La naturaleza ha sido generosa en el último año con Canarias y el verde ha vuelto a brotar en las amplias zonas de Tenerife, Gran Canaria y La Gomera, que en el verano de 2007 fueron no ya quemadas, sino calcinadas por un fuego devorador. Pero la tragedia ambiental que esos incendios provocaron aún es incuantificable y, además, las llamas han mostrado de nuevo en 2008 su amenaza sobre el Archipiélago y, especialmente, en la isla de La Gomera.
La Gomera padeció el peor incendio del año 2008. En abril ardieron 424 hectáreas de zonas forestales, explotaciones agrarias y ganaderas, así como varias casas. No hubo víctimas, pero el recuerdo del infierno de 1983 estuvo siempre presente. Estamos ante una paradoja que señalan los expertos cuando se refieren a los incendios forestales: cuantos menos fuegos se producen debido a los controles y las mejoras en los sistemas de prevención y extinción de incendios, más virulentos se vuelven los que es imposible evitar. Eso, unido a un cambio de usos y costumbres sociales que han llevado a un abandono de la actividad agraria y de aprovechamiento de las zonas forestales, ha convertido nuestros montes en un auténtico polvorín. Sobre todo si, además, se tiene en cuenta que las olas de calor se han multiplicado por cuatro en las últimas décadas.
La virulencia y terribles consecuencias de los incendios que entre finales de julio y principios de agosto de 2007 asolaron más de 35.000 hectáreas en Gran Canaria, Tenerife y La Gomera son una prueba evidente de esa situación. De hecho, ese año se quemó un tercio de la superficie que ha ardido en Canarias en 40 años. Con respecto a esas cifras, evidentemente el año 2008 se puede considerar benigno para las Islas en esta materia, aunque para aquellos que perdieron aquellos días de 2007 gran parte de lo que poseían, la pesadilla aún no ha acabado. Muchas personas que vieron quemarse sus casas, enseres, animales y explotaciones en 2007 todavía tuvieron que celebrar el primer aniversario de la desgracia lamentándose de la tardanza de las ayudas prometidas y, en la mayor parte de los casos, de la escasez del dinero para cubrir tantas pérdidas.
Especialmente en Gran Canaria, el proceso administrativo para la solicitud y entrega de las ayudas resultó complicado y frustrante para muchos de los afectados. Mientras, la vida iba volviendo progresivamente a los montes quemados. Aún quedaba, no obstante, un triste episodio consecuencia de los incendios de verano: la caída el día 30 de enero del emblemático pino de Pilancones, enseña de Gran Canaria, que tras 400 años de vida sucumbió después de haber aguantado varios meses las profundas heridas que le causaron las llamas el verano anterior. Hoy, no obstante, ya se ha conseguido un hijo del gigantesco pino que se plantará en su lugar.
Además del poder de regeneración de la naturaleza, otros factores han contribuido en el último año para que la catástrofe ecológica provocada por el fuego no haya sido aún peor. En 2008 no se produjeron grandes episodios de lluvias torrenciales en las Islas, lo que ha ayudado a que no se produzca uno de los mayores peligros de los que alertaban los expertos, la pérdida masiva de suelo y el arrastre hasta el mar de las cenizas. En todo caso, tienen que pasar aún casi dos décadas para poder calibrar realmente los efectos de estos incendios tanto en los acuíferos de las islas afectadas, como en su riqueza biológica, ya que el fuego afectó a zonas de especial valor ambiental y pudo poner en peligro la supervivencia de especies amenazadas.
Incendio en La Gomera
Pero mientras esas zonas iban volviendo poco a poco a la vida, en La Gomera nuevamente el fuego puso en evidencia su poder destructor y la necesidad de que no se baje la guardia ante esta amenaza. En el mes de abril, el fuego volvió a expandirse por los municipios de Vallehermoso, Hermigua y Agulo, cercando zonas habitadas y llegando a amenazar al tesoro ecológico del Parque Nacional de Garajonay, que finalmente no fue afectado. Durante varios días, decenas de personas volvieron a luchar sin descanso para apagar las llamas y evitar su expansión. Cientos de vecinos tuvieron que ser desalojadas de sus hogares y la pesadilla renació en el corazón de los canarios.
Cuando el peligro hubo pasado, dejando tras de sí pérdidas de más de nueve millones de euros, el debate sobre la necesidad de ampliar las medidas para luchar contra el fuego en las Islas volvió a la primera línea del discurso político. Ese debate, sin embargo, suele centrarse en la necesidad de más medios técnicos y humanos de lucha contra el fuego, cuando los técnicos hablan de que la solución está en la prevención, en evitar que el incendio se inicie. De hecho, señalan que hay momentos en que hay tantos medios trabajando al mismo tiempo que puede llegar un momento en el que lleguen a estorbarse unos a otros, y advierten de que con el doble de medios, posiblemente hubiera costado lo mismo extinguir el fuego en 2007.
La solución, apuntan desde el Colegio de Montes de Canarias, es un cambio de concienciación de administraciones y ciudadanos, impulsando medidas como una Ley de Montes y medidas para alejar el peligro de las zonas forestales creando, por ejemplo, franjas de protección alrededor de las casas que estén cerca, apostando por una selvicultura preventiva o por especies menos inflamables. Y hay quien propugna también por nuevos métodos de aprovechamiento de la biomasa que se ha convertido en un auténtico combustible para las llamas ante su acumulación desordenada en los montes.