Vivir en la cola

Las carencias de la autovía TF-5 asfixian al norte de Tenerife desde hace décadas, sin vislumbrarse una solución a medio plazo

Este artículo empieza a ser un clásico del Anuario de Canarias. Se repite en cada edición de este resumen de temas y lo hace como si de una foto fija se tratase. La TF-5, popularmente conocida como autopista del norte, se ha convertido en el rincón de pensar favorito de miles y miles de tinerfeños, un lugar donde se refleja perfectamente el carácter resignado del canario.

Cualquier residente del norte que trabaje en el área metropolitana y que deba incorporarse a su puesto a las ocho de la mañana sabe que debe salir de casa con un margen de 90 minutos, pues en circunstancias normales un recorrido de 30 kilómetros en la TF-5 se completa en más de una hora, con retenciones desde Santa Úrsula. Y si llueve o se produce un accidente, el tiempo de espera se puede doblar. Si la situación ya era grave antes de la pandemia, ahora, con la enfermedad, se ha constatado que casi nadie comparte coche, lo que ha complicado la situación más si cabe.

En el pasado, con la boca chica, desde algunos despachos públicos se señalaba al uso inadecuado del vehículo (una persona, un coche) como principal causante del colapso circulatorio. Opiniones vertidas sin duda por personas que pueden ir caminado a su puesto de trabajo y que desde luego no sufren el calvario matutino. En otras palabras, que desconocen la geografía del lugar que gobiernan.

Pongamos como ejemplo el hipotético caso de un joven estudiante que reside en Palo Blanco, Los Realejos. ¿Puede ir a La Laguna en guagua? Claro que sí. Debe tomar una desde su barrio al Realejo Bajo, donde podrá tomar otra de las que pasan por ese punto hasta la Universidad. Ya le digo a usted que tardará más que si va en coche. Y eso a lo largo de un curso son muchas horas. Y cansa. Los padres de este joven estudiante o le comprarán un coche o le dejarán el suyo.

Entre Los Realejos y San Juan de la Rambla se han producido desprendimientos que han mantenido la vía cerrada o con restricción de tráfico durante meses para sanear las laderas, obligando a tortuosos desvíos

La gran mayoría de alumnos del Norte se desplazan a La Laguna en su vehículo. Por eso, el habitual usuario de la TF-5 sabe que el curso universitario es el elemento que termina de colapsar la vía, teniendo por ello en su cabeza muy presente el calendario: inicio de las clases, fuga de San Diego, vacaciones de Navidad, Carnaval, Semana Santa y verano, épocas de exámenes… Todo eso entra en la ecuación para poder ganarle al despertador un cuarto de hora según la época del año.

El veterano conductor sabe que la principal arma para convivir con la cola es la paciencia y permanecer en el carril de la derecha, que es el más rápido. Sabe que la peor zona, la de mayor congestión, es la que va de Tacoronte a Guamasa. Sabe también que abandonar la vía y buscar atajos por alguna carretera secundaria rara vez es solución. La procesión acaba a la altura de Los Rodeos, cuando se abre un tercer carril que le permite meter una marcha más y pasar de los 20 kilómetros a la hora.

Ese conductor se ha ido haciendo mayor al tiempo que ha ido viendo hacerse la cola cada vez más larga y lenta. Cuando se habilitó el tercer carril entre La Laguna y Los Rodeos parecía que todo se arreglaría, pero no fue así y lo único que ocurrió es que se mudó la cola de sitio. Luego se vendió la ida de que los túneles del padre Anchieta serían la solución, pero sobre los mismos se colocó una rotonda con nueve bocas y otros tantos pasos de peatones para facilitar el tránsito de estudiantes hacia las facultades que se encuentran en el margen derecho de la vía. Más tarde se ubicaría en el lugar un intercambiador, lo que ha acrecentado el embudo.

Se habla desde hace años de un bypass a la derecha del aeropuerto para evitar el paso por el centro de La Laguna y también de un carril bus-VAO. Ahora, de una pasarela para peatones sobre la rotonda del padre Anchieta y soterramiento de la carretera de La Esperanza. Nada se ha hecho. Ni una primera piedra de ninguna de esas obras se ha puesto. Proyectos sí que existen. Papeles y más papeles y ni una sola solución.

Y es que la colección de ocurrencias es larga. Hace más de una década se habilitó un carril en sentido contrario por la vía en dirección norte. El experimento duró un día. Años más tarde se intentó un desvío para guaguas por la carretera que discurre paralela a la autopista, desde Guamasa hasta el aeropuerto de Los Rodeos. Después de unos meses, la idea se desechó.

Mientras todos estos capítulos se han ido sumando a la historia de la TF-5, en los últimos años ha empezado a escribirse uno nuevo, el de la cola en sentido contrario a partir de Guajara y hasta el aeropuerto. Un viernes, a partir de las 14 horas, la vía se atasca hasta bien entrada la tarde.

En 2018, el Cabildo y la empresa de transporte Titsa acometieron una reordenación de líneas al objeto de hacer más atractivo el uso de la guagua. Se crearon, por fin, líneas directas entre Santa Cruz y el Puerto de la Cruz con Los Rodeos. Esto podrá parecer algo menor, pero lo cierto es que si usted había tomado alguna vez la guagua para ir, por ejemplo, entre Icod de los Vinos y Santa Cruz, experimentó en carne propia que, antes de la creación de las líneas 020 y la 030, eran las del Norte las que daban el servicio con el aeropuerto.

Era un esperpento. Si su paso por Los Rodeos coincidía con la llegada de un vuelo de La Palma o El Hierro, con pasajeros camino del hospital, la parada se prolongaba minutos y minutos, con personas en su mayoría de avanzada edad que carecían de bono de transporte y que pagaban en efectivo. Y ocurría que ninguno de los pasajeros que venía del Norte se bajaba en el aeropuerto. Si el viaje era en sentido contrario, la guagua entraba al aeropuerto y, la mayoría de las veces, ni dejaba a nadie ni recogía a nadie. Un sinsentido que duró décadas.

El Cabildo y Titsa pusieron en marcha en 2019 la línea 310, pensada para quitar coches de la autopista. Se trataba de dejar el vehículo en los aparcamientos de los centros comerciales La Villa y El Trompo, y desde ahí ir directamente y sin paradas a La Laguna, Guajara y los hospitales. La línea, en la actualidad fuera de servicio, nunca disfrutó de una gran ocupación.

Esta medida, como otras descritas en este texto, siempre parecieron tomarse de cara a la galería, con la idea de dejar en el aire la sensación de que se hacía algo… y de paso, indirectamente, se señalaba al mago que colapsa la autopista porque se empeñaba en ir al trabajo en coche. Eso dicho en una isla donde la mayor parte del empleo lo generan pymes y donde se carece de grandes polos industriales.

¿Hacer por hacer?

En ese afán por hacer algo, algo para tapar bocas, el Cabildo y Titsa nunca han dado el paso de, por ejemplo, crear una línea directa entre La Orotava (40.000 habitantes) y el área metropolitana. Si usted quiere coger una guagua a Santa Cruz porque va al médico, tiene que bajar al Ramal de la Villa y subirse en una de las que por allí pasan. De Los Realejos (30.000 habitantes) se puede decir otro tanto de lo mismo. Sin embargo, si vive usted en Candelaria puede tomar la 122, que le llevará directo a Santa Cruz por la autopista.

Si usted vive en Segovia, por poner un ejemplo, y trabaja en Madrid, puede tomar un tren y estar en media hora en la capital de España y seguir recorrido utilizando el metro, el cercanías, la guagua o el taxi. Y lo mismo si vive usted en Toledo, por poner otro ejemplo.

Pero si vive usted en Barroso (La Orotava) y tiene que ir al médico, y ya no está para ponerse al volante, será mejor que le lleve algún familiar. Pero es que ni viviendo en el casco de la Villa, una persona de cierta edad, operada de rodilla o de cadera, se plantea echarse calle abajo hasta el Ramal y esperar allí una guagua.

Un poco de historia

Los habitantes de más edad del Norte conocieron un tiempo en el que no había autopista. Estaba la carretera general, popularmente conocida hoy como carretera vieja, cuyo trazado iba enlazando los distintos pueblos. Un tiempo en el que los tomates de Guía de Isora se sacaban por el norte porque por el sur el recorrido era mayor. Un tiempo en el que una guagua que salía del Puerto de la Cruz a las ocho de la mañana llegaba a La Laguna una hora más tarde. Curioso, menos tiempo del que se tarda ahora con autopista. Una guagua que hacía paradas en todos los pueblos, desde La Orotava a Tacoronte.

Luego se fue haciendo la autopista por tramos. Hubo un tiempo en el que la vía se interrumpía al llegar a El Sauzal. Se tardó años en horadar la montaña. Esas tres curvas enlazadas y mal peraltadas donde la Dirección General de Tráfico decidió en 2016 rebajar el límite de velocidad a 80 kilómetros por hora y controlarla con un radar. Los siniestros en el lugar han bajado espectacularmente.

Si usted transita por la vía con regularidad sabe que este punto negro de nuestras carreteras es sumamente peligroso, sobre todo si circula en sentido descendente y al llegar a la segunda curva se encuentra con un vehículo que desde El Sauzal pretende incorporarse a la vía, en un punto donde ¡no hay carril de aceleración! El consejo es levantar la vista y tener preparada la maniobra de pasarse al carril de la izquierda.

No es el único lugar de la carretera que carece de carril de incorporación. Otro punto crítico lo encontramos en el último cambio de sentido de Santa Úrsula en dirección Santa Cruz. Y otro más en el acceso desde Los Naranjeros hacia la capital. Auténticas ratoneras.

Hablamos de una vía donde aún es posible que se encuentre usted accediendo un vehículo a la misma desde una propiedad privada en la zona de Tacoronte. Una carretera iluminada desde Santa Cruz hasta Tacoronte, localidad donde desaparece esa ayuda a la circulación justo antes de las ya mencionadas curvas de El Sauzal.

Entre Los Realejos y San Juan de la Rambla, cuando la carretera ya no es autopista y se convierte en autovía, se han producido en los últimos años desprendimientos que han mantenido la vía cerrada o con restricción de tráfico durante meses para sanear las laderas, obligando a tortuosos desvíos por Los Realejos, Icod el Alto y La Guancha. Hablamos evidentemente de una carretera que, en muchas de sus zonas, si estuviese en la Península, sería considerada de montaña.

La instalación de cámaras a lo largo del recorrido y la publicación de fotos on-line a través de la web (https://cic.tenerife.es/web3/mosaicos/camaras_trafico.html) ha significado para muchos habituales de la ruta disponer de información con la que adaptar su paso por la misma, retrasando la salida en caso de lluvia o accidente y de esa forma no contribuir al colapso.

Resulta evidente que la digitalización y el coche sin conductor transformarán la movilidad en unos años. Esperemos que la TF-5 no llegue tarde a esa revolución.

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