El dilema del nacionalismo: reivindicación o gestión

Alguien ha dicho que Internet es como una pared de extrarradio, donde cualquiera escribe lo que le da la gana y ahí se queda. Definición extensible a la Wikipedia, la enciclopedia libre de la Red que se nutre con las aportaciones, igualmente libres, de sus usuarios. No importa que se trate de conocimientos exactos, meras suposiciones, errores manifiestos o desinformaciones perversas; todo queda expuesto hasta que alguien lo modifique. Sin embargo, la referencia a Coalición Canaria en la dudosamente útil enciclopedia virtual es bastante buena.

Con una presentación más austera, como es lógico, que la propia página oficial de Coalición Canaria, la Wikipedia nos describe con razonable precisión lo que ha sido este conglomerado de partidos desde su fundación en 1993. De forma especial, me gusta la referencia a que entonces incluía varias formaciones nacionalistas, ex comunistas, insularistas y conservadoras. Es una lástima, empero, que las enciclopedias -ninguna de ellas, por su propia naturaleza- analicen el futuro de las cosas. Sin esa carencia, me ahorrarían el trabajo de escribir lo que sigue.

En primer lugar, no se puede hablar sobre el futuro del nacionalismo canario sin analizar la realidad pretérita y actual no sólo de lo que ha ocurrido en las Islas, sino también en las otras comunidades autónomas tras casi 30 años de descentralización. Análisis que impone algunas preguntas. ¿Es posible un país plenamente democrático y a la vez muy centralizado? Es evidente que sí; Francia, sin ir más lejos. ¿Es posible una España democrática con el mismo esquema de poder central y poca capacidad decisoria en la periferia? Difícilmente. O directamente no, considerando la etapa previa: una dictadura que permitió, y hasta fomentó, la idiosincrasia folklórica de las regiones, pero cercenó cualquier decisión política en ellas que no fuese acorde con lo ordenado desde Madrid.

Ahí subyace una tercera pregunta. ¿Pueden algunas comunidades autónomas desvincularse por completo de España y continuar su andadura de forma independiente? En otras palabras, ¿pueden al menos Cataluña o el País Vasco plantearse un futuro absolutamente soberano sin una merma sustancial en su actual nivel de vida? La respuesta la conocen bien los propios vascos y catalanes. Y también los canarios. No sólo en asuntos políticos, sino también en casi todas las facetas del diario acontecer, parece sensato buscar una solución de equilibrio.

LA ELECCIÓN DE 1978

Enfrentados a elegir entre una Administración centralizada, inaceptable para la mayoría de los españoles, y una disgregación total que a la larga perjudicaría a las nuevas comunidades independientes -no todos los ciudadanos están dispuestos a pagar en cuotas de nivel de vida lo que les costaría una selección deportiva, por ejemplo, que los representase con los colores vernáculos en las competiciones internacionales-, los constitucionalistas del 78 optaron por el punto medio del Estado de las Autonomías. Las competencias que afectan de forma más directa a los administrados se transferían a entidades regionales, mientras que el Gobierno central mantenía la potestad de decidir en cuestiones suprarregionales: política exterior, fuerzas armadas, grandes obras públicas que por su naturaleza precisan cuantiosas inversiones, sistema público de pensiones -la tan controvertida caja única de la Seguridad Social-, etcétera. Pero, sobre todo, asumía el papel de árbitro para que no se rompiese el equilibrio interregional.

Queda una cuarta pregunta: ¿aceptan los partidos nacionalistas este planteamiento, o bien consideran que las autonomías son un paso previo, una aclimatación necesaria, para alcanzar la soberanía absoluta en sus territorios? La primera opción supone un límite en la reivindicación de esas competencias; la segunda, no. Basta un somero vistazo a lo que está ocurriendo en la mayoría de las comunidades autónomas para saber por donde van los tiros.

A la hora de analizar el futuro de CC, cualquiera podría sentir la tentación de lucubrar sobre la longevidad de su pacto actual con el PP en el Gobierno autonómico y, de forma especial, cuál será su actitud con Madrid a la vista de lo que ocurra en las elecciones de marzo. Inclusive se puede incurrir en la apetencia de augurar si, finalmente, volverán los nacionalistas a tener un grupo propio en las Cortes. Se trata, no obstante, de aspectos secundarios. Lo esencial es si CC mantendrá el discurso de reivindicación perpetua -en la línea de otras formaciones análogas-, o bien sus dirigentes se centrarán en gestionar de la mejor forma que sepan las competencias que tienen transferidas desde hace tiempo. Estoy pensando en Sanidad y Educación, dos sectores importantísimos que siguen renqueando. Y no son los únicos. De esta decisión, y no de pactos efímeros y resultados electorales circunstanciales, dependerá el futuro del nacionalismo canario.

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