Suele pasar que lo que mal empieza, mal acaba. Fue el caso de la UD Las Palmas en la temporada 2024-25, que concluyó con el descenso a Segunda después de tan sólo dos cursos en la máxima categoría. Y con un agravante: sucedió en el año en que el club cumplió su 75 aniversario. Quedará para la historia que el equipo amarillo bajó en una campaña señalada, y nadie sabe cuándo volverá a competir con los mejores. Sin el objetivo claro del ascenso marcado por los dirigentes de la entidad, puede ser pronto, tarde o quizá nunca.
El primer proyecto después de Xavi García Pimienta, el hombre que devolvió al equipo una identidad basada en la posesión del balón, la presión alta, las líneas juntas y la defensa adelantada, propia de la cantera del FC Barcelona, donde había entrenado durante más de dos décadas antes de recalar en la Isla, comenzó mal por la incertidumbre en torno a su sustituto, que si bien estaba elegido desde hacía tiempo, no pudo llegar hasta pocos días antes del inicio de la pretemporada.
El hombre era Luis Carrión, en la parte alta de la lista de entrenadores del director deportivo Luis Helguera desde hacía tiempo. El catalán era el elegido desde hacía muchos meses, pues por mucho que el presidente Miguel Ángel Ramírez y García Pimienta se esforzaran en mantener abierta la posibilidad de que el técnico catalán pudiera continuar, la realidad es que las partes sabían perfectamente que el vínculo iba a romperse al final del curso.
Carrión era consciente de todas las operaciones que la UD Las Palmas iba cerrando desde antes incluso que acabara la temporada. Mientras el técnico entrenaba al equipo carbayón y el cuadro amarillo se dejaba ir en la Liga de Primera sabedor de que tenía la permanencia virtualmente asegurada desde enero, el club cerró los fichajes de Viti Rozada, lateral derecho titular para el catalán en el Oviedo, Iván Gil, Manu Fuster y Cédric. Carrión sabía todo.
La entidad estaba satisfecha con su plan: tenía entrenador, varios refuerzos asegurados y tiempo para terminar de diseñar la futura plantilla, sin embargo, nadie en el club pensó en que fuera a estar tan cerca de darse la única situación por la que la que el entrenador no llegaría a la Isla. Esa única premisa era que el Oviedo no ascendiera a Primera, porque en tal caso el técnico habría renovado automáticamente su contrato para dirigir al equipo azulón en la máxima categoría. Cuando Helguera contactó con Carrión para explicarle el proyecto amarillo con él al frente, el conjunto asturiano vagaba por la mitad de la tabla. Nadie podía imaginar que pudiera lograr el ascenso, pero nada más lejos de la realidad: una remontada pocas veces vista acabó con el equipo clasificado para el playoff, a cuya final llegó tras eliminar al Eibar. Incluso llegó a tomar ventaja en el duelo de ida con el Espanyol en el Tartiere, para zozobra de la dirigencia amarilla, sin embargo, el cuadro periquito remontó en la vuelta y logró el ascenso, para alivio de Ramírez y Helguera.
Hubo dudas en Pío XII, pues varias voces llegaron a cuestionar si era necesario esperar por un entrenador que no tenía experiencia en Primera y que podía finalmente no aterrizar en la Isla. Por eso el director deportivo planteó la posibilidad de contratar a Carlos Corberán, pero su salida del West Bromwich Albion inglés era complicada. Finalmente, la UD tomó la decisión de esperar a Carrión y buscar una alternativa por si el Oviedo subía. El elegido era Eder Sarabia, que aguardaba la resolución del playoff. Al día siguiente de que el Espanyol lograra el ascenso fue anunciado como nuevo entrenador del Elche.
Carrión tomó el mando de la UD Las Palmas después de tan sólo unos días de vacaciones, apenas sin tiempo de desconectar después de tantas emociones fuertes vividas en Oviedo en los últimos meses. Se encontró, además, con una plantilla reforzada con jugadores de Segunda División que llegaron a coste cero en base a la política habitual de fichajes del club, aunque ya lo sabía, y comenzó el periodo de preparación sin poder contar con Álvaro Valles, castigado por Ramírez por no renovar y rechazar una oferta del Olympique de Marsella, y con medio plantel por confeccionar, sin protagonismo alguno de la cantera.
Durante el verano llegaron, además de Viti, Iván Gil, Fuster y Cédric, los porteros Jasper Cillessen y Dinko Horkas, los escoceses McKenna y Mc Burnie, Álex Muñoz, Adnan Januzaj y Jaime Mata, que no marcó un solo gol en Liga. Es decir, 11 fichajes a los que se sumaron las dos mejores incorporaciones en el último día del mercado, los portugueses Dário Essugo y Fabio Silva. De los 13, sólo cuatro de ellos, con mayor o menor nota, fueron relevantes al final del curso: Cillessen, McKenna, Essugo y Fabio Silva. Muy poco.
El modelo Pimienta
Con un equipo prácticamente nuevo y, sobre todo, un entrenador con una filosofía distinta a la de García Pimienta, basada más en la verticalidad, sin tanto predominio del balón, Las Palmas debutó con un empate en casa (2-2) frente al Sevilla que dirigía el que acababa de ser su entrenador y que meses después sería destituido. Tras la primera derrota fuera de casa, en Leganés (2-1), los amarillos dejaron una muy buena sensación frente al Real Madrid en el Gran Canaria, donde consiguió empatar (1-1) gracias a un golazo inicial de Moleiro, sin embargo, otra caída en la segunda salida, en Mendizorroza (2-0), encendió las alarmas: la UD era muy débil en defensa y tenía un mundo por mejorar.
La situación no mejoró con el regreso de la competición tras el primer parón internacional y Carrión, tras las derrotas contra el Athletic Club, Osasuna y Villarreal, y el empate con el Betis, llegó a un día límite frente al Celta en Siete Palmas. El día antes, Ramírez había garantizado delante de un grupo de periodistas la continuidad del entrenador pasara lo que pasara en el duelo con el cuadro vigués, sin embargo, hizo todo lo contrario: destituyó al catalán después de una derrota por 0-1 con el rival con dos jugadores menos durante los últimos 40 minutos. Tres puntos de 27 posibles fueron la condena de Carrión.
Ramírez y Helguera eligieron a Diego Martínez para ocupar el banquillo y llegó la reacción. En los siguientes nueve partidos, Las Palmas logró 19 puntos producto de un empate y seis victorias, las dos primeras seguidas en el estreno del gallego (en Valencia y ante el Girona) y la más sonada en Montjuic, donde los amarillos dieron la campanada al imponerse al Barcelona (1-2), que luego sería campeón, gracias a los goles de Sandro y Fabio Silva. El vigués desterró el juego excesivamente ofensivo para armar un bloque más compacto, más cerca de su portería, y el equipo voló hasta el parón de invierno. Salió del descenso, al que dejó a seis puntos de distancia, y creyó en que la salvación era posible.
Un 2025 para el olvido
Sin embargo, el arranque de 2025 fue nefasto para la UD. Lo anterior había sido un espejismo. Sin cambios significativos en el modelo juego que había dado resultado semanas antes, en los primeros siete partidos los amarillos sólo sumaron un punto y el equipo pronto volvió a la zona de descenso. Por si fuera poco, en plena caída libre, Kirian Rodríguez recayó del cáncer y el equipo sufrió la pérdida de su líder. De alguna manera, el vestuario, que estaba roto y en depresión, se quedó sin alma. La primera victoria no llegó hasta mediados de abril, en Getafe (1-3), y una segunda seguida, contra el Atlético de Madrid (1-0) en el Gran Canaria, despertó algo de ilusión por la permanencia, pero duró muy poco: ese Domingo de Resurrección Fabio Silva, el mejor del equipo con diferencia, se lesionó y terminó su temporada.
Las Palmas afrontó el último mes y medio de competición sin el portugués, máximo goleador con 10 tantos, sin Cillessen, que había sufrido una perforación intestinal en el partido de Vigo y sin su capitán, perdido meses atrás. Demasiado. Pese a todo tenía tres partidos en casa que debía ganar para poder al menos optar a salvarse, pero perdió los tres, dos de ellos seguidos, ante el Valencia (2-3) y el Rayo (0-1), que supusieron la estocada definitiva. Días después perdió en el Sánchez-Pizjuán y el descenso ya fue matemático. En 2025, el balance de la UD de Diego Martínez, incapaz de encontrar soluciones, sin armas y mantenido pese a que Ramírez pensó varias veces en destituirlo, fue de dos triunfos, cuatro empates y 14 derrotas. Los nueve puntos de distancia con la permanencia fueron el resumen perfecto de una temporada, la del 75 aniversario, que empezó mal y acabó peor.