La música popular muestra sus sabores y su calidad en Canarias

Han pasado más de 20 años. Y no en balde, precisamente, para la música. Canarias ha cambiado mucho en las dos últimas décadas. Y la música popular, ese concepto que es una especie de cajón de sastre de muchos géneros (desde el folclore hasta el pop o la fusión; o sea, casi todo menos la clásica y el jazz, para entendernos) no ha quedado al margen de esta mutación cronológica.

Estoy convencido de que la música popular en Canarias ha cambiado para mejor. Y que aquí no vale ese consolador engañabobos para los que cumplimos medio siglo de que “tiempos pasados fueron mejores”. Giramos la vista atrás y tratamos de recuperar la imagen de los ochenta, una referencia histórica de transición en este país, de aires democráticos y de empuje cultural. Allí estaban las Cajas de Ahorros con su particular revolución cultural institucional, un aglutinador Centro de la Cultura Popular Canaria, el imparable movimiento de la Nueva Canción Popular Canaria y el boom de la salsa. Los factotum de la salsa eran Javier Zerolo y Paco Padrón, mientras que en los otros frentes nos multiplicábamos, en aquellos tiempos de militancia cultural, Carmelo (mi hermano) y yo con mucha más gente. Pero Javier y Paco Padrón (curiosamente, los periodistas de antaño eran los productores musicales de hoy) eran los responsables de que se acuñaran dos frases históricas: “La salsa entra en Europa por Canarias” y “En Carnavales Latinoamérica se queda sin orquestas”.

Todo esto viene a cuento porque me encargaron un balance de la actividad de la música popular en Canarias en 2005. Y dándole vueltas a lo que debía escribir me vinieron esos recuerdos de otro tiempo que parece lejano pero que está a la vuelta de la esquina. Y la foto que memorizo me permite percatarme de algo de lo que no somos conscientes, inmersos en el día a día: cómo ha cambiado la oferta de la música popular, en este caso en Canarias, en poco más de 20 años. La salsa, por ejemplo, ha sido desbancada por un fenómeno reciente, el reggaeton, que, mira por dónde, y a pesar de los denuestos de un sector de la sociedad, tiene una valiosa representación insular en un dúo de gemelas, las K-narias, que no sólo han dignificado el ritmo urbano, fraguado en Panamá y Puerto Rico, sino que han demostrado que los barrios (proceden de Añaza, en Tenerife) también pueden ser cuna de creatividad.

Pero la salsa no ha muerto. Se encargó de demostrarlo en los primeros meses de 2005, en las dos capitales canarias, un espectacular Marc Anthony, que en Tenerife llegó a provocar gigantescas colas para acceder a su concierto. Y también dejaron patente que a la música latina aún le queda cuerda dos grandes figuras como el veterano Juan Luis Guerra y el sorprendente Juanes, que hizo vibrar al numeroso público que disfrutó con el talento de su canción comprometida. Mientras, el Festival de Jazz Heineken nos trajo a Carlinhos Brown, otro músico ejemplar que pasea por el mundo la samba y la alegría para que no olviden la realidad precaria de su pueblo y, en particular, de su favela, Candela, dónde la música es la receta contra la delincuencia de unos niños que reciclan materiales para tocar y transmitir ilusión como demostraron a finales de año en varias islas los componentes infantiles y juveniles de la escuela de percusión Lactomía.

El año dio para más, claro que sí. Sería interminable y engorroso citar aquí la nómina de intérpretes y grupos que desfilaron por las islas. Pero, claro, no podemos evitar la tentación de recordar la presencia de Bryan Adams, Pedro Guerra, Julieta Venegas, Pablo Milanés, el ciclo Dorada en Vivo, el ciclo de cantantes mujeres del Teatro Guimerá, los Arrecifes de la Música del Auditorio Alfredo Kraus y las aportaciones en esta línea del Auditorio de Tenerife, el Campus Rock y de tantos otros que engrosaron un apretado e intenso año para la música popular. Que no decaiga.

Un giro positivo

Decíamos que el panorama de la música popular ha dado un giro al cabo de más de dos décadas. Y el salto ha sido para mejor. La oferta es más variada y hasta las tendencias más minoritarias se han abierto hueco. Es cierto que se mantienen antiguos proyectos como el Festival Internacional de Salsa del Atlántico, el Merengazo o el encomiable Encuentro de Solidaridad con los Pueblos de África y Latinoamérica de Vecindario (Gran Canaria) y que Los Sabandeños no cejan en su prolífica producción discográfica, ahora con un álbum dedicado a la Cuba profunda, o que los cantautores encuentran cobijo en La Laguna (Tenerife). Pero no es menos verdad que otras expresiones novedosas como las músicas mestizas, las músicas del mundo o la fusión se abren paso con un progresivo número de adeptos. En este sentido cabe citar el Womad de Gran Canaria, con Salif Keita como estrella el año pasado; el Mumes en Tenerife con El Bicho o Sargento García como sus atracciones; o Fuertemúsica en Fuerteventura, que reunió a Carmen Paris o Nacho Mastretta.

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