Canarias: pateras, demografía y otros problemas de la sociedad

El año 2005 no ha sido precisamente un año intrascendente en Canarias en el aspecto social: la inmigración -con la ilegal en primera línea informativa- y el acelerado crecimiento demográfico son algunos hechos que vinieron a trastocar un poco más el ‘statu quo’ del Archipiélago. Pero no fueron los únicos.

Canarias vivió en 2005 escándalos sangrantes en los centros donde viven los menores de edad conflictivos, vio cómo aumentaron la violencia doméstica y las agresiones sexuales -aunque las estadísticas oficiales digan que bajó el número global de delitos- y también observó cómo continuaba el descubrimiento de grandes alijos de droga, pues Canarias sigue en la ruta de los barcos que transportan, sobre todo, cocaína desde Sudamérica a Europa, a veces con destino final en el propio Archipiélago. Además, el nivel de pobreza alcanzó a más del 18% de la población, esta vez con datos no de Cáritas, sino de la Encuesta de Ingresos y Condiciones de Vida en los Hogares realizada por el propio Gobierno autónomo a través del Instituto Canario de Estadística. Pero si el examen de cualquiera de estos fenómenos resulta poco tranquilizador, la arribada de pateras a las costas ha sido el más persistente y dramático. Veamos como transcurrió.

2005 fue el año en que los traficantes de personas cambiaron de estrategia para traer su carga humana a Canarias sin ser descubiertos. Las variaciones se apreciaron en tres aspectos. El primero fue el desplazamiento de las rutas de las pateras hacia las islas occidentales. Los datos son concluyentes: mientras disminuyeron las arribadas a Lanzarote y Fuerteventura, Tenerife recibió 17 barquillas el año pasado, cuando el anterior sólo habían llegado dos; y en La Palma, única isla donde no se había producido ningún desembarco hasta entonces, ven la primera patera el 27 de diciembre. Un día después ocurre algo insólito, a lo que a están relativamente acostumbrados los bañistas de las islas orientales, pero no los de Tenerife: un grupo de subsaharianos desembarca en pleno centro de Playa de las Américas, junto a la llamada milla de oro, dejando sus ropas mojadas tiradas en el solarium donde se tuestan los turistas europeos.

La segunda novedad en materia de inmigración ilegal por mar fue la aparición de barcos -normalmente pesqueros, más aptos para el desguace que para la navegación- que parten de puertos africanos a veces tan lejanos como el golfo de Guinea, como medio de transporte colectivo. El caso que causa más impacto es la llegada de un viejo cascarón con 227 subsaharianos a la costa de Arico en la madrugada del 5 de febrero, escoltado por la Guardia Civil, que había sido puesta sobre aviso por unos pescadores. La embarcación va escorada, ya que sufre una vía de agua, y sus ocupantes piden auxilio a voces. Algunos llegan en un estado físico lamentable. No es de extrañar: según relatan, llevan treinta días en el mar.

Una tercera novedad en la estrategia de los traficantes es que empezaron a fabricar las pateras con materiales más resistentes para la travesía, ahora más larga, y también a dotarlas de sistemas de propulsión más rápidos y seguros. Así, aparecieron las primeras embarcaciones hechas no ya de la tradicional madera, sino de fibra; al mismo tiempo, las fuerzas de seguridad filtraron su sospecha de que algunas de estas chalupas son remolcadas por pesqueros marroquíes, mauritanos y hasta españoles durante un trecho del camino, naturalmente, a cambio de una cantidad de dinero. Se habla de unos 3.000 euros. Todas estas estratagemas son, en definitiva, la respuesta de las mafias a dos problemas que encuentran cada vez más insalvables: el reforzamiento de la vigilancia electrónica en el estrecho de Gibraltar y la casi imposibilidad de sorprender a las patrulleras de la Guardia Civil en las costas de Fuerteventura o Lanzarote, donde siempre se las espera.

Efectividad policial

Pero, además, en 2005 el Gobierno español pasó al contraataque y empezó a atajar la inmigración ilegal en su origen. Gracias a la cooperación policial con algunos países africanos, pudo desplegar agentes desde Mauritania hasta el golfo de Guinea para recoger información sobre las operaciones para organizar estos viajes masivos, que requieren semanas de preparación. Unas veces son las policías de esos países las que actúan para abortarlas; otras, se limitan a dar el aviso a España de que el barco ya ha zarpado. En ese caso, se le se hace un seguimiento por alta mar, esperando el momento más oportuno para obligarlo a dirigirse a tierra. Pero algunas embarcaciones logran escapar al control policial y sueltan la carga humana que llevan en sus bodegas a pocas millas de la costa canaria y de noche, perdiéndose después en la oscuridad del océano. Es lo que cuentan, por ejemplo, los subsaharianos detenidos a bordo de una patera cerca de la costa de Santa Cruz de Tenerife la noche del 12 de diciembre. Cuando el buque Salvamar sale en persecución de la supuesta nave nodriza, ya es demasiado tarde.

El año pasado se saldó con un evidente retroceso en el número de pateras llegadas a Canarias y un 44% menos de detenidos por este motivo que en 2004. Pero eso no resta dramatismo al fenómeno. A lo largo del año, 226 inmigrantes perdieron la vida, en su mayoría ahogados, pero también a causa del frío o el agotamiento que padecen durante la travesía marina. La cifra es de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, que no incluye a los que mueren en el desierto, antes de llegar al punto de embarque. Lo que no precisa es si 226 es el número de cadáveres rescatados de las aguas y llegados a bordo de las pateras, o incluye también los cuerpos nunca encontrados de los infelices que no resisten el viaje y son arrojados por sus compañeros por la borda. Porque estas historias escalofriantes las relatan a menudo los que consiguen llegar vivos.

A pesar de todo, las autoridades estatales en Canarias presentaron la disminución de la llegada de pateras como el éxito de su política contra la inmigración ilegal. Política que continuó denostando el PP, que retomó el argumento del efecto llamada que, a su entender, provocó la regularización masiva de trabajadores extranjeros irregulares que se realizó en toda España y que en Canarias supuso la admisión de más de 21.000 solicitudes. Coalición Canaria también se sumó al coro de los ataques, aunque modulando la intensidad, en función de la coyuntura. No en vano, sus dos acuerdos de apoyo a los Gobiernos de Aznar, primero, y Zapatero, después, dejaba a los nacionalistas en una posición poco defendible al respecto.

La inmigración legal

Pero las pateras no fueron más que una gota en el océano de la inmigración que llega a Canarias, tanto legal como ilegal. La verdadera preocupación, sobre todo para el Gobierno autónomo -que siguió reclamando el año pasado la necesidad de establecer controles más rígidos- es el flujo de falsos turistas que penetra a diario a través de los aeropuertos. No sólo por eso, pero sí en gran parte, al empezar el año 2005 a Canarias le faltaban poco más de treinta mil personas para llegar a los dos millones de habitantes, cifra que, muy posiblemente, se alcanzó al llegar diciembre. Se trata del último dato oficial, el que facilita el INE, referido al 1 de enero de 2005. Por tanto, en realidad, mide la evolución demográfica de 2004. De su análisis se infiere que el crecimiento poblacional sigue sin ser de tipo vegetativo (diferencia entre nacimientos y muertes), sino resultado de la aportación que suponen los foráneos. Y, entre ellos, la gran mayoría son extranjeros.

Porque, si a la fecha indicada había en Canarias 176.948 españoles procedentes de otras comunidades autónomas, los extranjeros eran 222.260 (278.580 si se incluyen los nacionalizados) y suponían el 11,29% del total de los habitantes de las Islas, una proporción superior a la media nacional, aunque haya otras regiones donde la cifra es más alta aún. Y, claro, aparecen los primeros casos llamativos: Santiago del Teide se convierte en el primer municipio canario en contar con más vecinos nacidos en el extranjero -aunque algunos estén nacionalizados- que en el propio país: el 51,6% de los empadronados procede de fuera de España. Mientras, Adeje va por el mismo camino, con un 46%. El crecimiento desaforado del número de inmigrantes, normalmente varones que llegan solos y para trabajar, provoca otro cambio sociológico conocido al llegar 2005: ya no existe la tradicional superioridad femenina de la pirámide de población. En Canarias hay más hombres que mujeres. La inmigración extranjera se deja notar también en las aulas, donde 22.000 alumnos de los niveles no universitarios procedían de otros países -nada menos que de 135- al empezar el año y representaban el 7,1% del total de estudiantes.

En realidad, las cifras no son tan altas si se comparan con otros lugares de España. En lo que Canarias sí se sale de la norma es en la velocidad con la que aumenta el número de extranjeros. Un último dato: en el censo cerrado a 1 de enero de 2005 suman el triple de los que había el mismo día de 2002. Las nacionalidades más numerosas son, por este orden, alemanes, británicos, colombianos y argentinos. Eso sí, los nacidos en las islas siguen siendo la gran mayoría de la población canaria, 1.512.752 personas.

Facebook
Twitter
LinkedIn
COrreo-e
Imprimir

Patrocinadores

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad