Las elecciones municipales de 2007 celebradas en Santa Cruz de Tenerife dieron la voz de alarma de la decadencia en la que parece haber entrado el proyecto de nacionalista. Poco a poco languidece la apuesta que ideara Manuel Hermoso Rojas y que luego heredó de forma interina José Emilio García Gómez, hasta que tomó el relevo natural para los nacionalistas Miguel Zerolo, que bate ya el récord de permanencia en la Casa de los Dragos, en la calle Viera y Clavijo.
Pese a ganar las elecciones municipales de 2007, Coalición Canaria perdió la mayoría absoluta. Y se mantuvo en el poder porque pagó el precio que fijó Ángel Llanos: dos de los tres organismos autónomos (Fiestas y Deportes, más la Sociedad de Desarrollo, que a la postre se ha convertido en el ayuntamiento paralelo desde el que gobierna el pibe de Ofra), además de la dirección de dos de los tres distritos: Centro y Anaga. Los nacionalistas, por tanto, no perdieron las elecciones, pero sí el Carnaval, inagotable fuente de votos. Eso, unido al protagonismo del que no rehuye el mismo Llanos, convirtieron al político conservador en el rey de la fiesta de la máscara.
Es difícil abstraerse de políticas de alcantarillas cuando el desembarco de PP, comandado por Llanos y con Maribel Oñate como personaje secundario –aunque figura de manera oficial como responsable del área– se tradujo en el cambio al frente de la gerencia. Desde la marcha del histórico Juan Viñas, Fiestas vivió en la interinidad con Pilar Rodríguez. Pero llegó el PP y mandó a parar; y echó freno y marcha atrás para colocar en la dirección técnica a Alfonso Cabello. Eso sí, el PP heredó de CC un Carnaval herido de muerte por culpa de la amarga gala que llegó a dirigir un bailaor y de los bailes amenazados por la creciente percepción de inseguridad.
Desde el primer momento, Llanos se ha trazado a Manuel Hermoso como patrón para llegar a la Alcaldía y eso pasaba por colarse hasta los tuétanos tanto en las fotografías de los medios de comunicación como en los locales de ensayos. Por eso, utilizó a Oñate para rescatar del fondo del armario a Jaime Azpilicueta y colocarlo al frente de la dirección, lo que se salvó con una gala discreta. Sin más. Pero hasta la fiesta fin de curso de un colegio hubiera sido mejor frente al festival de Rafael Amargo en 2007.
Las murgas, el género estrella del Carnaval en la última década y media, padecen una borrachera de éxito que les hace perder el norte hasta el punto de imponer a la organización las condiciones del concurso. Y lo peor del caso es que Fiestas, y más en el estreno de los conservadores, les hace caso… tal vez para sortear así las rimas más ácidas. Gracias al endiosamiento murguero, quienes antes se disfrazaban de payasos llegado el Carnaval, ahora se visten de artistas y, como tales, tienen sus caprichos. En 2008 tiraron por tierra la final a siete de las dos ediciones anteriores y volvieron al formato de una gran fiesta de la crítica con nueve protagonistas. Y si los hubieran dejado, de la veintena, pasarían la mitad más uno.
La final es un acontecimiento social y todos quieren colarse, aunque quizás sólo cinco estén a la altura y tengan repertorio para pasar. Aunque ganaron Triqui–Traques, Diablos Locos y Ni Pico–Ni Corto, por este orden, en el apartado de Interpretación, este juntaletras quedó enamorado por los trónicos de Maxi Carvajal, que no sólo fueron los mejores de la gran fiesta de la crítica, sino que presentaron el repertorio más completo. Y de segundos, Bambones, castigados tal vez por un gorgorito lengüín que desvelaba lo que saben los de Primi Rodríguez sobre supuestos trapiches de Las Teresitas. El tercer premio sobraba.
El broche de oro de de la edición 2008 fue el gran éxito que se apuntó de Ángel Llanos con el Carnaval de Día, que incluyó la celebración de conciertos organizados de forma simultánea en cinco enclaves del cuadrilátero festivo. La gente se volcó, la calle ganó y don Carnal resucitó. Pero las ansias de protagonismo de Llanos, otra vez, hicieron que el padre de la criatura quedara en un segundo plano. Si en 1987 Francisco Padrón, entonces en Radio Club Tenerife, fue el gran promotor de los bailes en la plaza de toros y luego en la plaza de España, con la Billo’s Caracas Boys, ahora se le había ocurrido celebrar conciertos en el mediodía del domingo de Piñata.
Todos pensaban que la iniciativa estaba llamada al fracaso. Pero Llanos, que no tenía nada que perder, apostó y ganó. Y es que el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife es más que una fiesta. Es la mejor campaña electoral.