Habría que preguntarse cuándo ha empezado de facto esta legislatura de incendios, pandemias y volcanes
No hay legislatura que se parezca en exceso a la anterior o posterior, cada cuatrienio tiene sus particularidades, curvas, sorpresas, rectas y extravagancias. Con todo, resulta complicado resistirse a la idea de que lo que ha ocurrido de 2019 a esta parte convierten al actual periodo en el más extraordinario de cuantos hayamos vivido, o sufrido.
Si bien el periodo que empezó a moverse a finales de la primera década de este siglo, con la crisis de 2007 y siguientes, colocó a las administraciones, a las empresas y a las economías familias contra las cuerdas de la austeridad, la contención y los ajustes, algo tan inédito como lo fue el confinamiento con su larga sombra de restricciones, libertades suspendidas, aforos, niveles y mascarillas que poco a poco han ido cicatrizando y olvidándose en la memoria elevan la actual legislatura a la categoría del tiempo más extraño de nuestra vida.
En ese contexto, la primera consecuencia ha sido afrontar unas situación jamás vivida o imaginada, improvisando acciones, medidas y decisiones que dieran respuesta a un escenario que parecía no tenerlo, poniendo a la maquinaria pública a trabajar a destajo para plantar cara a una emergencia sin precedentes, llegando tarde en muchos casos, llegando a tiempo en muchos otros, aprendiendo sobre la marcha a convivir con una pandemia que detuvo en seco a la economía, qué decir en Canarias, donde el turismo acampó en un cero del que debemos aprender, sin duda, pero del que cabe sospechar que no aprenderemos porque cuando aviones y hoteles han empezado a llenarse la sombra de una amnesia colectiva parece haber dado un portazo a los cambios que la experiencia de un cero imponen, entre otros, acelerar de una vez por todas otras actividades económicas que en un futuro hipotético nos eviten volver al cero, al vacío que nos genera que el turismo se detenga en seco por culpa de una pandemia u otra catástrofe de cualquier otra naturaleza.
Quiso el destino, y sobre todo las urnas, que una sucesión de acontecimientos extremos, entre los que cabe reseñar la erupción de un volcán, coincidieran en el calendario con un cambio de ciclo en la política autonómica, con Coalición Canarias debutando en la oposición después de treinta años ininterrumpidos en la cabina del poder y con el PSOE ocupando la presidencia de la Comunidad Autónoma.
Habría que preguntarse cuándo ha empezado de facto esta legislatura de incendios, pandemias y volcanes. Habría que pintar una fecha a partir de la que poder hablar de una normalización, del reinicio de un cuatrienio que parecía echar andar, dejando atrás tantas excepcionalidades y estados de emergencia, cuando una guerra a las puertas de Europa volvió a meternos en un escenario donde la anormalidad ganaba otra vez el pulso a la normalidad.
La onda expansiva de la invasión de Ucrania, eco que la economía y la especulación de los de siempre han traducido al lenguaje de la inflación, ha sacudido –y continúa sacudiendo a las economías familiares y a las empresas– con fuerza, abriéndonos una crisis sin tiempo a dar carpetazo a la anterior, sembrando la idea (o la sospecha) de que las crisis lejos de ser algo puntual o coyuntural se consolida como el estado habitual de las cosas de este siglo.
Con las arcas públicas exhaustas para mitigar el impacto que esta sucesión de problemas lleva generando en todos los ámbitos de años a esta parte, vuelve a ser la economía la que marque el día a día y sin duda, será economía –los quebraderos de cabeza y bolsillo que está generando– la que marque las tendencias electorales y, llegado el caso, la que confirme el desgaste del Gobierno de España y de quienes lo comparten en coalición, debilitamiento del que no escaparan los socialistas en las esferas autonómicas y locales.
En Canarias no será diferente, si bien no es menos cierto que el presidente del Ejecutivo regional, Ángel Víctor Torres, llega a la recta final con los sondeos dándole buenas noticias. Torres tira más que su partido, que sus siglas, lo que constituye esa buena noticia para él y los suyos. Claro que estas líneas están siendo escritas en otoño de 2022. Queda un mundo, un camino que se les hará eterno a los socialistas, de aquí a mayo del 2023.
Torres ha consolidado su posición, y parte como favorito para ocupar la presidencia en la siguiente legislatura, por el altísimo grado de conocimiento y la razonablemente buena valoración que cosechó por su papel en los escenarios de excepcionalidad que lo han acompañado desde el primer día. Sin embargo, el presidente del Gobierno canario se enfrentará, durante el último cuatrimestre de 2022 y el primer semestre de 2023 a un día a día diferente. La crisis continuará acompañándolo a la espera de conocer en qué momento la invasión de Ucrania dará con una salida y, en consecuencia, de saber cuándo las secuelas de la guerra en el campo energético y en la economía en su conjunto darán una tregua a los bolsillos y a las cuentas de resultados.
Es enormemente probable que el escenario y los equilibrios de poder del siguiente cuatrienio, a partir de mayo o junio de 2023, cuando los pactos cojan forma, esté muy marcado por lo que pase de septiembre a mayo. De una parte, a Angel Víctor Torres le tocará convivir con la pérdida de apoyos que los sondeos anuncian al PSOE en todo el país, con la consiguiente subida y mejora de las expectativas para un Partido Popular que, relanzado con la llegada de Alberto Núñez Feijóo, parece estar a la caza y captura del centro político que Pedro Sánchez decidió abandonar cuando optó por girar hacia la izquierda.
Los contras de Torres
Al PSOE de Sánchez le está resultado complicado movilizar a sus simpatizantes y votantes más o menos habituales, muchos de los cuales parecen estar adentrándose en el terreno de la apatía cuando no del enfado. ¿Cuántos escaños perderá Angel Víctor Torres, de otoño a primavera, por culpa del arrastre del debilitamiento de Sánchez? Esta será la pregunta que más están repitiendo en las filas del socialismo canario, partido en el que muchas voces han animado al presidente a jugar la carta de un adelanto electoral que Torres no se atrevió finalmente a utilizar.
Torres ha consolidado su posición por el altísimo grado de conocimiento y la razonablemente buena valoración que cosechó por su papel en los escenarios de excepcionalidad que lo han acompañado desde el primer día
El otro hándicap al que se enfrentará el presidente canario tiene que ver con la aparición en escena, después de tantas excepcionalidades, de los balances, las comparativas, los datos y el grado de cumplimiento de los objetivos que anunció en su discurso de investidura. En la medida en que se recupera la normalidad –aunque siga conviviendo con la crisis– Angel Víctor Torres deja atrás su buen papel durante las crisis y tiene por delante un desafío, demostrar con los números en la mano que, citándolo, otra Canarias es posible.
Dijo Torres, y lo siguieron sus socios, que otra Canarias es posible, una diferente a la que ha dejado en herencia Coalición Canaria. El desafío de Torres pasa por demostrar que ha cambiado las cosas y que las ha cambiado a mejor. El examen no será menor, entre otras razones porque con el cambio de ciclo, con Coalición estrenándose en la oposición y el PSOE volviendo a una presidencia del que fue desalojado en 1993, las expectativas de cambio y mejora se situaron muy alto, y saben en el PSOE y en cualquier partido con experiencia de gobierno que cambiar las cosas es algo tan fácil de verbalizar como difícil de materializar.
En buena medida, la legislatura empieza ahora, un reinicio que marcará el éxito o fracaso de cada cuando en mayo abran los colegios electorales. Será de septiembre a mayo cuando se la jueguen quienes aspiran a repetir o pretenden recuperar el poder perdido. Es la hora de la verdad.