Sostienen quiénes la vivieron –así como quiénes la han estudiado–, que la transición de la dictadura a la democracia fue, en Canarias, un tiempo político raramente interesante. Tuvo protagonistas de peso y de singular personalidad, que desde distintas posiciones ideológicas dieron lo mejor de sí mismos a favor de un objetivo común: convivir. Puede que alcanzar tan clara y alta meta fuera el denominador común que marcó sus decisiones y actos como líderes políticos y gestores de la cosa pública. Y parió la que probablemente ha sido una de las épocas doradas de la Política en Canarias.
Jerónimo Saavedra y Lorenzo Olarte formaron parte de esa generación de dirigentes canarios cuya impronta dio lugar a un tipo de transición con características propias en las Islas, en la que el diálogo y la capacidad de alcanzar acuerdos, pese a las profundas diferencias, era la tónica dominante. De hecho, el valor de cada liderazgo era mayor en proporción a su capacidad de conciliar apoyos a favor de sus ideas y propuestas, y no solo de los propios sino especialmente de los opositores políticos.
Los fallecimientos de Saavedra y Olarte se produjeron en menos de tres meses: el tiempo transcurrido entre el aciago 21 de noviembre de 2023 en que la familia socialista perdió a su principal referente; y el 2 de febrero de 2024, en que murió otro animal político de difícil clasificación. Y es que Lorenzo Olarte fue en sus comienzos un reformista profundamente canarista, pese a su origen gallego; un centrista después como hombre fuerte de Adolfo Suárez en las Islas; y, por último, un nacionalista renegado, que llegó a calificar su pertenencia a Coalición Canaria como su mayor error político.
El ‘espíritu saavedrista’
El día que Jerónimo Saavedra perdió la Presidencia del Gobierno de Canarias por una moción de censura dio una conferencia de prensa en la que auguró que su partido atravesaría un largo desierto en la oposición. Lo hizo con la serenidad que le caracterizó siempre, frente al nerviosismo que mostraban sus propios colaboradores, y su pronóstico se cumplió a rajatabla. Pasó más de un cuarto de siglo desde aquel 31 de marzo de 1993 hasta el 12 de julio de 2019, en el que el Partido Socialista Canaria recuperó la Presidencia con la proclamación de Ángel Víctor Torres.
Durante todo su tiempo, Saavedra Acevedo ejerció una enorme influencia en el socialismo canario y la clase política en general. De hecho, el Archipiélago no sólo perdió con su muerte a uno de sus principales dirigentes contemporáneos; sino al que concilió sin duda mayor respeto y consideración por parte de propios y extraños.
Flemático y humanista, su adiós cerró una etapa política que, aunque hoy reivindica para sí el PSOE, sus sucesores no siempre han sabido impregnarse del espíritu saavedrista. Es decir, de su capacidad para convencer y dialogar. Ambas habilidades fueron reivindicadas una vez más este octubre de 2024, con la celebración de la primera edición de la Escuela de Democracia Jerónimo Saavedra, un homenaje del PSOE de Canarias a su presidente de honor, que incluye la entrega de premios en reconocimiento a los valores democráticos y la celebración de distintas mesas de reflexión y debate. Y que es una muestra más del alcance del legado de un político que supo estar casi siempre (su paso por la Alcaldía de Las Palmas dejó un regusto amargo) a la altura de los retos del tiempo político que le tocó vivir.
Políticos ‘de los de antes’
Nada tenía que ver la personalidad de Lorenzo Olarte con su contemporáneo socialista. Si algo caracterizó al dirigente centrista fue justo lo contrario de Saavedra: una impulsividad difícil de embridar y un desparpajo lingüístico que provocó más de un titular: “Madrid se va a enterar de lo que vale un peine”, soltó contra Josep Borrell por un pleito arancelario. La reacción del Gobierno socialista de entonces fue de estupor, hasta el punto de amenazar con aplicar el artículo 155 muchísimo antes de que el conflicto catalán lo hiciera tristemente famoso.
Quiénes compartieron con él muchos de los incontables episodios locales que protagonizó coinciden en sostener que Olarte Cullen fue un experto en el regateo. Pero él, que siempre estuvo atento a todo lo que se dijera de su persona o de cualquier otra que pudiera cruzarse (y por tanto interferir) en su camino, lo negaba: “Se equivocan quienes dicen que soy un especialista en el regate corto. En realidad lo soy en el pase largo”, explicó sin venir a cuento en una larga conversación mantenida a raíz del fallecimiento de Adolfo Suárez.
Hijo de un juez gallego apartado por Franco de la judicatura, ejerció de “infiltrado en el régimen” como el mismo se calificó; y efectivamente, pese a las dudas de la oposición democrática, los hechos fueron avalando su reformismo y su intención de unir su voluntad a la de otros, como Adolfo Suárez, para transformar desde dentro el sistema franquista.
Cada vez que le preguntaban por aquella época y aquella figura que lideró la transición española, Lorenzo Olarte repetía incansable que “Suárez tenía un carisma como nunca he visto en nadie. Y tal habilidad para seducir a sus interlocutores que era capaz de vender neveras en el Polo”. Aquella fue, sin duda, su etapa más conocida y en la que consolidó su carrera en la vida pública, convirtiéndose a partir de entonces en uno de los políticos canarios más activos del último tercio del pasado siglo.
Con la llegada del nuevo milenio, Olarte Cullen se vio envuelto en diversos casos judiciales y entró en una etapa política casi marginal, si se la compara con el protagonismo que había tenido hasta final de siglo. Siguió, eso sí, dando entrevistas y dejando para la posteridad frases como esta: “Cuando me preguntan en la calle si soy político, suelo decir: ¡Un político de los de antes!”.
El arte de pactar
Cuando Lorenzo Olarte Cullen y Jerónimo Saavedra Acevedo se despidieron de este mundo, a la edad de 87 y 91 años, respectivamente, murió con ellos parte de esa relevante pléyade de políticos canarios que supo entenderse, desentenderse y volverse a entender durante toda su vida púbica.
Ambos formaron parte de una generación de líderes canarios que aprendió a conjugar el verbo pactar en la dictadura y siguió haciendo de esta necesidad, un arte. Junto a ellos tuvieron mayor o menor protagonismo muchos otros, entre los que figuran José Carlos Mauricio, José Miguel Bravo de Laguna y Manuel Hermoso (los últimos destacados representantes de aquella época que aún viven). Todos (muchos hombres y contadísimas mujeres) contribuyeron a escribir parte de la historia política de las Islas en un momento clave, en que levantaron el edificio de la futura autonomía.
Con todas las diferencias que separan a ambas figuras política, las trayectorias de Jerónimo Saavedra y Lorenzo Olarte ayudan, en definitiva, a entender el proceso de construcción la España y la Canarias actuales. Un tiempo histórico interesantísimo, que poco o nada tiene que ver con el espectáculo en que, con el paso de los años, se ha convertido la política.