Hace dos años nos propusimos transitar un nuevo camino para una Canarias que enfrentaba nuevos retos. Un camino que sin ser sencillo está siendo construido con diálogo, con escucha activa y con la firme convicción de que esta tierra solo avanza cuando lo hace unida. Porque si algo ha demostrado esta tierra en el pasado, es que cuando todas sus instituciones, sus agentes sociales y económicos y su ciudadanía reman en la misma dirección, los logros llegan.
Este ecuador de la legislatura no es un punto de llegada, sino una etapa más de un proyecto colectivo que tiene como centro a las personas y como herramienta principal el acuerdo. Hemos entendido que, frente a la parálisis o el ruido, Canarias necesita entendimiento. Que las grandes transformaciones no se imponen, se construyen. Y que lo verdaderamente importante es sentar las bases para un futuro más justo, sostenible y equilibrado para todas las islas y para quienes aquí viven.
Ese nuevo camino no ha surgido de la improvisación. Ha sido posible gracias a una forma de gobernar basada en el respeto institucional, la participación activa y la búsqueda de consensos. Desde el primer día apostamos por trabajar codo a codo con cabildos y ayuntamientos, con los sindicatos y las organizaciones empresariales, con las universidades públicas y la sociedad en su conjunto. La Conferencia de Presidentes, que por primera vez ha reunido a Gobierno y a los siete Cabildos, es el mejor ejemplo de ese espíritu colaborativo que hoy define nuestra manera de hacer política.
Hemos abierto espacios de debate permanente y hemos transformado la forma en la que se toman las decisiones. Esa es la esencia del modo canario de gobernar: construir desde la pluralidad, sumar perspectivas y responder a los desafíos desde el sentido común y el compromiso compartido.
Y los desafíos no han sido pocos. Canarias ha tenido que hacer frente en estos dos años a emergencias que afectan directamente a la vida de la gente: la vivienda, la energía, el agua, la migración o el reto demográfico. No hay soluciones fáciles, pero sí respuestas posibles cuando se actúa con responsabilidad y visión de largo plazo.
Hemos comenzado a dar pasos importantes. En vivienda, por ejemplo, se ha reactivado la construcción pública tras años de inacción, y se ha impulsado una reforma del REF para movilizar inversión hacia este derecho básico. También hemos planteado propuestas de regulación del alquiler vacacional y abierto un debate serio sobre el modelo turístico, sabiendo que hay que compatibilizar desarrollo económico y calidad de vida para quienes aquí vivimos.
En energía y agua, tras años de advertencias desoídas, hemos declarado las emergencias necesarias para actuar con urgencia y rigor. Las soluciones no son inmediatas, pero están en marcha. Y lo están con el concurso de todas las administraciones, que es como deben abordarse los asuntos que nos afectan como comunidad.
La sanidad y la educación, los pilares de cualquier sociedad que aspire a la igualdad de oportunidades, también han sido ejes centrales de nuestra gestión. En estos ámbitos, más allá de los datos, el esfuerzo ha estado en mejorar lo que ya existe, en reducir las listas de espera, en ampliar la formación profesional, en bajar ratios en las aulas, entre otros retos. No hay atajos: solo trabajo constante y decisiones compartidas.
Lo mismo ocurre con la protección social. Hemos tratado de reforzar los servicios públicos desde una idea clara: nadie puede quedarse atrás. Las mejoras en dependencia, la atención a la discapacidad o el impulso al diálogo con los cabildos para un gran pacto sociosanitario son parte de ese objetivo.
La emergencia migratoria ha supuesto uno de los grandes desafíos. Canarias no podía seguir cargando en solitario con todo el peso de la migración de África Occidental. La reforma legislativa que defendimos para que la atención de los menores no acompañados no fuera tarea exclusiva de Canarias sino una responsabilidad compartida del conjunto de territorios, así como, la victoria judicial para que los niños y jóvenes solicitantes de asilo fueran integrados al sistema de protección estatal en distintos recursos del Estado en península no fueron logros del Gobierno canario sino de una tierra que tuvo una sola voz y defendió lo que era justo para Canarias y para quienes llegan.
En economía, los indicadores nos muestran que avanzamos. Pero más allá del crecimiento del PIB o de contar con mejores datos de paro, lo que verdaderamente nos interesa es cómo se reparte esa riqueza y cómo se traduce en bienestar. Por eso, hemos impulsado acuerdos para subir salarios en el sector turístico y apoyado a los autónomos con la cuota cero. Porque crecer sí, pero lo fundamental es crecer mejor.
Nada de esto sería posible sin estabilidad institucional y voluntad de entenderse. Y es ahí donde Canarias ha dado un paso al frente. En un momento de bloqueo a nivel estatal, aquí hemos demostrado que se puede gobernar desde el entendimiento y la cooperación. Que el diálogo no debilita, sino que fortalece. Y que cuando las decisiones se toman de forma colectiva, ganan legitimidad y eficacia.
Nos queda mucho por hacer. Este camino no está libre de dificultades. Pero lo estamos recorriendo juntos, con la mirada puesta en el futuro y con la certeza de que solo desde el compromiso compartido podremos dar respuestas a los grandes retos de esta tierra.
Canarias ha empezado su transformación y ha comenzado a construir una nueva forma de hacer política. Una política sin ruido, una política útil, que se traduzca en ese camino que hemos iniciado de Islas Responsables, en una Canarias más sostenible y en una mejora del bienestar de los ciudadanos, independientemente de dónde vivan. Una Canarias más centrada en las soluciones y menos en los titulares. Y eso solo es posible si seguimos confiando en lo que somos capaces de hacer cuando se impone la unidad y se pone en primer lugar a esta tierra.
