Enfrentarnos a un confinamiento, cuando uno de nuestros pilares es la atención integral en centros de día terapéuticos, fue uno de los retos más complejos de nuestra historia
Para elaborar un resumen de nuestra actividad durante el 2021, tenemos que remontarnos a marzo de 2020. Como otras tantas asociaciones implicadas en la atención sociosanitaria dentro de nuestra comunidad, nos vimos inmersos en un proceso de adaptación constante a una situación nueva para todos. Enfrentarnos a una fase de confinamiento, cuando uno de nuestros pilares en la intervención terapéutica es la intervención grupal en unidades de atención integral y centros de día terapéuticos, fue uno de los retos más complejos que hemos abordado durante nuestra existencia.
No obstante, dicha adaptación fue ágil y rápida, gracias a la implicación tanto de trabajadores, como de la junta directiva y de los propios familiares, que nos ofrecieron flexibilidad en cuanto a horarios y uso de nuevas tecnologías, para facilitar esta labor. Las llamadas de seguimiento continuo, las intervenciones telemáticas (tanto con los propios usuarios como con sus familiares), la realización de actividades on line con nuestros profesionales, etc., rápidamente cobraron un valor fundamental en el intento de mantener lo máximo posible, el estado cognitivo-físico-emocional de nuestros usuarios, así como el bienestar emocional de sus familiares.
Gracias al entrenamiento a través de sesiones individuales de asesoramiento y a los talleres formativos y grupos de apoyo que habitualmente se desarrollan en la entidad, los familiares pudieron poner en práctica estrategias de afrontamiento ante sintomatología psicológica y conductual propia de las demencias, contribuyendo a un mayor mantenimiento de las capacidades de los usuarios.
Fue, aproximadamente, un mes después de iniciado el confinamiento, cuando empezamos a detectar un aumento en la sobrecarga del cuidador y del aumento progresivo de la aparición de trastornos de conducta, así como mayores alteraciones en la movilidad y pérdida de hábitos de sueño y alimentación, posiblemente, asociados en gran medida, a la falta de rutinas del usuario. La explicación a esta situación la encontramos en que los familiares se iban incorporando a sus trabajos, se les iba sumando el agotamiento propio de los cuidados en confinamiento y que empezaban a confrontar su reorganización familiar. Incluso, en este periodo, varias familias tomaron la decisión de solicitar plaza en residencias privadas, cuestión que, como nos comentaron, es probable que no hubieran realizado en condiciones normales, o al menos, se lo hubieran planteado en fases más avanzadas de la enfermedad. Además, la estimulación que consiguen dar los familiares no puede ser igual de intensa de la que consigue un profesional bien formado, por lo que la evolución en el deterioro es más probable. Estas nuevas circunstancias, fueron las que tuvimos que abordar a partir de 2021.
Tras el periodo inmediato al desconfinamiento y durante los primeros meses, la incorporación de usuarios a nuestras actividades fue paulatina, atendiendo a las medidas de prevención que se consideraron oportunas por parte de la administración. Este proceso se prolongó hasta comienzo de 2021, donde comenzamos a abordar una nueva circunstancia… ¿cómo instaurar de nuevo la rutina en nuestro contexto terapéutico externo al domicilio? Para comprender esta nueva etapa, es importante conocer la importancia de la rutina en la persona que pierde autonomía a causa de una demencia. Una persona que experimenta pérdida de funciones cognitivas superiores (atención, memoria, orientación, etc), comienza a presentar déficit en las actividades de la vida diaria (AVD) las cuales, son esenciales en nuestra identidad como seres humanos. Elaborar hábitos y rutinas, fomenta la automatización de conductas y la percepción de control y consecuente seguridad, dentro del contexto donde se encuentre la persona, disminuyendo así la posibilidad de reacciones ansiosas e influyendo positivamente en el bienestar emocional.
Por otro lado, la posibilidad de atender a usuarios fuera del contexto domiciliario y durante un periodo de tiempo significativo de manera diaria, contribuye al respiro familiar de quienes cuidan, favoreciendo así, la conciliación y la flexibilidad socio-laboral que pueda necesitar, lo cual repercute de igual modo, en la salud emocional de la persona.
Del mismo modo, durante el año 2021, hemos logrado reinstaurar las sesiones presenciales de grupos de apoyo para familiares, talleres de estimulación cognitiva (envejecimiento saludable), asesoramiento y apoyo emocional de manera individual para familiares, charlas formativas, sesiones formativas de equipos de trabajo externos a AFATE, etc.
En cierto modo, podemos concluir que, como ha pasado con otras entidades, el 2021 ha sido un año de consolidación de procedimientos terapéuticos que ya teníamos y creación de otros tantos, pero adaptados a la denominada nueva normalidad. No sólo ha sido un aprendizaje a nivel institucional, sino también, a nivel individual y profesional. Hemos tenido que abordar la sintomatología propia de la demencia y el deterioro cognitivo leve (DCL), desde perspectivas diferentes a las habituales, a la vez, que realizar nuestra intervención terapéutica con familiares, contando con la sobrecarga emocional que, en muchos de ellos, aún prevalece de la época del confinamiento y post-confinamiento gradual.