La segunda revolución de la TV: de analógica a digital

Compendiar en pocas palabras la influencia de la televisión en el ámbito social no es tarea fácil y en el ámbito de Canarias no nos vamos a escapar de tal afirmación. Nuestra Comunidad hoy esta unida a esa enorme red comunicativa que nos permite conocer al instante lo que pasa en las antípodas de ella misma.

Si por un momento nos abstraemos del resto del mundo y nos miramos a nosotros mismo, veríamos el grado de importancia que el medio televisivo tiene a la hora de unir y vertebrar, a la vez, las islas, de tal forma que se convierten en una sola región con su propio mundo. Así empezó la televisión en nuestra tierra. Hoy, de una hemos llegado a muchas y lo mismo que hubo una revolución con el paso de la televisión en blanco y negro a la de color, ahora, con el paso de la analógica a la digital, la revolución tecnológica ha creado el efecto multiplicador que permite abrir mas ventanas en cada hogar.

De lo que sí que no hay ninguna duda es de la enorme importancia y efectos que el desarrollo de la nueva sociedad de la información tendrá sobre el progreso social y económico de los estados más avanzados y, por ende, también sobre el tercer mundo, algo que está ocurriendo o va a ocurrir durante las próximas décadas; por consiguiente, en el horizonte de un futuro inmediato, que, por cierto, se me antoja incierto. Pero este papel de los poderes públicos y de las autoridades en este fenómeno debe ser fundamental. Ahora bien, ¿están los políticos en disposición de afrontar el reto de la libertad de expresión como máxima de la transparencia de un buen gobernar?

Sinceramente, creo que no; éstos, los políticos, al no ser los dueños de los símbolos, no son sino instrumentos al servicio de los amos, señores del capital que proceden a su libre albedrío, que actúan desde la más libre impunidad, siendo el objetivo final ellos y su capital. Su solidaridad se enroca en ellos mismos y los medios de comunicación de masas son ellos. Los mensajes televisivos se aúnan con el fin de favorecer su interés. Cuando un gobierno no sirve se cambia o simplemente se transforma en otro de ideología contraria donde la economía queda plenamente adaptada a las exigencias del capital.

Fomentar el desarrollo y la extensión de los nuevos servicios y de los medios modernos, garantizar que la liberalización o introducción de la competencia mejore efectivamente el mercado y no excluir a nadie, son principios liberales que deben ser compatibles con el resto de las ideologías democráticas. La competencia ha de ser un factor positivo para el desarrollo del sector, se ha de terminar con los monopolios, sobre todo los privados, generados por anteriores gobiernos, pero se ha de garantizar que se establezcan ciertas obligaciones de servicio público tales como la universalidad y los servicios mínimos para que ningún colectivo ni ningún territorio permanezcan aislados del proceso por criterios puramente económicos.

Evitar desigualdades

Precisamente, para evitar las nuevas desigualdades generadas por el avance tecnológico, el papel de las sociedades desde el gobierno ha de ser imprescindible. Las personas no preparadas para el acceso a Internet ni para el uso de las nuevas tecnologías se quedarían aisladas y serían los nuevos analfabetos. Este es un riesgo evidente, real e inminente, para el que hay que crear soluciones reales. Las nuevas generaciones, evidentemente, podrán ser formadas en los centros educativos, pero, para la gente adulta, se tendrá que poner en marcha una intensa actividad de reciclaje, ligada con la preocupación genérica de formación continua y variada que se ha de exigir para garantizar la igualdad de oportunidades.

Es aquí donde la televisión ha de seguir jugando su papel formador, informador y entretenedor con los auspicios políticos de servicio a la sociedad. La televisión interactiva es una realidad que podrá servir de punta de lanza a ese nuevo mundo informatizado. La huida de la televisión pública a una televisión de pago es un grave atentado a la democracia; una televisión de contenidos paupérrimos, donde los dueños de los símbolos sean aquellos que proporcionan los contenidos y los cobran también, hará que se convierta en algo residual con un señero fin: engordar las de ellos y, además cobrar también por ello.

La economía neoliberal actúa con arreglo a una lógica autónoma, que no es la del conjunto de la sociedad, sino la del beneficio restringido a unos pocos. Despunta la necesidad de contestar a una lógica económica que acepta de buen grado que hay crecimiento, cuando éste es el resultado de fenómenos tan poco estimulantes como el gasto militar, el endeudamiento de los países más pobres o la industria del automóvil. Hemos de tener en cuenta que el sistema económico es un mero subsistema de otro más amplio cuya condición debe ser rigurosamente tenida en cuenta. El nuevo sistema pasa por favorecer al dueño de los símbolos. Cuando los símbolos son de todos.

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