Los diarios gratuitos, los periódicos nacionales, los boletines informativos comarcales, la prensa electrónica… A los rotativos tradicionales canarios le salen nuevos enemigos por todas partes. Las sensaciones que desprenden son buenas y la calidad media supera el aprobado, pero las cifras son contundentes: la difusión cada vez es menor.
La radio, la televisión, internet… A los enemigos conocidos de la prensa en general -y de la prensa regional/insular en particular- se le han sumado otros que no sólo le restan lectores, sino, en algunos casos, anunciantes. Un ejemplo son los periódicos nacionales (incluyendo los diarios deportivos), cuyas ediciones regionales están en los kioscos a primera hora de la mañana. Y en el otro extremo están los rotativos eminentemente locales, habitualmente de periodicidad semanal o incluso mensual, que cada vez tienen mayor presencia y éxito en pueblos y/o comarcas (o en las islas no capitalinas), al ofrecer esa información cercana y útil a la que un rotativo de ámbito insular no puede prestar la atención precisa. Todo lo que pasa en el pueblo -y a veces incluso lo que no pasa- aparece en sus páginas y es casi una obligación comprarlo o, al menos, leerlo.
Pero hay más competidores. En Las Palmas de Gran Canaria ya está consolidada la prensa gratuita y en Santa Cruz de Tenerife empieza a ser una realidad. Es un fenómeno propio de grandes ciudades que más temprano que tarde se sabía que iba a llegar a las Islas. En definitiva, un medio más a la hora de repartir el pastel publicitario y que, además, cubre unas necesidades mínimas de información. Metro no va a restar lectores voraces a la prensa tradicional, pero sí puede ser un buen refugio para el lector ocasional, ése al que le gustaba comprar de vez en cuando el periódico para enterarse de lo que pasa en el mundo o en su región al tiempo que tenía a mano algunos servicios básicos (sorteos, cartelera, programación de TV…). Una pérdida que no parece excesiva, pero que, euro a euro, lector a lector, anunciante a anunciante, se acaba por notar.
¿Hay más peligros para el periódico tradicional? Sí, las ediciones electrónicas del propio periódico. Si puedo leerlo desde casa o desde el trabajo (y sin gastar un euro), no hay necesidad de comprarlo. Ahora bien, éste es el problema menos grave. Se pierden lectores, pero no dinero, que llega a la empresa por otra vía. En resumen, y olvidando la utópica idea de que la población se transforme de la noche a la mañana y se abalance sobre los kioscos en busca de información [los índices de lectura y de difusión de periódicos por habitante de Navarra o el País Vasco duplican a los de Canarias], la única forma que tiene un diario de ganar lectores es restándoselos a otro. Y ahí chocamos contra una de las máximas de la profesión: “La gente cambia antes de religión que de periódico”. En cualquier caso, siempre quedan dos vías para hacerlo: una pegada a la calidad y otra más vinculada a los sentimientos.
Y la experiencia demuestra que la segunda vía es más eficaz. No mejor ni más aplaudible éticamente, pero sí más eficaz. Como siempre, no faltarán aquellos que aseguren añorar un periódico de calidad, con noticias pegadas a la calle, buen reporterismo, políticamente independiente y blá, blá, blá, blá. Son los mismos que aseguran ver los documentales de La 2 y que están abonados a Digital + por los reportajes de National Geographic. Puede que existan y que de verdad añoren un mejor periodismo, pero no parece que sean mayoría. Más éxito tiene dar al lector lo que quiere leer: un periódico muy próximo a sus ideas (políticas, religiosas, sociales o deportivas). Y por ahí, sin perder calidad, es por donde hay que apuntar. Con un diseño renovado (brillantes tanto la revolución experimentada este año en La Opinión de Tenerife como los retoques que se dejan ver en La Gaceta de Canarias), con secciones diferentes, con mayor presencia de la fotografía y con todo lo que se quiera. Pero, sobre todo, con las ideas claras.
Más rápidas son la radio o internet, más cercano es el boletín de mi pueblo o comarca, más profundo (y mejor) el periódico nacional de mi preferencia, más barato el gratuito que me dan en la calle o en el tranvía… Por ello, a la prensa canaria sólo le queda una salida: darle al lector lo que quiere leer.