Los grupos parlamentarios de la Cámara han sabido guardar las formas y estar a la altura de unas circunstancias que requieren el empuje de todos
Esta no será una legislatura cualquiera”. Con estas palabras, bien podría parecer que Gustavo Matos se había asomado a lo que sería el mundo tan solo nueve meses después de ese 25 de junio de 2019, el día en el que acababa de ser elegido presidente del Parlamento de Canarias. Y ese fue su primer discurso. Se refería Matos a las particularidades de la Cámara surgida tras las elecciones del mes de mayo: la más numerosa, con 70 escaños; la más plural, al menos en lo que se refiere a número de formaciones -siete grupos parlamentarios- y un sistema electoral distinto. A la necesidad perentoria de desarrollar el recién reformado Estatuto de Autonomía, de adaptar Canarias a los nuevos tiempos y contribuir, decía él, a que nadie se quedara atrás. “No estamos ante una época de cambios, sino ante un cambio de época”, continuaba el premonitorio discurso de Matos. Sanidad, educación, igualdad de oportunidades…, pero también adaptación a una realidad distinta, la que marcaría un enemigo invisible capaz de atravesar el mundo entero en cuestión de días y de tambalear casi hasta quebrar la vida tal y como la conocíamos.
Dicen los (periodistas) más viejos del lugar que en ese Parlamento, tradicionalmente, lo más jugoso está siempre en los pasillos y no tanto dentro del hemiciclo. Yo he tenido la oportunidad de comprobar, también durante esta crisis, que así es. Era pronto para que el común de los mortales atisbara(mos) la magnitud de lo que se venía encima, pero bastaba con observar los corrillos en ese patio adornado con las espirales de Chirino, fijarse en las caras y comentarios de destacados miembros del Gobierno, para darse cuenta de la entidad del problema que se avecinaba. Restaban algunos días para la suspensión de las clases y la declaración del estado de alarma (algo que ocurriría el 13 de marzo). Lo demás, no hace falta que lo relate, porque el lector ya lo conoce.
En este primer año de la X Legislatura, el Parlamento ha cambiado de aspecto y madurado más como institución que si hubiera completado ya los cuatros años de mandato. Le quedan retos en los que la Covid-19 seguirá marcando el paso
Meses antes de que el coronavirus transformara nuestros planes y todo nuestro ser y estar, el edificio de Teobaldo Power se había convertido en un espacio de diálogo, de reflexión, de invitados que disertaban varias veces al mes sobre temas de actualidad. Foro Parlamento lo llamaron. Turismo, Puertos, Igualdad de Género fueron algunos de los temas que dio tiempo a tratar… Siguiendo la estela que había marcado su antecesora en el cargo, Carolina Darias, quien se empeñó en hacer de este un “Parlamento a pie de calle”, el actual presidente ha querido “que las paredes de este tagoror isleño sean de cristal”. Un objetivo que también la Covid-19 frenó en seco. Y que, además de provocar la suspensión de esos diálogos, impidió que las sesiones rutinarias de su acción legislativa pudieran celebrarse.
Por primera vez en la Historia de Canarias, la Diputación Permanente se reunió a través de videoconferencia. Y en pocos días se fraguó una reforma del Reglamento interno de la Cámara, necesaria principalmente para que las votaciones pudieran llevarse a cabo desde una sala anexa o incluso desde el propio salón de la casa de sus señorías, toda vez, recordemos, que no estaba permitido viajar entre islas. Algo, también hay que decirlo, inaudito hasta ese momento. Adaptación tecnológica que ha permitido comparecencias y plenos de manera telemática y que, haciendo números, ha supuesto una inversión, pero también un ahorro de 120.000 euros no abonados por desplazamientos que, tras un acuerdo de la Mesa, fueron donados a varias ONGs que trabajan contra el coronavirus y sus efectos.
Sin Debate de la Nacionalidad
No obstante, esa adaptación tecnológica no ha sido suficiente para que se celebrase una de las citas más importantes para la Cámara legislativa y que, junto al pleno de los Presupuestos, supone uno de los debates más interesantes y generadores de titulares: el Debate del Estado de la Nacionalidad Canaria que, según las normas de funcionamiento interno, debe celebrarse durante el mes de marzo, a excepción de los años de elecciones autonómicas, en los que tendrá que hacerse en febrero. Habría sido, además, el primero del presidente Ángel Víctor Torres.
Mientras todo eso ocurría, y ocurre, en Canarias, la política a nivel nacional se ha llenado de una crispación difícil de digerir y que poco aporta al descrédito que la sociedad siente hacia los poderes públicos. Política de regate corto que sólo busca azuzar a las masas y hacerse hueco en los titulares de cada día y que convierte el Congreso de los Diputados en un ring que, sin embargo, hasta ahora, no ha tenido su reflejo en las Islas. Muy al contrario, los grupos parlamentarios han sabido guardar las formas y estar a la altura de unas circunstancias que requieren el empuje de todos.
La mayoría de ellos ha preferido sumarse, aun con cierto recelo, a ese Pacto de Reactivación Social y Económica planteado por el Gobierno porque el panorama no pinta bonito y la crisis que apuntan los analistas puede ser mucho peor que la de 2008. 30 de mayo fue el día elegido para firmarlo, simbólica fecha en la que también se rindió homenaje en el Parlamento a toda la sociedad isleña, al personal sanitario que se enfrentó infatigable al coronavirus y a las víctimas de la pandemia y sus familiares. Esas por las que la fachada de la sede de la soberanía popular se iluminó de verde y de quienes ni la institución ni ninguno de nosotros se olvida.
En este primer año de la X Legislatura, el Parlamento ha cambiado de aspecto y madurado más como institución que si hubiera completado ya los cuatros años de mandato. Por delante le quedan retos en los que la Covid-19 seguirá marcándole el paso. Necesario será modificar el Presupuesto que se aprobó en diciembre y, probablemente, sacar adelante iniciativas que desahoguen las economías familiares más dañadas y el porvenir de los pequeños autónomos. Retos para los que el decoro y la mano tendida deberán seguir siendo necesarios protagonistas. Veremos si la concordia es posible también después de que el verano no haya supuesto la tregua que todos esperaban y las cifras de contagios se hayan disparado de nuevo ante la pasividad de unos, la falta de reflejos de otros y la insolidaridad de quienes se creen inmortales.