Canarias, bajo el síndrome del “arrempuja Bastiana”

Canarias está viviendo a su manera esta desaceleración recesiva que ha estado aflorando en el mundo desde el verano de 2007. En el cóctel de la preocupación que expresan los diversos agentes y que circula desde la opinión pública y los medios de comunicación, los ingredientes varios configuran un sabor que es objeto de percepciones diferentes, aunque el gusto amargo se impone.

Lo importante no son las percepciones, si tras analizarse las trayectorias de la economía se aprecia que los ciclos, con sus signos y registros, siguen tendencias de oleadas, con baches y lomas hacia arriba. Lo relevante radica en las actitudes que se extraen de las lecturas de la situación y si ese ejercicio supone ajustes estratégicos en decisiones y comportamientos de cara a las acciones de futuro. Para el interés más general, es fundamental que los núcleos vitales de la sociedad económica -aquellos que tienen más responsabilidad en el cuadro de mando y la orientación de esa nave que abarca a todos los que residen dentro de las fronteras de un espacio determinado- manejen supuestos realistas, procesen buena información, apliquen conocimiento e imaginación pertinente y enderecen el futuro acrecentando confianza y productividad en las fuerzas activas y la gente.

Los rituales con letanías y plegarias son para las despedidas de la vida y para testimoniar los ruidos de los desesperados. La historia teórica de la evolución humana señala la virtud sabia de aplicar mecanismos adaptativos. Es una reacción defensiva que despejará el camino para ir diseñando un cambiante espacio vital donde suben notablemente las probabilidades de seguir estando. A esa condición necesaria se le sumarían los esfuerzos creativos destinados a mejorar sus posiciones, entonces posibles porque se habrán reformado sus estructuras organizativas y operativas.

A la preocupación por la situación, muchos ponderamos esa otra dimensión de aquellas secuelas que están inscritas en las estrategias de las resoluciones de los problemas. Si de algo es consciente la ciudadanía en sociedades que han estado escalando su potencial de desarrollo es en valorar progresivamente la calidad que rodea a sus vidas, las cosas y sus relaciones. Pocos tests de confianza tan clarificadores como el de las pruebas para enfrentarse a lo difícil, lo incierto, lo cambiante. Esa es la hora para calibrar la valía de nuestros moldes mentales, la bondad del poder político y el sistema institucional con su gobernanza sistemática; la afluencia del capital social con sus redes diversas; la disponibilidad de una conciencia cívica con sentido constructivo y creativo. En este rosario caben los radares y las alertas ante los sueños deseables. Son las ideas que enganchan y movilizan fuerzas que están dispuestas a convertir en metas conquistas accesibles. Las pesadillas y negligencias, el banal pesimismo paralizante, o el alarmismo deformante, constituyen los fósiles expositivos de las baratijas en esta desafiante subasta de valores y compromisos.

Cuadro macroeconómico

La guía de los cuadros macroeconómicos es posiblemente la más pedagógica ilustración del mapa de los viajeros para no perderse por esas rutas de la economía de los lugares. Es muy sencillo. Desde la óptica de la producción, se trata de valorar cuál es la composición de las participaciones que tienen las ramas que crean valor en esa economía y que en última instancia reflejan otras preferencias inversoras. ¿Por qué en un territorio existen esas inclinaciones y no alternativas en las asignaciones de recursos? No es difícil despejar el trasfondo en la conformación de normas, experiencias históricas, hábitos en el mercado y en el imaginario de los compradores, los montajes relativamente complejos para esas dedicaciones, las contagiosas cuentas de resultados que desatan efectos de imitación, los accesibles métodos de aprendizajes para ser entrante y el ensayar las fórmulas de lo ya refrendado…

¿Por qué y a favor de qué llamada de trompeta hay que arriesgarse ante las vericuetas ofertas de lo inédito? ¿Qué atractivo seductor posee esa cultura formativa del capital riesgo y del capitalismo competitivo en estos lugares donde “corporativismo” y circuitos de “representantes en exclusiva o delegados en la región”, propenden a ser rebaño en ese iluminante edificio de los negocios fáciles, el rentismo o el chapoteo gozoso en la piscicultura de incentivos ultraperiféricos? Por si se me ha mal entendido, y antes de responder a cualquier cortesano de agua dulce, sostengo que la transferencia de impuesto perdido sólo se justifica para aquellos que se mojan ensanchando el circuito reproductor del sistema (con inversión modernizada y diversificadora, creando empleo, probando culturas de gestión más innovadoras, combatiendo el cath-up tecnológico; en resumen, siendo más empresario y menos negociante).

¿Cuál es el cruce de caminos ante el que sortear al vía crucis que nos conviene? Un turismo que ha hecho bueno eso del “tenemos serios problemas nacidos de aquello que en su tiempo y, provisionalmente, fueron nuestras soluciones”. Una reconversión que depure las vampirizaciones de tanto amateur y de esa legión de oportunistas, condenados a procesos de autofagia si de un sector serio estuviésemos hablando. No valen las políticas-flanes, ni las leyes adulteradas, ni la resignación en que son los parásitos benéficos que ayudan a la limpieza de los grandes ejemplares de la especie.

Una construcción, que como buen sector dependiente del tirón de demanda del ingreso familiar y las peticiones de locales por las ramas empresariales expansivas, se ha visto recortado por el alimentador de una financiación crecientemente poblada de factores de riesgo. Un sector público, cuya capacidad de animación viene ralentizándose desde hace unos pocos años.

Turismo, construcción y sector público son los tres grandes motores o bloques (clusters) de la economía canaria. En este ciclo que agota su forma de crecer, ese triángulo ha encendido sus luces rojas, alertando que sus techos y fronteras de producción, la generación de empleo y los aumentos en su formato convencional, se pueden adentrar más en la cuesta abajo que en prolongar la inercia de la madurez de su ciclo de vida. Si nos fijamos en ese cuadro económico que tomamos de hilo conductor explicativo, en su plano de la demanda, las conclusiones reinciden en ese vacío de encontrar complementos al despliegue que en su día fue tan generador como arriesgado en su alta especialización. En la demanda interna, flaqueamos en la cadena de consumo: salarios-productividad-estructura empresarial sin economías de escala-especializaciones de alto rendimiento. Si la cosa se frena, el tirón del consumo privado, con más del 70% de la demanda, afectará drásticamente a la velocidad de nuestra máquina económica. La moderación turística, además, influirá en el volumen de consumo no residente. ¿Y en la inversión o FBK, el otro gran componente de esa demanda interior? Las cifras son contundentes: en más del 72% es “inversión en capital fijo social”; o séase, en gasto de capital público. El concepto de capital productivo privado, dada la distribución del censo empresarial o tejido productivo, es uno de esos teloneros que asumen su condición de protagonista secundario.

Por último, ¿cuál es nuestro recorrido en el saldo exterior? Correr un tupido velo, tras respetar a los heroicos paisanos y sus sociedades, a sus esfuerzos de gran riesgo, y a ese genético amor exploratorio por escapar de nuestras robinsonianas costas (¡la exageración es una técnica de provocación insurgente!). De 100 euros que producimos, apenas 7 y declinando miran al horizonte y lo trabajan. Por su parte, nuestra propensión a comprar oscila entre 31 y 33. Canarias, ¡antaño la avanzadilla del librecambismo de las Españas!, hoy ocupa el puesto 17º de las 17 Comunidades Autónomas en exportaciones; y en importaciones sigue bajando escalones respecto la media nacional.

Con este cuadro macroeconómico, retratado con la estadística que hace de verdad caricaturesca, ¿a quién debe extrañar cuál sea la expectativa y el peaje de estar en el mundo con tan estrechos márgenes de maniobrabilidad? Este es el gran desafío de Canarias, o uno de los más importantes: “sintonizar su dial con las ondas y vibraciones” que están mutando en la cartografía de los negocios y las grandes geos contextuales (geoeconomía, geopolítica, geocultura e infocomunicación, geotecnología y alta cualificación…). Estuvimos en la internacionalización recibiendo el alisio de lo que estaba pasando, y allí nos agazapamos un largo tiempo sacándole partido a ciertas ventajas comparativas (agroexportaciones, rentas de situación del complejo portuario-comercial, rentas institucionales de transacción…). Resulta un tanto paradójico, que siendo ahora mucho más fuertes y perteneciendo a uno de los tres grandes clubes del mundo (la UE de la famosa triada), estemos como esas aves que le quitan el nido, desesperadas por encontrar nuestro sitio reproductivo.

Conclusión

He asociado, sin afán de encontrar un paradigmático ejemplo analógico, nuestra necesidad de impulso con la historia popular de uno de los personajes un tanto legendarios de la isla de La Palma, mi isla. La actual Canarias busca desesperadamente que se le empuje para remontar el vuelo. En la economía de lo micro y la economía financiera, esto tiene su versión: “un efecto de apalancamiento”, con el que consolidar “despegues” y “posicionamientos”. Un producto de estrategia decisional.

Canarias añora una Bastiana que le arrempuje y le produzca un ilusorio e instantáneo momento de gloria. Una chispa que le encienda su autoestima. Sin embargo, sentir que se vuela en un efímero desplazamiento, no creo que consuele a un alguien distinto al que no se conforme con el mero espectáculo de artificio de un lanzamiento ajeno al cálculo, el coste de esa osadía. La moviola nos traslada a escenas del medio rural de La Palma. Allí, el personaje conocido como Cojo de Liria, en su desvarío mental quijotesco, ansiaba emular al mito de Icaro y volar sobre su entorno circundante. Su irrefrenable impulso le llevó a confeccionar unas alas caseras a base de remendones de telas y materiales que él suponía resistentes a las leyes de la gravedad. Acabado su grotesco disfraz, le decía a su esposa Doña Bastiana (diminutivo de Sebastiana) acompañarle a una loma cercana desde la que lanzarse al modo de las aves que tanto le fascinaban. El balance era previsible. La historia de los accidentes ganó a un cojo y el “arrempuja Bastiana” se sumaba al rico patrimonio oral palmero.

Nuestra moraleja es concluyente. Para volver a ganar altura, no es suficiente esgrimir el voluntarismo de soluciones exóticas, ni las ocurrencias de los iluminados que se saben con poder de mando, aunque ello sea a base de evacuar sus residuos deliberativos. Los liderazgos y discursos persuasivos son maduras reflexiones de alta sensibilidad y eficiente comunicación. Eso lo entienden colectivos activos desde el ras del suelo a los rincones de las alturas. Convencen que estamos en buenas manos y bajo pensamientos sedimentados para gestionar el riesgo, los shocks externos, los tempos y la agenda de prioridades temáticas.

En suma, se cuenta con diseñadores de estrategias responsables que no están dispuestos a que los irresponsables que pretenden que el mundo se adapte a ellos sean los que arruinen el responder con éxito a envites problemáticos. La pobre Bastiana es un ejemplo de resignación. El traspuesto Cojo de Liria, un voluntarista en el que los sueños chocaban con los elementales supuestos de la realidad. A los que piden soluciones para Canarias “desde fuera”, a un radio de alcance operativo, les exigimos inicialmente un molde mental y una estrategia a debatir con los de dentro y atendiendo a los de allende los mares. El riesgo de invalidez es un accidente, no la querencia de quien está en su sano juicio. Los países se construyen sobre retos y no sobre levedades argumentales y proezas, que, de antemano, se saben trágicas.

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