Ganadería y pesca, tan lejos y tan cerca; tan diferentes y tan parecidas a la vez. En estos casos, tierra y mar comparten lo peor en Canarias: la existencia de crisis prolongadas y la suma de incapacidades para dar un vuelco a los problemas estructurales que afectan a esos dos subsectores. Ni la Administración ni los agentes económicos, ni ambos juntos, han sabido superar la debacle.
El sector institucional y el sector privado no han sido capaces, pese a la gran variedad de apoyo público y a las múltiples posibilidades existentes, de sortear la crisis que estos subsectores arrastran desde hace decenios y que, en el caso de la pesca isleña, tiene su hito más nefasto en el cierre a la flota comunitaria de los caladeros administrados por Marruecos en noviembre de 1999, mientras que para la ganadería local la remontada no ha sido posible desde 1992, cuando el archipiélago se integra de lleno en la Unión Europea (UE) y en las islas pasa a aplicarse el parcialmente criticado por los ganaderos Régimen Específico de Abastecimiento (REA), uno de los pilares del Programa de Opciones Específicas por la Lejanía y la Insularidad de las Islas Canarias (Poseican). La paradoja es tan perfecta que sería útil en los manuales de la ESO: la ganadería se estanca y pierde peso económico en términos reales en las islas cuando a Canarias se inyecta desde la UE apoyo público directo e indirecto, antes inexistente, definido con el objeto básico de potenciar el desarrollo de las producciones agrarias locales, entre ellas las de tipo pecuario. Con esto, queda casi todo dicho.
Canarias no sabe, no puede o quizá ya sea imposible. Imposible, seguro que no, pero que las islas son incapaces o no tienen idea de cómo hacerlo, de esto no debe quedar duda alguna. Debe ser también por que se echa en falta la voluntad política y el recurso humano cualificado. Pruebas que sostengan aquella afirmación hay miles y en todos los ámbitos: en las instituciones públicas con competencias en el sector primario, en especial la Consejería de Agricultura; entre los agentes económicos privados y en el seno de un sinfín de organizaciones de productores pecuarios y pesqueros, que, muchas de ellas, comparten nota de suspenso en gestión y en programación y ordenación de las producciones, los recursos y los mercados, justo sus objetivos fundacionales. Y mejor no hablar del cumplimiento de la normativa higiénico-sanitaria. El panorama no pinta nada bien, y la culpa es compartida. Para el que dude, sólo un dato de hace pocos años: el subsector pesquero canario, de gran importancia nacional antes de 2000, se ha reducido, tras la conclusión del último convenio de pesca firmado por Marruecos y la UE, a las embarcaciones de tipo artesanal integrantes de las flotas de litoral y bajura, mientras que las unidades de las flotas sardinera y de cefalópodos han sido barridas del mapa.
La clave: Marruecos
El golpe de Marruecos no fue ninguna broma para Canarias. El cierre del banco canario-sahariano significó para las islas, de un día para otro, del 31 de octubre de 1999 al 1 de noviembre del mismo año, dejar de tener operativas embarcaciones industriales que aportaban, nada más y nada menos, que dos tercios de la riqueza generada por el subsector extractivo en el archipiélago (sin contar la aportación de los trabajos en tierra). Fue una gran mutilación, una mutilación que ahora, a partir del 1 de marzo de 2006, se podrá sanar, sólo en parte, en su mínima parte, gracias a la anunciada apertura de las aguas controladas por Marruecos a unidades artesanales de la Unión Europea. Esta noticia, junto a la existencia de mucho apoyo público procedente del fondo estructural Instrumento Financiero de Orientación de la Pesca (IFOP) y a la renovación del programa conocido como Poseican-Pesca (ayudas comunitarias a la comercialización de la pesca capturada por la flota isleña), ha sido la única bien recibida por el subsector canario en los últimos años. Las islas, con la nueva coyuntura que hay desde marzo, aspiran a tener más posibilidades de pesca para sus naves de bajura en túnidos y demersales. Sí, es poco, pero peor es nada. La vuelta al mejor pasado es impensable.
En ganadería, las cosas no andan mucho mejor. En efecto, la entrada plena de Canarias en la UE, que se consolida en 1992, produce un efecto no deseado y ya expuesto en este análisis: la competencia, considerada desleal por los ganaderos canarios, de productos de origen pecuario que se importan con ayudas del REA, en algunos casos muy elevadas, o con exención arancelaria y que compiten en el mercado local con las ofertas isleñas (quesos, leches, carnes…). El subsector ganadero, víctima de sus propias contradicciones, incapaz de actuar como grupo de presión con capacidad para poner contra las cuerdas al Gobierno de Canarias (lo que sí saben hacer los importadores de productos agroalimentarios, que han ganado la partida), desarticulado por completo, con bajísima capitalización de las explotaciones y sin organizaciones capaces de fortalecer a las unidades de producción, de orientar las ofertas y de controlar la distribución, sólo ha podido crecer en algunas actividades y en otras, las tradicionales y de mayor potencial económico, perder fuerza a gran velocidad.
La comprobación de que esto es así se halla recurriendo a los datos oficiales de la propia Consejería de Agricultura. En menos de 10 años, en nueve, el ingreso por venta de leche de vaca se ha reducido casi a la mitad de 1995 a 2004 (a precios corrientes). Con la carne ha pasado casi lo mismo: en 1999 era la actividad pecuaria que más aportaba al subsector ganadero, mientras que en 2004 ese puesto lo pierde y baja un escalón. En este panorama desolador, entran pequeños rayos de luz: la trayectoria ascendente de las producciones de leches de cabra y ovino, por la buena acogida en los mercados canarios del queso fresco de cabra y también de los de mezcla, y la escalada de las ofertas de carne de cabra, oveja y pollo, que se comportan de forma diferente a la de bovino, prácticamente desaparecida del espacio regional y con precios de risa pagados al ganadero. Y esto último, que sí que está claro, por el efecto negativo en Canarias del sistema REA.
Ganadería y pesca, tan lejos y tan cerca; tan diferentes y tan parecidas. Tan dejadas de la mano… por la incapacidad de los gestores públicos y de los dirigentes del subsector de diseñar políticas adecuadas, por la poca voluntad político-administrativa de defender medidas eficientes y por la existencia de malos gestores. Y así peor que se pondrá todo.