Hacía un calor insoportable. Asfixiante. Todo el mundo deseaba que llegase el mes de agosto para poder disfrutar de unas vacaciones tranquilas, como suelen ser en La Palma, siempre apacible y sin sobresaltos. Pero la noche del 31 de julio de 2009 será muy difícil de olvidar por los palmeros, que vivieron el inicio de una auténtica pesadilla, un incendio que sacó de sus casas a unas 2.000 personas y que arrasó 2.700 hectáreas entre los municipios de Mazo y Fuencaliente.
El fuego que arrasó la zona sur de La Palma tenías varios frentes activos y el viento que soplaba esos días no facilitaba las labores de extinción. La situación de emergencia aumentó de nivel en pocas horas y, durante cuatro días, unas 500 personas y once medios aéreos trabajaron para controlar el incendio. Pero no pudieron impedir que el fuego llegase hasta zonas habitadas y arrasara cultivos, granjas con animales, infraestructuras, vehículos y hasta viviendas. Daños que, más tarde, fueron cuantificados en cerca de nueve millones de euros.
Fueron días de auténtico caos. En principio, las fuentes oficiales comunicaron que los evacuados habían sido 4.000, una cifra escalofriante que a muchos les hacía recordar la erupción del volcán de San Juan que, en 1949, dejó sin hogar a más de mil personas. Resultaba extraño reconocer perfectamente a aquellas personas que se encontraban refugiadas en el pabellón municipal de Mazo y en un hotel de Fuencaliente. No eran imágenes de catástrofes naturales en países lejanos. Eran vecinos cuyas caras se podían identificar en televisión, debido a una cobertura sin precedentes de los medios de comunicación. Los vídeos grabados por los propios vecinos dieron la vuelta al mundo.
En la Isla no se escuchaba más que silencio. Se contenían las lágrimas y pronto apareció la necesidad incómoda de desvelar la incógnita de qué o quién había provocado la catástrofe. Con el tiempo se supo que todo desembocó a partir de unos fuegos artificiales que se lanzaron con motivo de las fiestas de Santo Domingo de Guzmán en Tigalate ( Mazo). Tres vecinos relacionados con la comisión de fiestas fueron imputados. También con el tiempo fueron llegando las ayudas prometidas por las instituciones, algunas con mayor eficacia que otras, aunque todas insuficientes. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, recorrió aquellos días la zona afectada en compañía del presidente canario, Paulino Rivero, así como con la presidenta del Cabildo Insular, Guadalupe González Taño, que se sometió entonces a una gran prueba como dirigente, ya que había tomado posesión de su cargo sólo unos meses atrás.
Con una carta de agradecimiento, González Taño habló de la solidaridad demostrada aquellos días por todos los ciudadanos y pedía la colaboración de las instituciones en materia de prevención. Curiosamente, Gracias llevó también por título la carta difundida por su predecesor, José Luis Perestelo, que hasta el 8 de mayo fue presidente del Cabildo de La Palma. Después de trece años, según reconoció él mismo, dejó la máxima institución insular tras haber tomado una de las decisiones más difíciles de su vida. Perestelo llegó a la presidencia insular tras la moción de censura presentada contra Felipe Hernández en 1996. A partir de entonces, su partido, Coalición Canaria, pactó con el PP y luego obtuvo dos mayorías absolutas. Fue también senador y ahora ocupa un escaño en el Congreso de los Diputados.
Dicen de él que, a pesar de dejar la Presidencia del Cabildo, aún le queda mucho camino. Y es que Perestelo ha generado debate, opiniones de todo tipo, simpatías y las que no lo fueron tanto. Pero hay que reconocer que trece años dirigiendo a la Isla le otorgan un estatus difícilmente igualable. Se marchó en un momento delicado, el año de la crisis, y fue bastante criticado por ello. Pero a sus 52 años es una figura carismática con una gran capacidad de llegar a la gente. Quizá esta virtud de Perestelo sea un escollo que superar para quien le tomó el testigo. Porque Guadalupe González Taño, una mujer a la que sus íntimos describen como trabajadora y constante, no resulta tan cercana como el actual diputado. Es una persona más tímida, pero de la que se valora su valentía y que es la primera mujer que se sienta en el sillón presidencial del Cabildo.
Tiene 44 años y desde los 21 está en política, cuando entró a formar parte de los jóvenes de API. Guada, como se la conoce, se licenció en Derecho, hizo un Master en Administración de Empresas y es especialista en Políticas Europeas y en Gestión Administrativa y Tributaria. Desde 1991 ocupó puestos de responsabilidad en la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias y dirigió varias empresas públicas. En el discurso en el que tomó el bastón de mando tendió una mano al consenso al resto de fuerzas políticas, de las que recibió esa misma predisposición al trabajo conjunto, algo que se planteaba fundamental en un año de crisis.
Una mirada de esperanza
Pocos días antes de que se declarase el incendio, el 24 de julio, La Palma acaparaba la atención mediática por un hecho de características bien diferentes. En la cumbre más alta de la Isla, en el Roque de Los Muchachos, los Reyes de España presidieron el acto de inauguración del Gran Telescopio de Canarias. La Palma presumió de albergar el mayor telescopio que se había construido hasta la fecha, el más potente, por lo menos hasta que llegara el siguiente, el que sería capaz de responder a más dudas sobre el Universo. Fue el centro de interés de muchos científicos y miles de ojos esperaban ese momento desde que, en el año 2000, el Príncipe de Asturias pusiera la primera piedra en el Observatorio.
Fue un instante para elogiar el resultado de dos décadas de proyectos y diez años de obras. Trabajos en los que más de 1.000 personas construyeron un artilugio prodigioso de más de 40 toneladas. Vanguardia, innovación, tecnología punta y prestigio se concentraron a 2.400 metros de altura, en un lugar donde se puede contemplar el cielo más limpio del mundo. O casi. Allí arriba se reavivaron las esperanzas de alojar el telescopio supergigante de 42 metros, que se espera entre en funcionamiento en 2018… y que avanzado ya 2010 parece más cerca de Chile que de La Palma.
Pero, de nuevo en la tierra, y antes de que terminara 2009, un temporal de lluvia y viento que azotó con fuerza a las Islas dejó graves daños en La Palma. Los barrancos corrieron sin piedad sobre un terreno que no ponía impedimentos al estar desgastado por el fuego del verano. La noche del 23 de diciembre muchas carreteras de Isla se vieron afectadas por la tromba de agua que registró en algunas zonas, como el barrio de Las Caletas, en Fuencaliente, más de 200 litros por metro cuadrado en menos de 24 horas. Municipios incomunicados, casas anegadas, vehículos cubiertos de barro, infraestructuras dañadas y el miedo y la incertidumbre, si cabe, más agudizados que nunca.
Más de 230 vecinos de los municipios de Mazo y Fuencaliente fueron desalojados, unos 9.000 usuarios permanecieron sin suministro eléctrico, tampoco hubo agua potable en muchos puntos durante 48 horas y el aeropuerto quedó inoperativo por las rachas de viento de hasta 95 kilómetros por hora. Cientos de personas se quedaron en tierra en una fecha marcada en el calendario para estar en familia. Y sólo unos pocos arriesgados pudieron entrar a la Isla por barco. Los palmeros se enfrentaron a las consecuencias del temporal sólo cuatro meses después de la terrible noche del fuego. Pero, sin compadecerse, La Palma resurgió. Y lo hizo casi sola, porque las ayudas, o no llegan, o lo hacen tarde.
Pero La Palma es una isla fuerte. Porque el color que la define es el verde de sus bosques. Y porque los palmeros, luchadores por naturaleza, nunca pierden la esperanza.