Cuando en mayo de 2009 asumí el compromiso de representar a todos los canarios en el Parlamento Europeo, lo hice con la seguridad de que ésta no sería una tarea fácil y también con la enorme ilusión de poder colaborar para que Europa, esa Europa que tantas veces se percibe lejana, se tornara a ojos de todos los canarios en una Europa mucho más cercana a las islas, unas islas profundamente europeas y europeístas. Entonces era plenamente consciente de que me enfrentaba a retos complicados. Uno de ellos era el de sustituir a un eurodiputado de la categoría política y personal de Fernando Fernández, que estuvo 15 años desempeñando una magnífica labor en la Cámara Europea, con el reconocimiento unánime de su permanente preocupación por todo cuanto tuviera relación con Canarias, lo que convertía la decisión otrora tomada en una responsabilidad mayor, aunque también es cierto que en un gran estímulo. Tampoco iba a ser tarea fácil conseguir que la Europa que había reconocido a las regiones ultraperiféricas (RUP) como “una oportunidad” hiciera realidad, día a día, tal consideración.
Ocupé mi escaño en el Parlamento Europeo en momentos de profunda crisis económica para toda Europa y, más profunda aún, para España. Un tardío diagnóstico y la ausencia de medidas coherentes nos han llevado a ser líderes en desempleo, y ello hace muy difícil superar esta coyuntura. Hablar de economía en el Parlamento Europeo ha sido, desgraciadamente, hablar del drama de millones de personas que no aspiran a otra política social que no sea, por cierto, la más importante: la de disponer de la oportunidad de trabajar. Entonces me comprometí, una vez más, a apoyar a un sector tan importante para Canarias como es el agrario y en gran medida a los productores de tomates, entre otros agentes económicos. Esta actividad agrícola de exportación ha vivido durante los últimos años un auténtico calvario debido a la competencia desleal de terceros países y al incumplimiento sistemático de los acuerdos comerciales suscritos entre la Unión Europea (UE) y Marruecos, en especial en lo concerniente a precios de referencia y contingentes o cupos de exportación.
Esta situación ha restado posibilidades de negocio a los canarios, no ya sólo de crecimiento, sino incluso de mantenimiento de los niveles históricos de colocación de las producciones locales en el mercado comunitario. En relación con esta problemática, el grupo popular de la Eurocámara ha pedido reiteradamente al Ejecutivo comunitario el cumplimiento de los acuerdos citados y el cambio del calendario de exportación de Marruecos hacia el espacio comunitario, con la intención de extender la entrada a todo el año y así reducir el daño que en la actualidad se hace a la oferta canaria. Seguimos en ello. Pero ésta no iba a ser la única lucha. Claro que no. Tocaba, otra vez, afrontar la guerra del plátano: paneles de la Organización Mundial de Comercio (OMC); bajada de aranceles tras los acuerdos de Ginebra; acuerdos con países de centroamericanos y andinos, con nuevas bajadas arancelarias; negativa del Gobierno de España a compensar los costes del transporte; y miles de familias de Canarias con el temor de tener que abandonar sus fincas y con ello parte importante de lo que ha sido su forma de vida y un componente esencial en el paisaje de muchas de nuestras islas.
La condición de eurodiputado obliga a la defensa de variados sectores. Y por eso a veces hay que pasar con cierta facilidad de la tierra, de lo agrario, al cielo, la observación astronómica. Tenemos en Canarias (y quiero pensar que todavía es posible aspirar al proyecto) la oportunidad única de conseguir que La Palma albergue el Súper Telescopio Europeo (E-ELT), aunque, con cierta tristeza, hemos constatado cómo no todos los responsables políticos han estado a la altura en la defensa de este proyecto, fundamental para el Archipiélago, para España y para Europa. Tengo la satisfacción de haber promovido y logrado el apoyo unánime del Parlamento Europeo a una resolución que solicita a la ESO (Organización Europea para la Investigación Astronómica) la instalación del supertelescopio en el Roque de Los Muchachos. Y también tengo la convicción de que ésta y todas las iniciativas planteadas por los diputados y senadores del Partido Popular han logrado despertar conciencias. Como dice la sabiduría popular, “nunca es tarde si la dicha llega”.
Muchas son las cuestiones afrontadas y muchos los retos a los que nos enfrentamos a partir de ahora: nuestro Régimen Económico y Fiscal (REF), instrumento fundamental de desarrollo para las islas, que se debe renegociar con el Gobierno de España y luego tiene que ser ratificado antes instancias comunitarias; el programa de apoyo agrario denominado Posei (incluida su versión acuícola-pesquera), cuya evaluación comienza en breve por la Comisión Europea y con el que aspiramos a tener una mayor ficha financiera anual; el Régimen Específico de Abastecimiento (REA) y las demandas de los industriales… Pero esto no es todo. Hay mucho más. Por ejemplo, el hecho de tener que afrontar las nuevas perspectivas financieras, más allá de 2013; la consolidación de nuestro estatus como RUP, ya contemplado en el Tratado de Lisboa, en vigor, y sobre todo algo que yo he reafirmado como uno de los retos que tenemos en Europa: la estabilidad, entendida en sentido amplio, o sea, como estabilidad política y financiera, que debe ser un pilar básico para garantizar nuestro futuro comunitario.
Dificultades hay muchas; ilusión toda. Compromiso tampoco falta. Y quizá sobre decir que ahora que el Parlamento Europeo tiene renovadas competencias y una alta capacidad decisoria seguiré defendiendo, en mi condición de eurodiputado de las islas y siempre con todas mis fuerzas, a todos los canarios del Archipiélago.