Cualquier persona podrá darse cuenta que 2009 no ha sido un buen año para la cultura en Canarias. Amparándose en la dichosa crisis y en la extensión de ese discurso también como un cáncer en nuestra realidad creadora, resulta muy doloroso descubrir que culturalmente hablando ni las instituciones ni las todavía escasas empresas privadas que se dedican a ello en las islas han sabido adaptarse al tsunami que ha generado esta época de vacas flacas.
La crisis cultural padecida en 2009 hace que muchos vaticinen que el futuro que nos espera será igual o peor al que se está viviendo en la actualidad. No creo que éste sea el momento o el lugar para buscar culpables, aunque muchos ojos dirijan su mirada en una sola dirección: la Viceconsejería de Cultura, área sobre la que cabe destacar que, pese a los vientos huracanados y recortes presupuestarios, ha sabido maniobrar en tan agitada tormenta aunque todavía no haya sabido cómo desembarazarse de los lastres que hacen tan ingobernables determinados departamentos de su nave. En una sociedad como la canaria, donde todo lo cultural ha terminado por asumir su existencia gracias a las subvenciones que reparte este área del Gobierno autónomo, se hace urgente plantear nuevas fórmulas con el objetivo de sacar adelante apuestas radicalmente diferentes a los modelos hasta ahora conocidos. Ello implica un cambio de mentalidad profundo, y una anchura de miras que, salvo ejemplos muy concretos, no ha terminado por ser asimilado entre los que reparten dinero y quienes lo reciben.
Para sacudirse el espectro de la crisis y consecuentemente el de la paralización de iniciativas que supieron aunar cultura a esa palabra que llaman rentabilidad, es necesario pues que las partes implicadas definan cómo será el nuevo espacio de relaciones entre sus actores -un intento vertebrado ya alrededor del Plan Estratégico del Sector Cultural de Canarias- con el fin de reanimar a este achacoso y para muchos innecesario enfermo al que cuidar y proteger precisamente porque estamos en crisis. Ese paciente, esgrimen sin que se les caigan los anillos algunos, al que habría que dejar agonizar porque en la actualidad hay otras prioridades más urgentes. En este sentido son destacables las reflexiones que el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna, José Luis Rivero Ceballos, propone para replantear la situación. En una entrevista publicada en suplemento 2C (nº 462) de La Opinión de Tenerife ofrece unas claves que podrían resumirse en unir cultura e innovación y cambiar el chip existente entre sus protagonistas con el objetivo que el sector se sustente hoy en bases empresariales y se organice en torno a un clúster para que aumenten en dimensiones y alcances.
Ante este estado de las cosas, les proponemos ahora que repasen algunos de los cadáveres y amenazas más llamativos que riegan el 2009 y 2010: muerte de Mueca y muerte del renacido Festival de Cine Ecológico de Puerto de la Cruz. Si ahora paseamos por una capital de provincias como es Santa Cruz de Tenerife, el panorama resulta igual de inquietante: no hay teatro (el renovado Guimerá espera abrir sus puertas en 2011 cuando se aseguró que sería en 2010); el antaño lujoso hall del cine Víctor ha terminado por convertirse en un estercolero para gamberros nocturnos; el teatro Baudet continúa cerrado a cal y canto y así hasta el infinito. En cuanto al Auditorio, sus gestores aceptan con resignación brutales recortes presupuestarios mientras el TEA, esa instalación que iba a ser la joya de la corona de la actividad cultural en la provincia tinerfeña, mantiene todavía una política equivocada de penetración en la sociedad al asumir que sea más conocido entre los ciudadanos como “la biblioteca que abre las 24 horas al día” que como el buque insignia de esas cosas que nacieron para hacernos pensar. O reflexionar. O hacernos sanamente críticos.
Y es que no hay voluntad ni criterio por parte de quienes gestionan la cosa pública (desde todas sus administraciones: Gobierno, Cabildos y Ayuntamientos) para estimular estas incómodas ideas, quizá porque hasta el momento ha funcionado con relativa eficacia lo de darle pan y circo al populacho. Y mientras, se aprovecha la circunstancia para poner en la calle a los pocos especialistas que en las administraciones o iniciativas privadas tenían, culturalmente, la cabeza sobre los hombros. El Festival Internacional de Cine de Las Palmas ha dado en 2010 un polémico paso atrás con el despido (oficialmente por causas económicas) de Luis Roca, el hombre que relanzó el Foro Canario, la única plataforma con que se contaba hasta ahora para dar a conocer en las islas y en clave de concurso lo que se está rodando a este lado del Atlántico. Si continuamos con el cine y el audiovisual, el Gobierno de Canarias mantiene aún en sus comisiones de valoración –para asombro de muchos– a representantes de una asociación de productores que juzga (ahora sólo con voz pero hasta hace unos pocos años con derecho a voto también) proyectos que presentan sus mismos asociados, lo que sitúa en franca desventaja a los que van por libre.
Por otro lado, el Gobierno regional se vuelca con el proyecto Septenio, una iniciativa elogiosa pero muy mal diseñada, y abre en Madrid un Espacio Canarias que, sospecho, sólo ha servido para que se reúnan canarios residentes en la capital de España para que hablen de sus cosas. En rueda de prensa para valorar los resultados culturales 2009 en el Archipiélago, el viceconsejero de Cultura, Alberto Delgado, instó a reducir paulatinamente el presupuesto destinado al Festival de Música de Canarias para poder salvar de la quema otras áreas que podrían fallecer por asfixia presupuestaria. Pese a todo, Delgado recordó en esa misma comparecencia que si bien la situación económica se ha dejado sentir en el área que dirige, a lo largo del pasado año –“no sólo en el mayor riesgo que deben correr los promotores privados, sino también en el público”–, resaltó que la Cultura es un sector del que hoy viven 21.900 personas y 2.656 empresas activas en Canarias. Datos, aclaró, que suponen el tercer crecimiento de empleo (28%) más importante en este sector en España, ocupan detrás de Murcia y Extremadura, que elevaron sus cifras en torno al 30 por ciento.
Leyendo su diagnóstico sólo puedo pensar que se tratan de bonitas palabras mientras todo se derrumba, aunque es de justicia admitir que salvo errores todavía subsanables –como meter mano de una vez en la cuestión audiovisual y ordenar la casa por dentro–, muchas de las decisiones adoptadas por el viceconsejero han sido las adecuadas al evitar en esta situación de crisis que todo el artificial edificio cultural canario se desmoronase. Quizá eso explique que si bien 2009 fue un mal año en materias culturales, se aumentase pese a la precariedad y defunciones anteriormente citadas, el número de actividades con respecto al año anterior (se pasó de las mil de 2008 a las 1.300 de 2009, según publica El Día en su edición del 5 de marzo de 2010). Eso sí, Alberto Delgado ha tenido la generosidad de justificar este incremento gracias a la “capacidad de riesgo de los promotores privados”, aunque también a una buena gestión impulsada desde su departamento.
En cuanto al sector del libro y omitiendo por piedad las poco mimadas ferias del libro que cada año pretenden promover la cultura lectora entre los habitantes de estas islas, todo hace indicar que la Dirección General de Libros, Archivos y Bibliotecas no quiere coger al toro por los cuernos y reorganizar su maltratado sistema de bibliotecas públicas por muchos programas dinamizadores que haya puesto en funcionamiento para difundir a los escritores canarios. En teatro, danza y artes plásticas el panorama que se dibuja es bastante similar al descrito en este texto. Y si analizamos los resultados de la Bienal de Arquitectura Arte y Paisaje o Fotonoviembre la conclusión es que ambos acontecimientos culturales pasan sin pena ni gloria. Y no por contar precisamente con menores dotaciones presupuestarias que en otras ediciones, que también.