Un año más en la oficina. Como si se encontrara atrapado en una especie de círculo vicioso —pero sin apenas consecuencias perniciosas— el CB Canarias volvió a repetir una temporada de sombrero. Quizá con la sensación final de haber podido aspirar a algo más, pero con un balance global que firmaría repetir curso tras curso. Y más en un futuro próximo cargado de cierta incertidumbre.
Por calidad, por inteligencia, por un estilo diferente al habitual, o simplemente por inercia. El CB Canarias —ahora bajo la denominación de La Laguna Tenerife— de la 24/25 volvió a caminar con una imperturbable velocidad de crucero. Aquella que le ha significado durante las últimas temporadas. La misma que en varias ocasiones no le da para hacer frente a los más grandes, pero que sí le sirve, a modo de regularidad, para acabar codeándose, y de qué manera, entre la nobleza.
La 24/25 no fue, en ese sentido, una excepción para el club aurinegro, convertido en incontestable outsider tanto en la Liga Endesa como en la Copa del Rey, y consolidado como un firme candidato al título en la Basketball Champions League. Malacostumbrado a hollar cotas superlativas, el CB Canarias no pudo esta vez materializar sus grandes prestaciones en forma de título, pero sus prestaciones globales (42 victorias y solo 15 derrotas) apenas dejan lugar a la crítica en lo que a prestaciones se refiere.
Instaurado por derecho propio en la nobleza de la Liga Endesa, La Laguna Tenerife mantuvo en todo momento un ritmo constante, incluyendo en su recorrido un acelerón que le llevó a sumar 10 victorias seguidas (21-5 de balance) opositando incluso al liderato en la 27ª fecha de la fase regular. Tras el 25-9 global, los de Txus Vidorreta reeditaron, eliminando al Joventut, sus semifinales de la 20/21.
En ese penúltimo escalón el Valencia explotó (3-0) las limitaciones de un equipo que ya había llegado muy justo a ese epílogo del curso. Un desenlace que quizá hubiera sido otro sin la lesión de Fran Guerra, o si la alineación indebida de Amida Brimah en el Valencia-Canarias de la primera vuelta no hubiera quedado impune. De lo contrario, esa supuesta victoria en los despachos le habría otorgado el factor cancha a los de Vidorreta en esas semis.
En medio, La Laguna Tenerife volvió a ser fiel con esa cita que tiene marcada en rojo en mitad de febrero: la Copa del Rey. De nuevo bajo la condición de cabeza de serie (se metió como cuarto clasificado) y otra vez alcanzando las semifinales (por quinto año seguido) tras tumbar al Barça y antes de caer ante un Unicaja que se le viene atragantando al cuadro lagunero en las grandes citas.
De forma paralela el conjunto tinerfeño firmó una BCL sin mácula, con 14 triunfos y ni un solo tropiezo… hasta que llegó a la Final Four de Atenas. En la capital helena al Canarias se le hicieron largos sus dos partidos, desperdició sendas rentas de 15 y 17 puntos, y se tuvo que conformar con la cuarta plaza.
Seguramente el lunar —el único— de un curso brillante. Otro más. Y precisamente por encontrarse inmerso en esa rutina de la más rotunda excelencia en base a las aspiraciones de una entidad de su calado, el CB Canarias ha dejado de asombrar como lo hacía apenas unos años antes.
Esas costumbres deportivas que transmite el club aurinegro pasan en ocasiones a un segundo plano mientras diversas cuestiones se abren paso como fundamentales en el corto y medio plazo de la entidad en general, y el equipo de ACB en particular.
La primera y más significativa, el cambio de presidente. El 22 de julio se hacía efectiva la salida de Félix Hernández tras más de 21 años en el cargo. Hacedor y protagonista principal en la inquebrantable trayectoria ascendente del club, su marcha podría suponer, en la mayoría de supuestos, la apertura de una grieta abisal cargada de incógnitas.
Sin embargo, el CB Canarias también ha exportado a este cambio su manera de proceder habitual: una evolución pausada y sin dar un paso más grande de lo debido. Por ello, el sustituto de Hernández es la otra persona que más conoce el club en todos sus estratos: Aniano Cabrera. También hasta ahora en la función de gerente, el director deportivo da un paso al frente para atender otros menesteres.
Hereda Cabrera, en su nuevo cargo, un club que atraviesa por el mejor momento de sus más de ocho décadas de historia. Pero su promoción a presidente también va de la mano con ciertas tareas intrínsecas al crecimiento experimentado por la nave aurinegra en las dos últimas décadas. La primera y más evidente, tratar de mantener un listón más alto que nunca… e incluso tratar de elevarlo.
Para ello el nuevo máximo rector canarista ha decidido mover el árbol más de lo habitual dentro de su nuevo consejo de administración, en el que entran más caras nuevas de lo habitual. Lo hacen
Eusebio Díaz (ya ejercía dentro del club en la parte financiera) y José Ángel Rodríguez, pero sobre todo con la presencia de las dos primeras féminas dentro del órgano rector en las casi nueve décadas de historia de la entidad: Carolina Tabares (exjugadora) y Stine Wollmann (abonada).
En esa faceta institucional con la que le tocará lidiar de forma más directa, deberá ejercer Cabrera a modo de gota china, la misma que escenificó en repetidas ocasiones su antecesor en el cargo. Una insistencia enfocada, por ejemplo, en la conveniencia —y casi necesidad— de disponer de un recinto deportivo mayor, toda vez que el aforo del Santiago Martín se queda corto un partido sí y otro también.
Esa petición a gritos, y con sólidos y repetidos argumentos en forma de resultados deportivos, de una nueva casa —en medio de ese crecimiento que en su día obligó a la mudanza del Luther King al Ríos Tejera, y más tarde al actual recinto de Los Majuelos— solventaría la demanda de la masa social canarista y a la vez permitiría a la Isla opositar a grandes eventos —como una Copa del Rey—, una situación ventajosa en la que ya se encuentra Gran Canaria desde hace más de una década.
Pero es que, además, un nuevo pabellón de mayor aforo se antoja igualmente como una de las contadas vías de escape por las que el CB Canarias podría aumentar su techo económico. Condicionado por el limitado tejido empresarial de las Islas, es casi quimérico imaginar que la entidad aurinegra estará en disposición de prolongar durante mucho más tiempo su batalla con otros gallos con los que viene peleando en estos últimos años.
Arduo y denodado trabajo el que a Cabrera le queda por delante… sin dejar de mirar de reojo una parcela deportiva donde Nico Richotti aglutinará cada vez un mayor peso específico. Transición, la relativa a lo que sucede en la cancha, que incluso conlleva a medio plazo una mayor complejidad que la de los despachos.
Dificultad añadida por la fisonomía de un plantel con unas peculiaridades muy marcadas y evidentes: la edad. Y es tras haberse ganado todo el crédito posible, desde el club se ha apostado un nuevo voto de confianza a un núcleo duro que podría estar ante lo que será su último —en algunos casos dos— baile. Son los casos de Huertas, Shermadini, Doornekamp y Abromaitis, sin olvidar piezas ya veteranas como Fitipaldo, Sastre y Guerra.
Ellos han sido responsables principales de una época irrepetible. Intentar prolongarla está en sus manos. Tratar de reeditarla algo más adelante para que el CB Canarias no salga del bucle en el que gustosamente anda metido, un ejercicio de suma complicación.