Internacionalización canaria: constante histórica

Cuando a Canarias se le ha reconocido un régimen específico más liberal en lo político y en lo económico, las islas han conocido los periodos de mayor esplendor social, cultural y económico.

La vocación internacional de Canarias ha sido y es consustancial con su naturaleza archipielágica atlántica en medio de las rutas comerciales entre Europa, América y África. Este carácter es lo que ha impregnado la singularidad de nuestra sociedad y de nuestro marco institucional a lo largo de toda la historia de Canarias. Más allá de un rosario de anécdotas sobre estas singularidades, las restricciones a la libre circulación que se establecieron en toda España en siglos pasados encontraron en Canarias una excepción. Y todas estas cuestiones tienen un denominar común: la carencia de recursos naturales propios ha obligado a Canarias a vivir del comercio internacional. Y las decisiones políticas o económicas que lo restringieran afectaban directamente a la supervivencia, a su vez, política y económica de las islas. Precisamente, este comercio fue el que posteriormente permitió a Canarias desarrollar una agricultura de exportación, cuyo cultivo de cabecera ha ido evolucionando con el tiempo.

La dinamicidad y prosperidad social, cultural y económica de Canarias ha estado, a lo largo de toda su historia, ligada al grado de libertad política y comercial imperante en las islas. Así, cuando se ha pretendido aplicar el régimen aduanero, comercial y fiscal común español, ello ha provocado un estancamiento económico y social en las islas. Por el contrario, cuando a estas islas se les ha reconocido un régimen específico más liberal en lo político y en lo económico -y se las ha dotado de instrumentos, institucionales y económicos, como los Cabildos, exenciones arancelarias, Puertos Francos, el REF, integración específica en la UE, etc-, las islas han conocido los periodos de mayor esplendor social, cultural y económico.

Esta apertura internacional de Canarias se concreta en algo nunca suficientemente valorado como ha sido el aporte de divisas que siempre Canarias realizó a la Hacienda de la Corona o del Estado después. Las divisas provenientes de esas relaciones comerciales contribuyeron de manera importante a la importación de maquinaria básica para el desarrollo de la industria y la agricultura de toda España. Este papel de proveedor de valiosas divisas se mantuvo hasta la segunda mitad del siglo XX con el turismo, perdiendo importancia a partir de la integración de España en la UE y la total apertura de su economía a nivel mundial. Si el comercio y las comunicaciones internacionales permitieron el desarrollo de la agricultura de exportación (vino, azúcar, cochinilla, tomates, plátanos), el desarrollo tecnológico de las comunicaciones con la aparición de los reactores en la aviación comercial permitió el desarrollo de la exportación, en este caso, de servicios como el turismo, que junto al aprovisionamiento de buques han sido los renglones más importantes de nuestra economía durante la segunda mitad del siglo XX.

A pesar de lo que se pudiera pensar, Canarias es una de las economías más abiertas de todo el Estado español, más sensible a la evolución económica de la UE y más expuesta a la competencia internacional. El turismo es una actividad de máxima competencia internacional sin apenas barreras financieras o tecnológicas de entrada. El siglo XXI conforma una oportunidad para Canarias, cuyas fortalezas son su nivel de oferta de infraestructuras de transporte, la intensidad y calidad de las comunicaciones marítimas y aéreas con el continente europeo, el nivel de desarrollo de su sociedad y su economía, un marco institucional europeo singular, con su propio régimen económico y fiscal, un sistema formativo homologado internacionalmente y un tejido productivo moderno y con capacidad suficiente tecnológica y financiera.

Con el objetivo de potenciar el papel internacional de Canarias en esta zona geográfica del mundo se ha elaborado la modificación del Estatuto de Canarias: incluir las aguas canarias dentro del ámbito de soberanía canaria, poner las infraestructuras del transporte al servicio de esta estrategia, los controles externos sanitarios, fitosanitarios y aduaneros y de vigilancia en las costas. Además, se busca una mayor capacidad para adaptar nuestras especificidades fiscales, financieras y económicas en general y la modulación de las políticas sectoriales estatales a las singularidades de Canarias, como reconoce el proyecto de constitución europea para las políticas de ámbito comunitario. Para afrontar este gran reto de aprovechar las ventajas derivadas de la situación estratégica de Canarias hay que tener una mayor presencia política en la zona y para eso lo primero es crecer como pueblo, mejorar nuestra autoestima y otorgar más crédito y prestigio a nuestras propias instituciones.

Además de ello, es necesario cubrir y fortalecer nuestras defensas frente a lo que constituyen amenazas o riesgos inherentes a la internacionalización. Seguridad integral: seguridad para las personas, seguridad sanitaria y seguridad jurídica. Este aspecto es el básico en cualquier proceso de apertura internacional. En Canarias lo es más que en ningún otro lugar por nuestra proximidad a África, por estar en mitad del Atlántico y por la dependencia económica del turismo y su sensibilidad a estas cuestiones. La inmigración irregular -tanto la que entra sorpresivamente por pateras o cayucos como la que entra de forma regular por los aeropuertos y se transforma en irregular a los tres meses- constituye una primera derivada de esa política integral de seguridad. Este fenómeno requiere de múltiples mecanismos de información y normativas específicas que permitan un control. Para ello, lo primero es reconocer que la inmigración irregular es un eje básico de la política de seguridad y, por tanto, una contingencia a abordar. No porque los inmigrantes sean delincuentes o terroristas -esto es una simplificación demagógica inaceptable y xenófoba- sino para evitar que la intensificación de circulación de personas por las islas suponga su saturación física y sociológica.

Es imprescindible disponer de estos mecanismos, básicamente normativos, de capacidad política para las relaciones fluidas con los países del entorno. Todo ello implica un nuevo traje, nuestro nuevo Estatuto de Autonomía. De lo contrario, este proceso, vital para el desarrollo de estas islas, puede ser percibido por la sociedad canaria más como una amenaza que como una oportunidad y, por tanto, generar un rechazo. Ello supondría perder una oportunidad, incluso una marcha atrás, como ya ocurrió en fases anteriores de la historia de estas Islas. Cuánto tenemos que aprender de nuestra historia. Estoy seguro de que la juventud canaria -que combina el carácter canario generoso y solidario con su tradicional vocación internacional, e incorpora algo que le faltó a sus padres, un mayor orgullo y autoestima- será la que impulsen este nuevo proceso. Pero para ello es nuestra responsabilidad dotar de un nuevo Estatuto de Autonomía a Canarias, a fin de poder disponer de los instrumentos que Canarias necesita para esta nueva apertura internacional en el siglo XXI.

Facebook
Twitter
LinkedIn
COrreo-e
Imprimir

Patrocinadores

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad