La música tradicional canaria, un patrimonio que sigue ignorado

El interés por el conocimiento y estudio de la cultura tradicional se aprecia no sólo por la literatura de viajes, sino también a través de la obra de investigadores foráneos como Berthelot o Verneau, además de intelectuales locales como Bethencourt Alfonso. Hoy, en pleno siglo XXI, los proyectos de investigación sobre la música tradicional se han ido sacando adelante por iniciativas personales o de colectivos privados, no por las entidades públicas responsables en cuestiones culturales. Nuestro patrimonio de música tradicional continúa siendo un patrimonio ignorado.

El Archipiélago canario ha sido ocupado, a lo largo del tiempo, por grupos de población cuyos orígenes y patrones culturales destacan por su diversidad. Superponiéndose a la base aborigen, llegaron otras influencias culturales que fueron asentándose y convirtiéndose en elementos fundamentales para la identidad y cohesión interna del pueblo canario. Este compendio de relevos generacionales contribuyó a que el conjunto insular se convirtiera, a pesar de su fragmentación, en un importante enclave cultural que no podremos comprender sin valorar su compleja interrelación con los continentes africano, europeo y americano. El interés por el conocimiento y estudio de esa cultura tradicional se aprecia, no sólo a través de la literatura de viajes, donde nos podemos encontrar con interesantes descripciones de la realidad histórica de las islas y con documentos de gran valor etnográfico y antropológico, como los aportados por Olivia Stone, sino también a través de la obra de investigadores que encontraron en Canarias un amplio y aún inexplorado campo para sus estudios, como Berthelot o Verneau.

Pero el Archipiélago, además de atraer la atención de viajeros e investigadores foráneos, ha suscitado también la realización de trabajos por estudiosos e investigadores nacidos en las islas. En este sentido tenemos las referencias musicales ofrecidas por Bethencourt Alfonso y Pérez Vidal, que, sin duda alguna, inspiraron los estudios realizados por músicos y compositores tinerfeños, como Hardisson Pizarroso o Reyes Bartlet, a los que, en los últimos años, se han incorporado los del musicólogo canario Lothar Siemens Hernández. No obstante, la mayoría de estos trabajos se ha basado en fuentes fundamentalmente bibliográficas y, en consecuencia, carecen de un riguroso e imprescindible trabajo de campo. Por esta razón, desde los años ochenta del pasado siglo, presentamos al Cabildo Insular de Tenerife un proyecto de investigación sobre la música tradicional que abarcaría, de forma progresiva y comarcal, toda la isla.

Éramos conscientes de que, salvo aquellas manifestaciones, ya extraordinarias, en las que esta música aún permanecía viva, el resto se mantenía sólo en la memoria de sus intérpretes. Asimismo, observábamos que, paralelamente a este declive de la música tradicional, desde hacía ya varias décadas se asistía, en todo el Archipiélago, al desarrollo de un nuevo fenómeno musical: los llamados grupos folklóricos, que, inspirándose en dicha música tradicional y la de otros países, sobre todo latinoamericanos, se desenvolvía en el cada día más atrayente contexto del espectáculo. Para contrarrestar esta situación, que analizamos en profundidad en la ponencia presentada al Congreso de Cultura de Canarias (1981), proponíamos, como medidas prioritarias y urgentes, la recopilación del patrimonio cultural-etnográfico de Canarias y, de forma especial, del patrimonio de la música tradicional, que debía completarse con la creación de la especialidad de etnomusicología en nuestros estudios universitarios o de un organismo capacitado para formar a los investigadores, y con la creación de archivos, museos y centros de documentación.

Además, proponíamos la obligatoriedad de la enseñanza de la música tradicional en todos los centros educativos de Canarias, especialmente en los conservatorios de música y en los centros o facultades universitarias de formación del profesorado. Asimismo, instábamos a los organismos competentes a potenciar el desarrollo espontáneo de la música tradicional y de aquellos eventos que permitieran a sus intérpretes continuar practicándola, pues, de este modo, se contribuiría a su mantenimiento y difusión, y, al mismo tiempo, a potenciar las diferentes artesanías relacionadas con ella. Y por último, dado el progresivo desarrollo de los medios de comunicación, planteábamos la necesidad de ampliar los espacios dedicados a nuestra música tradicional y de que éstos fueran llevados por profesionales asesorados por especialistas.

Hoy, después de veinticinco años, tenemos que decir que todas estas propuestas aún siguen teniendo plena validez. En Tenerife, los proyectos de investigación sobre la música tradicional se han ido sacando adelante por iniciativas personales o de colectivos privados, no por las entidades públicas responsables en cuestiones culturales; la etnomusicología sigue estando ausente en nuestras especialidades universitarias y conservatorios, y en los demás centros educativos se ha introducido la música tradicional por iniciativas particulares y no de forma obligatoria por las instituciones académicas; la creación de un centro de investigación y documentación de la música tradicional sigue siendo sólo un proyecto, a pesar de que al Cabildo se le han presentado propuestas viables; y la especial y prioritaria atención y potenciación de nuestra música tradicional la han destinado, básicamente, a los grupos folklóricos en forma de numerosas ayudas económicas, contribuyendo así a la enorme proliferación alcanzada en estos últimos años.

Y lo peor de todo es constatar que lo ocurrido a finales del siglo XIX con el proyecto de creación de la Sociedad de Folklore Canario y la labor de Bethencourt Alfonso se vuelve a repetir. Pero hoy la situación es diferente, pues los responsables de nuestro Cabildo insular saben que en Tenerife existen archivos particulares, donde se guardan materiales audiovisuales únicos e irrepetibles que reclaman con urgencia el copiado en los nuevos y costosos soportes digitales; saben, asimismo, que es de su entera responsabilidad la protección de este patrimonio, tal como se recoge en la propia Ley de Patrimonio Histórico, Artístico y Etnográfico de Canarias (1999), y deben plantearse que para ello no basta con acordar esporádicas y parciales ayudas a proyectos de edición o a nuevos proyectos de investigación, como se está haciendo en estos momentos. Eso sólo denota, una vez más, que nuestro patrimonio de música tradicional continúa siendo un patrimonio ignorado.

La labor de los intectuales y los investigadores canarios

En Tenerife, desde el siglo XIX, la cultura tradicional, en particular la conservada en las zonas rurales de la isla, ha sido investigada por algunos intelectuales tinerfeños. Entre ellos, destacamos a Bethencourt Alfonso, quien, asumiendo muy tempranamente los planteamientos teóricos promovidos en España sobre los estudios del folklore por Machado y Álvarez (1881), y no pudiendo crear una Sociedad de Folklore Canario, acometió por sí solo la ingente y pionera labor que hubiera correspondido a esta institución. Así nos encontramos con que en 1884 publicó su Circular y Cuestionario de Canarias, inspirado en las Nueve Bases del Folklore Español, gracias al cual recogió sus valiosos Materiales para el Folklore Canario, obra que aún sigue inédita. Una nueva etapa en el desarrollo de tales estudios se promocionó desde la Universidad de La Laguna, impulsada por el profesor Serra Ráfols, sobre todo a través del Instituto de Estudios Canarios, creado en 1932, y de los trabajos realizados, en torno a esta institución, por investigadores de la talla de Álvarez Delgado, Pérez Vidal, Diego Cuscoy o María Rosa Alonso. A partir de entonces, el interés investigador se va a diversificar hacia temas de la cultura tradicional inéditos y de carácter monográfico, como el emprendido por Mercedes Morales y María Jesús López de Vergara, a propuesta del profesor Diego Catalán, sobre el romancero en la isla de Tenerife, siguiendo la labor iniciada por Bethencourt Alfonso y Agustín Espinosa; o los que, más recientemente, han acometido un número cada vez mayor de especialistas. Aunque la música no figura como un objetivo preferente en estos trabajos, si exceptuamos la investigación llevada a cabo por el musicólogo belga Gaston Knosp en 1908, las diversas alusiones a ella constituyen valiosos documentos para el estudio de los cantos, toques y bailes tradicionales de Tenerife, y, al mismo tiempo, han servido para impulsar otros trabajos, específicamente musicales, iniciados hacia mediados del siglo XX.

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