Los accidentes vuelven a teñir de negro las carreteras canarias

Ni campañas de prevención, ni endurecimiento de las sanciones, ni anuncio de la próxima entrada en vigor del carné de conducir por puntos. Ninguno de los intentos de la Dirección General de Tráfico (DGT) resulta eficaz para hacer bueno su principal objetivo: reducir de manera sensible el número de accidentes mortales en las carreteras del país. Y mucho menos aún en las vías de Canarias, que, en lo referente a los fallecidos exclusivamente en las carreteras (en el acto o en las 24 horas siguientes al accidente) cerró 2005 con 108 muertos frente a los 105 del año anterior.

Los datos que aporta Canarias no sorprenden si se comprueba que el número de siniestros con resultado de muerte en las carreteras del Archipiélago subió un 12,09%. Y es que, a tenor de las cifras oficiales, también en esto se distingue Canarias de la mayor parte de las comunidades autónomas españolas, dado que la tendencia nacional del año pasado en este capítulo fue descendente, con una disminución de un 5,3% en el número de accidentes y una reducción del 5,2% en el número de fallecidos (sólo en las carreteras y en el acto o las 24 horas siguientes al accidente), que pasó de los 3.511 muertos de 2004 a los 3.329 del pasado año, la cifra más baja en más de tres décadas.

Todo da a entender que algo falla en las Islas. De acuerdo, el endurecimiento de las sanciones y las campañas televisivas, amén de ponerte la piel de pollo, sirven para que más conductores se abrochen el cinturón de seguridad, para que más motoristas no dejen el casco en el asiento de atrás a modo de decoración tipo tuning o para que la venta de dispositivos de manos libres se dispare si no se quieren pagar 300 euros cuando te pillan con una mano en el volante y otra con el aparatito en la oreja. Todo eso está muy bien, pero parece que en Canarias no es suficiente.

Análisis de las causas

Las causas pueden ser muchas. Lo que sí es seguro es que los conductores canarios no son más temerarios ni tienen menos pericia que los de la Península. Más posible es, a juicio de los expertos, que la orografía de las Islas, especialmente intrincada, haya obligado a construir carreteras que, en muchos lugares, se vuelven muy estrechas y con un trazado peligroso. De hecho, el nuevo jefe de Tráfico de Las Palmas, Pedro J. Pastor, que sólo lleva dos meses en las islas, asegura que una de sus principales tareas al frente de la Jefatura será dar los pasos necesarios para mejorar de forma ostensible la infraestructura viaria de la provincia, tanto en trazados como en puntos negros, retenciones…

Y también es cierto que los servicios de transporte público dejan mucho que desear. Hoy en día, los barrios periféricos de las grandes ciudades están prácticamente desatendidos por las compañías municipales e insulares de guaguas. Las zonas alejadas del centro urbano soportan escasez de vehículos públicos y, además, unas frecuencias de paso demasiado largas. Casi obligan a todos a hacerse con un coche si se quiere llegar al trabajo a tiempo o que el niño entre al colegio a su hora.

Hace poco, un vecino que esperaba conmigo la línea 45 de Guaguas Municipales de Las Palmas de Gran Canaria se quejaba: “No hay derecho. Yo pago mis impuestos como todos. Como en la Península, pero aquí no se ven. En Barcelona, cuando estás en una parada de guaguas, llamas por teléfono y te dicen cuánto te falta para que llegue. Aquí, te sientas en la marquesina y cuando llegue, llegó… No hay derecho”. Puede que un esfuerzo por mejorar los transportes públicos contribuyera a que las cifras de vehículos particulares en las carreteras cayera y, con ellas, los accidentes.

Dentro de ese colectivo que rezuma impermeabilidad a las medidas y las campañas impulsadas desde la DGT aparecen los conductores jóvenes, dueños de esa pasión que les lleva a creerse más viriles cuanto más potente sea su automóvil y, por supuesto, cuanto más aprieten el acelerador. De hecho, los accidentes de tráfico son la causa de muerte más frecuente en España entre las personas de 15 a 29 años. Y a fomentar esas cifras ayudan a diario esos anuncios publicitarios de coches en los que, curiosamente, siempre ocupa el asiento del acompañamte alguna chica mona; y esas películas de acción, tan de moda entre la juventud, en las que el héroe, amén de ser el que más patadas y puñetazos da, suele conducir su bólido de forma casi suicida.

Sanciones y Educación Vial

Insisto, el endurecimiento de las normas tiene su eficacia, pero quizá sería conveniente acompañarlo con medidas de control de esos contenidos perniciosos que se cuelan en las casas a través de los medios de masas. Porque el ímpetu juvenil se pasa con los años pero, mientras dura, es muy peligroso si lo que se tiene entre manos es un volante. Y la DGT lo sabe y lo intenta paliar… aunque, a veces, sus ideas resultan algo peregrinas. Un ejemplo: prohibir a los conductores que llevan la L circular entre las once de la noche y las seis de la mañana. El objetivo es bueno. El método, a mi juicio, deja mucho que desear. No es cuestión de criminalizar a todo el que acaba de sacarse el carné de conducir porque en cada colectivo, como en botica, hay de todo y esta norma es demasiado restrictiva y haría cierto aquello tan manido de que pagan justos por pecadores. Además, según los datos de la propia DGT, la víctima tipo de los siniestros en carretera es un conductor con experiencia al volante que, por confianza o despiste, se deja la vida sobre el asfalto.

Lo importante es sentar las bases de la educación vial desde los centros educativos. Los niños son puras esponjas que absorben todos los conocimientos que van recibiendo. A lo mejor ha llegado la hora de pensar en una asignatura más: la educación vial. El buen conductor no nace, se hace; y cuanta más ayuda reciba y cuanto antes, mejor. Ahora, uno de los proyectos en el que la DGT tiene puestas muchas esperanzas es el carné por puntos que debe entrar en vigor en julio. Con esta nueva medida, las autoridades estiman que los accidentes de tráfico se reducirán en un 40% cada año en España. Y la confianza llega de las experiencias de países como Francia y Luxemburgo, donde los resultados parece que han sido excelentes.

La fórmula es sencilla. El carné tiene 12 puntos y si usted comete una infracción se le restan esos puntos hasta que llegue a cero. Entonces, usted perderá su carné de conducir y tendrá que pasar por cursos de sensibilización y reeducación de entre 10 y 12 horas, aunque sólo se podrá realizar uno cada dos años. Puede que, por esta vez, la DGT haya acertado. A todos nos duele el bolsillo cuando tenemos que rascárnoslo para pagar una multa, pero si, además, ves en peligro tu permiso para circular, la cosa se complica sobremanera y lo más probable es que la próxima vez pongas más atención y cuidado en cumplir la normativa. Visto así, quizás ésta sea la primera medida que funcione, incluso entre los más jóvenes. Habrá que esperar.

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