancial, lo importante: seguimos en pandemia.

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