Cuando en diciembre de 2020 se administraron las primeras vacunas contra la covid-19 a las personas institucionalizadas en las residencias de mayores, parecía imposible que todo el país alcanzara las cuotas de inoculación registradas. Es fruto del esfuerzo colectivo, haber entendido que, ante una pandemia sin igual, el único camino a seguir es el de la ciencia y guiados por los expertos, tanto los profesionales sanitarios como la población, apostamos por la vacunación de forma mayoritaria; probablemente, ésta sea una lección vertebral de esta pandemia.
Los profesionales del Servicio Canario de la Salud han desempeñado un papel ímprobo durante este año, tanto en la atención a la covid-19 con las sucesivas oleadas que caracerizaron a 2021, como en la atención no covid, y de lo primero que me viene al recuerdo es el desafío que supuso la campaña de vacunación contra el coronavirus, convirtiendo espacios deportivos y sociales como el pabellón Santiago Martín o Infecar en centros masivos de vacunación con capacidad para vacunar diariamente a centenares de personas.
Ya casi olvidamos esos momentos de emoción y tensión a partes iguales, sensaciones y sentimientos compartidos en los que hemos puesto en valor a los sanitarios como nunca antes. La vacunación contra la covid-19 ha sido fundamental también para recuperar la actividad del sistema sanitario a ritmos de prepandemia. La mejoría de los indicadores de ocupación de camas convencionales y de UCI, logrados desde el segundo semestre de 2021, gracias a la protección que confiere la vacunación frente a la gravedad, ha permitido ir recuperando la labor fundamental que caracteriza a los centros hospitalarios. A pesar de las distintas oleadas con las que la variante Omicron tensionó el sistema, no sólo se logró incrementar la actividad quirúrgica por encima de las cifras alcanzadas en 2019 para paliar las listas de espera sino que se ha ido poniendo en marcha nuevas estrategias asistenciales, como en el caso de la Estrategia de Covid Persistente; todo un desafío para el sistema que tiene que dar respuesta a pacientes con una enfermedad nueva y desconocida para la ciencia.
Paralelamente, se ha ido desarrollando otros programas como los oncológicos y los de trasplantes, que no cesaron ni durante los peores momentos de la pandemia, los consolidados y el nuevo, el de corazón que ha ido creciendo hasta superar ya los 50 trasplantes. Esto unido a que en el primer trimestre de 2023 se comenzará en Canarias a hacer el trasplante de pulmón, garantizando de este modo la equidad y el acceso a estos programas en las islas, sin necesidad de trasladarse durante meses o años a la Península a la espera de un órgano compatible.
Se ha ido avanzando también en la planificación de recursos de equipamiento y de obras. A través del Plan Inveat se renovará un total de 40 equipos de alta tecnología para todos los hospitales públicos por valor de 38,5 millones de euros y se adquirirá con fondos de la CCAA un PET para el HUC, único hospital capitalino que no dispone de este equipamiento. Igualmente, el HUC y el complejo hospitalario Insular Materno Infantil serán reformados y ampliados con la construcción en ambos centros de una Torre Pediátrica para la atención a la población infantil, inversiones prioritarias para el Gobierno de Canarias que superarán los 80 millones de euros; además hay que sumar, entre otras actuaciones, la reforma del Hospital Insular de Gran Canaria tras el derribo del antiguo Centro Universitario de Las Palmas, ya en marcha, y las previstas a través de los fondos React-EU y de los Next Generation para inversiones en Salud Digital, por ejemplo.
Una intensa planificación que combina las necesidades de recursos y de protocolos y estrategias para la atención al paciente, centro de todas las actuaciones. Entre las estrategias clave se encuentra la de Atención Primaria y Comunitaria, una de las apuestas de la Consejería más importantes junto con el Plan de Salud Mental de Canarias; dos pilares básicos con ficha financiera y plan de acción. En definitiva, estos avances han sido posibles, en plena pandemia, gracias a la vacunación contra la covid-19, dotar a todas las islas de profesionales y puntos de vacunación muy accesibles ha sido la clave; pero, sobre todo, ha sido fundamental contar con una población responsable y solidaria que continúa acudiendo a los llamamientos para vacunación con dosis de refuerzo, fundamentales para evitar la gravedad de la covid-19 y el buen funcionamiento del sistema sanitario.
De las lecciones aprendidas, se desprende que el sistema precisa un cambio de paradigma. El objetivo que se nos presenta es transformar el sistema sanitario de manera estructural, generar un modelo más resiliente, empezando por la atención primaria.
La pandemia exigió una rápida toma de decisiones en lo que respecta a salud pública, la planificación de los servicios, la gestión de la cadena de suministro, la garantía de seguridad y la comunicación. Tras la crisis sanitaria, ponemos más aún en valor el apoyo a la investigación y a la telemedicina, la potenciación de atención primaria, que la comunicación con el paciente/familiares es vital y que las organizaciones sanitarias han demostrado en las sucesivas olas pandémicas gran capacidad de adaptación que debemos aprovechar para generar cambios, acelerar proyectos y generar espacios transversales de conocimiento y resultados en salud. La pandemia puso de manifiesto las fortalezas y debilidades del sistema. Obligó a improvisar, a reorganizarse, a desaprender y a reaprender muchos de sus procesos. Todo ello fue posible gracias a su principal fortaleza: los profesionales, a quienes agradezco su entrega y compromiso. Lecciones para avanzar.