Los no a todo

En esta región, en las islas, en algunas de nuestras ciudades, a la crítica se la cercena, al discrepante se le insulta, al opositor se le señala. Siempre tiene que haber un motivo oscuro y avieso para que alguien defienda una postura contraria a quien ejerce el poder. Eso sí, las protestas de esos miles de ciudadanos no parecen tener una clara traducción política. Porque los resultados electorales apenas cambian. O no han hallado hueco en alguna formación política o votan lo mismo.

En Canarias resulta inimaginable que la crítica a una carretera, a un plan general, a un catálogo de especies protegidas, a Tindaya, a un decreto contra los interinos y sustitutos, etcétera surja de un razonamiento intelectual sano, de un estudio y una propuesta de alternativas que también busquen lo mejor para la comunidad. Nuestros jefes de la tribu no han entendido que ya se acabó el ordeno y mando y que los ciudadanos, si se precian de serlo, no sólo deciden, se implican y eligen cada cuatro años para pasarse el resto del tiempo cruzados de brazos, callados y sometidos al criterio de quien acumula más voto. Ahora ya hay ciudadanos que han entendido que participar no es sólo votar cada cuatro años, sino compartir muchas decisiones, aportar alternativas y movilizarse en contra de aquellos que cercenan sus derechos si los consideran vulnerados una y otra vez. Eso es nuevo en esta tierra.

Recuerdo protestas masivas. Muchas. Hubo una contra la Ley de Aguas, otra cuando no se entendió que el germen de la Universidad de Las Palmas no nació en Gran Canaria, sino en el desprecio con que La Laguna durante decenios trató a sus estudios satélites en la otra isla. Desde entonces, la fecha clave podemos encontrarla en aquel soleado 27 de noviembre de 2004 del no a las torres de Vilaflor. Como recordarán todos los analistas políticos, ni Coalición Canaria se desplomó ni el PSOE supo rentabilizar esas decenas de miles de descontentos en las elecciones de 2007: sólo 14.000 votos perdió Coalición Canaria en Tenerife respecto a los obtenidos en 2003, 10.000 ganó el PSOE y 7.000 ganó el PP. A aquella marea humana luego han seguido otras en los últimos cinco años, al menos tres de ellas en volumen igual de importante para las pisoteadas calles de la capital chicharrera: la del no a la guerra, la del no al puerto de Granadilla, la del no al fuera de ordenación del Plan General de la capital.

Dice el pensador argelino Sami Nair que un pueblo que desprecia la opinión crítica es un pueblo suicida, que los que protestan por múltiples razones en todos los lugares del mundo siempre han recibido la etiqueta de antisistemas, radicales, chiflados y manipulados (me pregunto ¿manipulados por quién? O mejor, ¿sólo los que protestan pueden ser manipulados? Y nuestros gobernantes, ¿no podrían serlo por alguien o entidades con muchísimo más poder que ellos?). “Hoy en día”, añade Nair, “cualquier multinacional tiene la capacidad de poner y quitar cualquier gobierno que se le antoje; maneja un capital global inmenso frente a pequeñísimas cantidades de las políticas nacionales o locales”. La clave es que todos esos miles de ciudadanos que protestan –aunque muchos de ellos coinciden en todas las asonadas– no parecen haber encontrado hueco en ninguna formación política… O simplemente, siguen votando a los mismos aunque han agudizado su conciencia de ciudadanos críticos y descreídos.

Internet, un altavoz

La red se ha convertido también en un potente instrumento de divulgación de voces críticas. Hace años que Facebook, Tuenti, Twitter o Badoo han dejado de ser una excentricidad para convertirse en medios de comunicación masivos, que permiten a miles de personas (entre ellos algunos de nuestros políticos más avispados) enviar mensajes directos al internauta u organizar una kedada con cualquier excusa (reivindicar que traigan a la isla a una de esas estrellas de la música internacional, conocerse frikkies de distinto género, acudir a una fiesta o reunir a vecinos perjudicados por un plan general).

Uno de los medios de comunicación alternativos más consolidado en la red es el diario digital www.canariasahora.es, del que los chismes y claves que ofrece el Top secret sigue siendo la sección más leída. Compite, sobre todo en ingenio, los creadores de www.canariasbruta.com, autodenominado “diario de actualidad bizarra archipielágica”. Esta bitácora creada en 2005 no engaña. Se anuncia desde la primera línea como un producto no periodístico, pero permite repasar los asuntos de máxima actualidad con una visión crítica, ácida o simplemente humorística. Y crea conciencia crítica. Otras plataformas de protesta muy destacadas es el grupo de fotoperiodistas de www.arribalasqueluchan.org, o los blog www.metienenfrito.com y www.caspacanaria.com. Además, muchos de estos enlaces están conectados unos con otros.

Conocidos como los no a todo, en su labor no sólo puede apuntarse el trazado de las torres de Vilaflor en los márgenes de la autopista o haber retrasado las obras del puerto de Granadilla y la reducción de sus diques hasta que al final sólo puedan atracar lanchas de juguete. Su acción de los últimos años ha sido muchísimo más trascendente. Han paralizado a nuestros gobernantes, en su mayoría incapaces de gestionar el bastón de mando, miedosos del qué dirán y de cómo una protesta de un barrio, un grupo ecologista o unos vecinos podría tener consecuencias nefastas en su imagen pública o, peor aún, en su cesta de votos.

Hay extremos. Así, mientras el presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, se ha mantenido firme en su decisión del transporte guiado (avalado por el éxito de su protestado –incluso por los suyos– tranvía entre Santa Cruz y La Laguna), al otro lado aparecen alcaldes que han visto borradas sus iniciativas por los vecinos, como Hermógenes Pérez (en el caso del plan general de Tacoronte, que los vecinos le obligaron a redactar de nuevo). Las instituciones de buena parte de este archipiélago sufren una parálisis sin precedentes, inaudita, insostenible. Están dirigidas por políticos que voluntariamente han elegido ser gobernantes, para luego, cuando están en su sillón y con las llaves del erario público, desarrollar un miedo paralizante a eso, exactamente, a gobernar.

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