Marcar un antes y un después de mayo de 2005 es una tentación que, siquiera haciendo memoria a contracorriente, exige matices. La ruptura del pacto CC-PP que sustentaba al Gobierno, ¿ha marcado realmente un antes y un después? En la agenda de nacionalistas y populares -o en la del PSC, aunque algo menos- el cese de los tres consejeros autonómicos del PP marcó el final de una etapa y el comienzo de un ‘tiempo nuevo’. Pero, ¿y para las Islas?, ¿qué ha significado para los ciudadanos de a pie ese cambio de Gobierno?
La diferente perspectiva de la realidad que tiene la clase política y los ciudadanos de a pie obliga a la introducción de un matiz a la hora de analizar la ruptura del pacto CC-PP. De ahí la oportunidad de analizar, al menos desde dos ópticas diferentes, la crisis que, eso sí, ha enterrado la leyenda de indecisión que hasta esos días arrastró el actual jefe del Ejecutivo. En ese punto, la fotografía que dejó 2005 es la de “la primavera del presidente”. Con este punto de partida, y dejando para más tarde ese análisis doble, los doce meses de 2005 obligan a responder lo antes posible a unas pregunta. ¿Por qué se rompió el Gobierno? ¿Qué provocó realmente la salida de los tres consejeros que el PP sentaba en la mesa del Consejo? Ya contó el presidente -lo hizo la noche de autos- que cuando un gobierno se vuelve ingobernable hay que ponerle el punto final. Vino a decir Adán Martín que la línea argumental del PP -cargando durísimamente contra los ministerios- chocaba ya frontalmente con los objetivos que se había trazado el Gobierno autonómico y que, viéndose obligado a elegir entre mantener el pacto o mejorar las relaciones con Madrid, no le quedaba otra que indicarle al PP la puerta de salida.
Un pacto condenado
Siendo así, tampoco esto puede abordarse sin contextualizarlo. Porque el contexto cambió. El PP pasó a la oposición y el PSOE al Gobierno, y, ateniéndonos a las leyes no escritas en el manual de instrucciones de CC, era cuestión de tiempo que el acuerdo con los populares se conjugara en pasado (era cosa de meses que CC se pusiera en hora con la Administración central). Luego, cabe pensar que el pacto estaba condenado a romperse, y que en el currículo de José Manuel Soria está haberlo precipitado. O en el de Paulino Rivero no haberlo dilatado, convencido como estaba de que era demasiado pronto para embarcarse con los socialistas en una legislatura de duración excesivamente incierta. Sea como fuere, Soria logró adelantar lo que tarde o temprano tendría que ocurrir. Sólo eso. Sólo eso o nada más y nada menos que eso. Consumada la ruptura, quedan más preguntas. ¿Es el cambio de Gobierno el acontecimiento más relevante del 2005 político? Puede que sea el más ruidoso, pero no necesariamente el más relevante. Los gobiernos pasan, pero los asuntos quedan. Cambió el Ejecutivo, sí, pero los objetivos de esta Comunidad Autónoma eran los mismos antes y después de la crisis. Exactamente los mismos. De ahí la oportunidad de acercarnos al mayo -del que casi todo se ha contado- desde dos ópticas diferentes: la de las cosas de la política y la de la política de las cosas.
Desde la perspectiva de los partidos, ese mes marcó, aquí sí, un antes y un después. Para CC porque, cara y cruz, la crisis le permitió invadir la totalidad de las consejerías, pero dejó al Gobierno en una situación tremendamente frágil en la escena parlamentaria; por lo tanto, alegría orgánica, pero quebraderos de cabeza gubernamentales. En el caso del PP, la resaca de lo ocurrido situaba a los populares en una posición muy difícil; tanto como puede serlo pasar del despacho al desierto, de la presencia a la ausencia, de las decisiones a una oposición que, con el PSOE gobernando en Madrid, les podía condenar a atravesar un desierto de dimensiones todavía desconocidas. Caso diferente es el de los socialistas, a los que el divorcio CC-PP acercaba aún más al final de su propio desierto. Eso sí, apoyando al Gobierno pero sin entrar en él, situándose en una posición -un desdoblamiento de la personalidad- que meses después no se sabe con precisión si los multiplica o divide, si los fortalece o debilita. Sea como fuere, serán las urnas las que nos cuenten quiénes han gestionado mejor la legislatura de la táctica, las cosas de la política y los movimientos ajedrecísticos.
Hasta aquí una perspectiva. Pero no la única. Hay otra, la de la política de las cosas, que muy lejos de laberintos de pactos y contrapactos es la que toca a los ciudadanos de a pie cuando despiertan cada mañana demandando un empleo (o uno mejor), pidiendo atención sanitaria, soñando con una vivienda, solicitando más policías en la calle o preguntándose cómo es posible que la cesta de la compra se les haga tan grande. Esa, y no si a los partidos les va ahora mejor o peor, es la realidad a la que debemos atender en mayor medida. Esa y no otra es la cuestión a la que hay que estar. Esa es la realidad que debe recuperar su sitio en los titulares y no languidecer o silenciarse en la tercera fila del patio de butacas. Ese es el asunto. La política. No los políticos, sino la política. Partiendo de esta premisa, lo más relevante de 2005 no es la ruptura del Gobierno, sino los asuntos del gobierno de las cosas. En estos términos, cabría preguntarse si las relaciones con Madrid han mejorado después de la primavera del presidente y la respuesta no siempre es la misma.
Que el termómetro indica un enfriamiento de anteriores olas de calor entre Canarias y Madrid -fruto de las controversias provocadas por el PP canario- es indudable. Ahora bien, tampoco puede decirse que las relaciones tras la salida de los populares sean un camino de rosas. La cohabitación CC-PSOE tiene claros y oscuros, y, a partir de ahí, lo que antes era enfrentamiento abierto ha dado paso a una desconfianza mutua o guerra fría que en ocasiones retrasa acuerdos o provoca conatos de crisis (entre CC y la Delegación del Gobierno, por ejemplo). Los cambios de Gobierno no son buenos ni malos en el momento en que se producen. Es el tiempo el que da o quita la razón a quien lo promueve.
¿Han cambiado las cosas a mejor? En las relaciones Canarias-Estado la situación es mejor, pero no buena. En el día a día del Ejecutivo autonómico la fluidez es mayor, aunque, eso sí, por el camino han asomado algunos desencuentros entre el presidente y su consejero de Economía. ¿Ha mejorado la gestión con el cambio? Es pronto para saberlo. Será en unos meses cuando se sepa a ciencia cierta qué balance presentará el presidente en materia de empleo, vivienda, transporte, sanidad, política económica, gestión del territorio, ordenación de las aguas, seguridad y otros tantos asuntos que son los que tocan de cerca al ciudadano. El año empezó con un Gobierno y acabó con otro, pero los mismos problemas que recibieron 2005 estaban sobre la mesa en fin de año. El presidente no lo tiene fácil. El 2006 preelectoral se le ha echado encima a él y a la reforma del Estatuto. El ruido que tanto le molesta -polémicas, trifulcas, etcétera- apenas dejará escuchar lo que tiene que contarnos.
El Presidente. BIOGRAFÍA
Adán Martín Menis nació el 19 de octubre de 1943 en Santa Cruz de Tenerife. Estudió en las Escuelas Pías y en 1960 se trasladó a Barcelona para continuar su formación. Ingeniero industrial y diplomado en Dirección de Empresas por la ESAE, inició su carrera política en 1979 como teniente de alcalde del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, presidido por Manuel Hermoso. En 1987 fue elegido presidente del Cabildo de Tenerife, cargo que desempeñó durante 12 años. En 1999 entró a formar parte como vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda del Gobierno de Canarias presidido por Román Rodríguiez. Preside el Gobierno de Canarias desde 2003, primero en coalición con el Partido Popular y, desde mayo de 2005, con un ejecutivo exclusivamente nacionalista.
El ‘factor’ ANTONIO Castro
La presencia de Antonio Castro Cordobez (Los Llanos de Aridane, 1946) en el Gobierno de Canarias parece indisolublemente unida a la formación del propio ejecutivo. El dirigente palmero ha permanecido ininterrumpidamente al frente de alguna consejería desde 1987 y ha formado parte de siete gabinetes diferentes, bajo la presidencia de dirigentes tan distintos como Fernando Fernández, Lorenzo Olarte, Jerónimo Saavedra, Manuel Hermoso, Román Rodríguez o Adán Martín. El líder de los nacionalistas palmeros ha sido consejero de Agricultura (87-95), Presidencia (95-99), Obras Públicas (99-03) e Infraestructuras (desde 2003). Castro Cordobez sumará 20 años como consejero al término de la presente legislatura.