La mayoría de deportistas profesionales tienen un serio problema con la relación que existe entre su comunicación tradicional, la que ejecutan en las redes sociales y su futuro deportivo
Quería iniciar mi artículo de este año haciendo algún soberbio paralelismo entre la frase más viral de los últimos doce meses “hay tiempo de comer” y la comunicación. Pero simplemente no le encontré sentido así que dejo la anécdota plasmada en el mejor armario anual del periodismo canario y por lo menos queda mi conciencia tranquila.
Alejando de la ecuación a los que tienen la inmensa fortuna de contar con agencias de representación de alto nivel que les permite contar con una estructura muy consolidada, el resto de deportistas profesionales tienen un serio problema con la relación que existe entre su comunicación tradicional, la que ejecutan en las redes sociales y su futuro deportivo. Ellas y ellos quizá no le den demasiada importancia, pero en este presente donde hemos pasado de nueve planetas a más de cinco mil en apenas unos cuantos lustros, si se te va la pinza en tus redes sociales déjame escribirte que estás vendido y a la intemperie en la jungla más destructiva.
Un deportista que gane una importante suma de dinero al mes por su talento, al igual que invierte en fisioterapeutas, odontólogos o psicólogos, debería hacer lo mismo con un profesional serio de la comunicación que le asesore en cada movimiento que haga en sus ventanas digitales y en su manera de comunicar en el día: cómo hablar en público, qué palabras utilizar, qué fotografía poner, cuándo, con qué mensaje…qué responder en las diferentes escenas que se le presenten durante la temporada. Y ojo con esto: a quién seguir. Y no es que se quiera coartar la democrática libertad del ser humano en algo que le pertenece. Simplemente hablamos de asesorar para mejorar su relación con el exterior y, además, consolidar que su carrera deportiva sea prolongada.
Profundizo. Díganme cuántas veces en una rueda de prensa, poniendo al deportista que estimen, escuchamos “la verdad que sí”, “y bueno”, “el próximo partido es una final”, “nuestra afición es soberana”, “·sí sí sí, lo cierto es que…”. Podría continuar con todo un decálogo de frases típicas, pero con este recital de opciones me basta. No es trabajo de un departamento de comunicación de un club estar detrás de todos y cada uno de los futbolistas (por poner un deporte cualquiera), corrigiendo lo que dicen o cómo lo dicen. Aunque cierto es que les toca luego apagar algún que otro fuego cuando llegan hasta sus despachos las hazañas digitales de los componentes de una plantilla.
Deben ser, por tanto, los deportistas los que den un paso y entiendan la necesidad de contar con profesionales solventes en su entorno. Que cuando vayan a dar una rueda de prensa estén a su lado y les digan “este fin de semana jugarás contra este rival, que lleva tres derrotas y dos empates. Para ti va a ser un partido trabado porque delante tienes a mengano que es muy rápido y habilidoso así que no tendrás más opciones que controlarlo con algún compañero para cerrarle los espacios; en los últimos cinco minutos de cada partido suelen marcar por lo que las opciones de puntuar pasan, sobre todo, en estar concentrados en ese tramo que será cuando más aprieten. Ah y, por cierto, en este equipo llegó a jugar un canario, así que hazle un guiño que seguro que estará en la grada viéndolo con su familia”.
Estarán conmigo que este relato es mucho más enriquecedor que el tradicional “sí la verdad es que sí, ellos están muy bien, han sumado muchos puntos y la verdad es que va a ser un partido difícil. El míster nos ha dicho que tenemos que salir a ganar desde el primer momento y la verdad es que vamos a darlo todo. La verdad es que queremos marcar para ganar y dedicárselo a nuestra afición que, la verdad, siempre nos apoya en todo y necesitan una alegría. La verdad. La verdad que sí. Sí”. El fútbol y sus deportistas serían más interesantes con discursos trabajados, sin duda alguna.
Metámonos ahora en el barro. Qué pasa cuando damos un paso hacia adelante y nos introducimos casi que un ámbito más íntimo del profesional. No hablo de otra cosa que de sus redes sociales. Tik Tok, Instagram y Twitter. No hay más. Ese es su ecosistema. El trato cercano con el peligro absoluto. El borde en el acantilado. Allí donde Clint Eastwood se relamería con su M29 separando el grano de la paja a balazo limpio. Las malditas redes sociales. Su charco favorito.
Podría ponerles ejemplos de profesionales que han arruinado su carrera por su presencia digital. Que pasaron de ser promesas en la élite a no salir ni en los cromos de Panini. Quién les dijo a ellos que hacer vídeos en vertical bailando sin camisa mostrando pechote y abdominales (tranquilos que llegarán a nuestras edades y se las verán en el gimnasio sufriendo para bajar cada kilo), les traería más notoriedad y éxito sobre el terreno de juego. Grabarse conduciendo o de fiesta bebiendo alcohol. Todo esto son actitudes que para nada deben estar dentro del reglamento básico del buen comportamiento del profesional que quiere seguir viviendo del deporte profesional. Amigo, desde que haces algo así dejas de ser profesional directamente.
Y luego tenemos el terreno más peligroso en el que me gustaría no solo ahondar sino también reflexionar. Las redes sociales como agenda de contacto. Me preocupa y mucho que, desde el exterior, un deportista destaque por el uso de las redes sociales como arte amatorio porque eso no solo lo perjudica a él sino al club que representa. Basándonos en la efímera teoría de que los deportistas se encuentran en el Olimpo de Adonis mientras conviven y se relacionan en una clase social alta (por un par de años), el hecho de entender que se pueden usar las ventanas digitales para acercarse a la pasión de una noche de verano es arriesgado. Prueba de ello son los mensajes públicos de muchas y muchos usuarios que, sin ningún problema, han comunicado al exterior que han sido contactados por un DEPPI (Deportista Profesional Perfectamente Identificado), cuando en ningún momento la otra parte ha mostrado interés alguno por esa conexión o match.
La lógica reacción del resto de usuarios de la red, sorprendidos por lo ocurrido, deja en entredicho al profesional que queda como el ave rapaz en busca de una presa para sobrevivir. La ristra de memes ante tal situación provoca un problema de dimensiones inimaginables. Porque un usuario que recibe esa información no tiene piedad. Ni siquiera si hablamos del mejor delantero de todos los tiempos: está haciendo un uso indebido de sus perfiles y punto. Y si alguien lo denuncia, se propaga. Luego vienen los problemas.
Y es esta la reflexión a la que quiero que lleguemos, colegas. ¿Alguien de nosotras y nosotros ha dado el paso en alguna ocasión de plantarse delante de un caso así y asesorar al profesional? Aunque en un primer momento sea de manera altruista. ¿No creen que, llegados a una edad, tenemos la posibilidad y nos hemos ganado el respeto a que ellos escuchen nuestros consejos? Mi respuesta es que muchos se han quedado a medio camino de hacerlo y el resto apenas lo ha intentado. Posiblemente quienes me leen ya tengan su trabajo, pero la otra parte que el destino le ha jugado una mala pasada profesional y está pensando en alternativas, reflexionen con esta idea que les propongo.
Y les cuento esto porque recientemente he hecho seguimiento a un deportista que poco a poco apaga su vida profesional sin pena ni gloria y con un dossier de malas prácticas en las redes sociales que, en parte, lo han llevado hasta la peor de las orillas posibles. Que pudo haber sido un buen jugador con una trayectoria estable en una importante liga del mundo, a ser olvidado. A tener una cuenta corriente voluminosa, a empezar a pensar que todo se ha esfumado y nadie nunca le puso reparo a tal despilfarro. ¿Por qué? Porque necesitó ayuda profesional y nunca la pidió; pero también porque quienes pudieron ofrecérsela posiblemente tampoco lo hicieron.
Esta es una nueva opción laboral que te pongo sobre la mesa: aquellos profesionales que están comenzando a despuntar y que su carrera puede estallar (para bien), en cualquier momento, ofrézcanle sus servicios profesionales como asesores en comunicación off y on line. Con un buen plan de trabajo marcado. Sabiendo en todo momento qué se debe propagar en redes sociales, con diseños bien redactados gramaticalmente, trabajando sus discursos públicos con horas de entrenamiento y formación. Siendo serios y estrictos. Y en constante conexión con quien lo representa, familia y entorno.
Manteniendo las distancias entre deportista y experto en comunicación, pero con el único objetivo de que cuando uno esté sobre un terreno de juego y el otro observándolo desde la altura, ambos sientan la satisfacción del trabajo bien realizado. Por mi parte, si solo una persona de las que ha leído el artículo le despierto el interés, da el paso y lo consigue, este carrusel de letras desordenadas habrá servido para algo. Algo de lo que me sentiré eternamente orgulloso.