Analizar cómo ha sido el año 2007 en Tenerife es, básicamente, aplicar a la escala insular lo que ha sucedido en el conjunto de Canarias en la capítulos que afectan de forma parecida a las islas, como la economía y algunos problemas sociales, aunque, desde luego, la isla mayor del Archipiélago presenta su propio perfil en muchos asuntos.
Tenerife notó con mayor fuerza que ninguna isla ese fenómeno que empezó en los años noventa y que no remite a pesar del tiempo transcurrido: la arribada de embarcaciones con africanos en busca de una mejor vida. Por los puertos y el litoral de la Isla desfilaron continuamente barcos, cayucos y pateras; y los centros de acogida de inmigrantes menores de edad estuvieron más atestados que los de ninguna otra isla. Pero si hablamos de economía, nos encontramos con las mismas constantes que en el resto del archipiélago: enfriamiento de la actividad inmobiliaria por el encarecimiento de las hipotecas, más el efecto de la moratoria turística, más el descenso de la licitación pública… lo que es igual a un parón en la construcción que mandó a la suspensión de pagos a algunas empresas pequeñas del sector, provocando un atisbo de crisis cuyos efectos estaba previsto continuaran en 2008.
Por su parte, el turismo tuvo un comportamiento irregular, dejando ver los primeros síntomas de agotamiento de un modelo que autoridades políticas y hoteleros saben que hay que cambiar, y están en ello. La prueba es la creciente oferta de lujo de los resorts en el Sur. Mientras, los viejos hoteles de cuatro estrellas empezaron a notar el estancamiento, cuando no el retroceso. No había más que ver la publicidad de los periódicos para encontrar ofertas inverosímiles y comprobar que muchos establecimientos buscaban llenar sus habitaciones a toda costa.
Sin embargo, y aunque las perspectivas no fueran buenas, el paro no creció tanto. Al menos al acabar octubre, último dato disponible al escribirse este artículo. Hasta entonces, la evolución en la provincia tinerfeña (a falta del dato insularizado) no era tan negativa durante el año. Según la Encuesta de Población Activa, se había pasado de una tasa del 10,18% al empezar enero a un 10,84% al finalizar el tercer trimestre. Eso sí, se trata de niveles que están dos puntos por encima de la media nacional, y no digamos de la tasa de regiones más ricas. Además, esas décimas de crecimiento entre enero y octubre suponen varios miles de parados más. En concreto, se pasó de 48.800 a 51.200 (recordemos, en toda la provincia occidental). Y lo que impide que esos 2.400 parados de diferencia se traduzcan en un crecimiento mayor de la tasa de desempleo es el aumento paralelo de la población activa, reflejo del demográfico, en general, que siguió experimentando Tenerife en 2007, sobre todo en los municipios turísticos de Sur.
El pasado también fue el año en que el transporte terrestre recibió un gran impulso, aunque eso no signifique en absoluto la mejora del tráfico por carretera. No hay más que recordar el atasco que se produjo en la autovía TF-5, la del Norte, la tarde del día 30 de octubre, con retenciones de más de 20 kilómetros de longitud que llegaron a entrar en las mismas calles de Santa Cruz y La Laguna. En todo caso, hay que recordar que el cierre del anillo insular de carreteras apenas avanzó durante el año. Las únicas obras dignas de mención en este capítulo fueron las del tercer carril en la autovía TF-1 y la remodelación del nudo de vías que se cruzan en la rotonda del Padre Anchieta, a la entrada de La Laguna. Pero sí hubo algunos hitos dignos de señalar en el capítulo del transporte, como el paso de la gestión de la empresa pública de guaguas, Titsa, hasta entonces en manos del Gobierno autónomo, a las del Cabildo Insular, corporación que puso en marcha el tranvía Santa Cruz-La Laguna y que presentó los primeros estudios del proyecto de tren rápido entre la capital y el Sur de la isla.
CC revalida su poder
En lo político, Tenerife renovó su devoción preferentemente nacionalista, a juzgar por los resultados de las elecciones de mayo, donde Coalición Canaria obtuvo siete de los quince diputados que aporta la isla al Parlamento canario, por los cinco del PSC-PSOE y los tres del PP. CC también logró su primera mayoría absoluta en el Ayuntamiento de La Laguna, aunque las perdió en los de Santa Cruz, San Miguel y Tegueste (en estos dos últimos casos, incluso cedió la alcaldía). Y también en el Cabildo Insular, lugar donde, siguiendo las pautas del Gobierno autónomo, pactó con el PP, dando pie a los socialistas para emprender una oposición más dura de lo habitual. Y, si se habla de política, es imprescindible hacerlo de corrupción, aunque sea con todas las reservas posibles. Porque condenas no hubo ninguna en Tenerife; pero sospechas, muchas. El pasado fue el año en que no dejó de hablarse del caso de compraventa de los terrenos de Las Teresitas, con las primeras declaraciones ante el juez, así como de su ramificación, el caso del valle de Las Huertas, en la trasera de la playa.
Pero a los tinerfeños lo que de verdad les heló el corazón, justo en un verano que registró una ola de calor horrible, fueron las tragedias humanas. Como la muerte de seis jóvenes excursionistas en la galería de agua de Piedra de los Cochinos, en Los Silos; los incendios que asolaron buena parte de la masa forestal del Norte de la isla, llevándose por delante casas y cultivos y provocando el pánico entre los propios servicios de extinción; o sucesos tan escalofriantes como el asesinato de la niña Fernanda Fabiola Urzúa Marín, en El Fraile (Arona), después de haber sido secuestrada por un vecino y buscada desesperadamente durante casi una semana.
Cambiando de registro, hay que reconocer que uno de los acontecimientos que más dio que hablar, y escribir, fue una polémica carnavalera, la que protagonizó el bailarín Rafael Amargo con su Gala de la Reina del Carnaval de Santa Cruz, que disgustó tanto al público como para convertir al director del accidentado espectáculo en el blanco de insultos y descalificaciones que le persiguieron durante meses por los programas rosa de la televisión nacional. Y también fue 2007 el año en que visitó Tenerife el ex vicepresidente norteamericano Al Gore, quien vino a darnos un mensaje casi apocalíptico sobre la catástrofe que se avecina si los humanos no tomamos medidas para detener el cambio climático. Mal escenario escogió para lanzar su advertencia: una isla donde sigue creciendo el parque automovilístico de forma desaforada y con una de las capitales más contaminadas de España por efecto de su refinería y de las emisiones de gases del tráfico.
Si hubiera que hacer una valoración sobre cómo evolucionaron en 2007 los índices de bienestar de los tinerfeños, la conclusión sería más bien negativa. Como todos los canarios, los habitantes de la mayor isla del Archipiélago siguieron padeciendo el deterioro de los principales servicios públicos, como la sanidad y la educación, lo cual, aparte de ser una evidencia para el sentir popular, se puede comprobar en la persistencia de listas de espera sanitarias de las más largas de España y en índices de fracaso y abandono escolar en la misma tónica. Si a eso se le añade que las estadísticas sobre pobreza no mejoran y que tampoco subimos en el ranking de salarios o de capacidad de ahorro, hay que concluir que Tenerife, como mucho, mantuvo su discreto estatus socioeconómico dentro del concierto español.