Hoy hablar de industria, o de sectores económicos si se prefiere, en la Comunidad Autónoma de Canarias es hablar de una figura con muchas más puntas que hace una década. El turismo sigue siendo el buque insignia, pero sin duda han emergido y se están desarrollando actividades mucho más diversas: la energética, agroalimentaria, la farmacéutica y de biotecnología, así como la construcción, la portuaria y el turismo. Sin desmerecer, además, actividades como las tecnologías de la información o el cine, que han protagonizado un crecimiento exponencial.
Pero si alguna revolución ha golpeado Canarias con fuerza es la energética. Las islas han tenido una histórica relación complicada con las energías renovables, igual que la tiene con muchas cosas que le hacen bien, como recientemente estamos viendo con el turismo. Llegamos tarde y mal y la cosa acabó en los tribunales. Hasta 2018 se puede decir que Canarias vivía la generación eléctrica verde, de forma general, casi como una anécdota. Hace 5 años, la implantación de renovables apenas suponía el 10% de la potencia instalada pero en 5 años casi se ha triplicado y cerró 2023 en el 28%. Canarias está en el ecuador de una auténtica década prodigiosa para las renovables; de una década para la transformación total de la economía de las islas, y el cálculo es alcanzar para 2028 un porcentaje de implantación que oscilará entre el 55 y el 60 por ciento. De ahí hasta lograr una práctica descarbonización de Canarias en 2040 faltaría algo más de otra década, pero lo que hace un lustro parecía un objetivo imposible ahora se vislumbra como la meta al final de un camino pedregoso pero perfectamente posible.
A estas alturas todos más o menos sabemos que el otro problema de las energías verdes es que no podemos contar con ellas cuando queremos, sino cuando quieren ellas. Y, por tanto, otro gran reto industrial y energético es su almacenamiento para usarlas cuando sea conveniente. Para darle respuesta por supuesto harán acto de presencia las baterías pero el golpe encima de la mesa se producirá en 2026 cuando entre en operación el salto de agua entre las presas de Chira y Soria, en Gran Canaria. Un proyecto también contestado por algunos grupos ecologistas pero que claramente servirá para afrontar el reto de la descarbonización y el de la falta de agua.
Canarias, que otrora fuera líder en desarrollo de proyectos de desalación se ha quedado atrás por falta de impulso público y privado, pero a estas alturas parece evidente que más pronto que tarde será una industria que volverá a vivir una época de protagonismo.
Todo este proceso de renovación energética tiene que alcanzar en profundidad a los particulares, especialmente en un territorio como Canarias donde la mayoría de azoteas tienen menos uso que el posible. Si hay algún sitio donde la generación eléctrica no podría producir el rechazo ni de los más renuentes (los que recuerdan el daño visual como una variable a tener en cuenta —y yo soy uno-) es sobre las edificaciones ya construidas.
Si la industria energética ha sido protagonista en 2023, con múltiples inversiones anunciadas y puesta en marcha de otros tantas, éste ha sido también el año de la industria farmacéutica y de biotecnología, con un aumento de la inversión, de la colaboración entre el sector privado y las universidades públicas, especialmente en investigación y desarrollo y con un crecimiento del número de patentes relacionadas. Las áreas clave de esta expansión son la biotecnología azul (aquella vinculada al mar) y la investigación farmacéutica, con un enfoque en el desarrollo de medicamentos y terapias avanzadas. El archipiélago, gracias a su biodiversidad única tanto en tierra como en sus aguas marinas ha atraído la atención de empresas nacionales e internacionales interesadas en desarrollar nuevos productos farmacéuticos y cosméticos, tales como PharmaMar, Nectar Biotech, Airbiota o canalizada a través de proyectos del Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) como los denominados Plasmar o Biotecmar.
La colaboración entre el sector público y privado ha sido clave para este desarrollo, con las universidades públicas impulsando investigaciones que se están traduciendo en oportunidades comerciales. Sin embargo, el acceso a financiación y la creación de infraestructuras adecuadas para la escalabilidad siguen siendo obstáculos que el sector deberá superar en los próximos años y que dirán si finalmente Canarias podría lograr posicionarse de manera significativa en este ámbito y generar un polo de diversificación económica relevante.
En lo que se refiere a la parte agraria y agroalimentaria, el archipiélago tiene mucho margen industrial para crecer, especialmente en el tratamiento de excedentes como el plátano. Aún hay gente, cada vez menos, que no sabe que una parte de la producción del plátano canario se retira y acaba en la basura. Hablamos no de una cifra pequeña, sino del 6% de la producción de 2023, unos 26 millones de kilos de fruta en perfecto estado. Los productores consideran que su venta hundiría los precios y no le encuentran lugar de colocación, pese a los muchos kilos que también se regalan para fines benéficos o colaboraciones comerciales. Los plataneros cobran la ayuda europea de esos kilos que acaban en la basura, lo que es perfectamente legal según la normativa comunitaria, pero una sociedad cada vez más concienciada con no desperdiciar no puede pasar por alto. Pero no solo la conciencia ambiental debería evitar que miremos a otro lado, sino también la aspiración de eficiencia. La exportación a nuevos mercados no es fácil, pero sí desde luego una opción muy deseable. También su transformación, como en plátano deshidratado o en los purés de fruta para el consumo infantil o deportivo, que son productos que podrían generar una industria de exportación. Incluso aunque los plataneros no ganaran nada más, como ahora con lo que tiran, sería todo un gesto que pusieran a disposición todos esos millones de kilos desperdiciados al servicio de alguien con la visión de sacar un nuevo proyecto adelante.
Y qué decir de la construcción: no podemos decir aún que el sector esté como en época gloriosa de 2007 cuando sumaba un valor agregado de más de 4.000 millones de euros en Canarias, pero desde luego va en esa dirección. A finales de 2023 la construcción rozaba los 3.000 millones y creciendo al ritmo al que le permite las dificultades para encontrar personal cualificado. Hay más cola para iniciar una obra que en la charcutería antes de un puente, y la previsión de obra y vivienda pública pero también privada va claramente al alza, tras haber vivido unos años aciagos de 2008 a 2014 por el parón económico y la restricción de los planes de ordenación.
El sector portuario y naval lleva una evolución positiva en los últimos 5 años y trata de impulsar inversiones modernizadoras que le permitan recuperar su época dorada de finales del siglo XX. Son muchos los armadores de barcos y los pequeños empresarios portuarios que recuerdan con anhelo épocas pasadas, en las que sobre todo había más oportunidades, pero lo cierto es que el puerto de Las Palmas sigue siendo uno de los 5 más importantes del país y el de Santa Cruz de Tenerife dibuja una tendencia muy positiva siendo, además, uno de los puertos más eficientes del país.
Y a modo de postre acabamos con el turismo, un sector que se ha recuperado en las islas de manera fulgurante tras la crisis covid y que a 2023 representa el 35% de la economía canaria. El tirón del turismo impulsó la creación de empleo y el gasto en consumo y es un sector que seguirá siendo el principal motor económico del archipiélago. El trabajador canario gana los segundos salario más bajos de toda España en términos generales, mientras que en hostelería (hoteles y resto de la hostelería) los salarios medios están más cerca de la mitad de la tabla: octavos por la cola. Dicho esto, el propio sector reconoce una dificultad creciente para compaginar salarios con el aumento de los precios en los últimos años, especialmente en la vivienda. No se trata de una realidad sectorial sino de una verdad universal: ganamos en teoría más pero nos vemos obligados a gastar mucho más. Ese es el reto económico del presente. 2024 no parece un año de parón económico pero algunos indicadores clave como los beneficios empresariales están cayendo y eso hace temer una desaceleración económica. Esperemos equivocarnos y que los buenos indicadores mostrados tanto en Canarias como en el conjunto del país se consoliden y logremos el objetivo común de estar, todos y cada año, algo mejor que el anterior.