Los ‘escándalos’ de la Iglesia

La pregunta que se debería hacer a la sociedad de hoy es ¿por qué molesta tanto el cristianismo? A raíz de algunos episodios convulsos que han ocurrido en la Diócesis Nivariense en 2008, la realidad es que esta sociedad sí se ha posicionado respecto a la religión y a muchos les molesta que la Iglesia se haga presente. Estos desean hoy construir una civilización que excluya la moral y reduzca todo juicio a lo que es legal.

Eliminar la moral es un craso error. No todo lo que se puede hacer, se debe hacer, y, los que no lo reconocen de forma pública, en su conciencia saben que es así. Algunos se jactan abiertamente de que no les importa nada la Iglesia, pero, en la práctica, no paran de opinar y de lanzar críticas cuando, por ejemplo, un obispo expone lo que está escrito en los diez mandamientos –que es lo mismo que se puede leer en el corazón del ser humano que actúa con rectitud– pero con ejemplos del siglo XXI: el peligro de la manipulación genética, los desórdenes que conlleva para la humanidad la práctica homosexual, el falso lenguaje de muerte para enmascarar el aborto o la eutanasia, entre otros.

Se detecta en la actualidad cierto tufo de cristofobia. La persecución contra el cristianismo arrecia, y en vanguardia de la cristofobia se encuentra el lobby gay, que desea reavivar la inquisición para silenciar a los cristianos. ¿Cuánto falta para que el lobby gay internacional lleve a la Iglesia ante la Corte Penal Internacional por homofobia? “La cristofobia es, en realidad, una red ideológica que impide reconocer que el cristianismo –con sus ideas, ética e historia– ha ayudado forjar en Europa un compromiso con los derechos humanos, la democracia y el imperio de la ley”, tal y como define este término el judío J. H. Weiler, nacido en Sudáfrica, director del Centro Jean Monnet y profesor de derecho en la School of Law de la Universidad de Nueva York. Es aconsejable estudiar su artículo sobre las ocho razones del avance de la cristofobia en Europa.

Por ejemplo, este mismo año, la exclusión del cristianismo también fue puesta de relieve en una controversia sobre la decisión de la aerolínea British Airways de pedir a una de sus trabajadoras que no llevara una cruz en el cuello. El pasado mes de noviembre, un colegio de Valladolid ganó una sentencia para que no haya ningún crucifijo en las aulas y otro centro escolar de Zaragoza armó una trifulca con los padres respecto a la celebración de la Navidad, puesto que no querían belenes, ni luces, ni pastores, ni nada que recordase a los alumnos esa celebración cristiana. Yo me pregunto. ¿Cómo explican estos mismos el cómputo del tiempo? Llegamos al año 2009 de qué. ¿En qué se basa nuestro calendario? Nuestro punto de referencia es el nacimiento de Cristo, pero, al cabo de veintiún siglos, algunos lo quieren silenciar.

Hoy, como ayer, el mensaje de Cristo se hace ininteligible para el mundo. Las autoridades le persiguieron; los religiosos de su tiempo no le siguieron y las gentes le abandonaron. Su evangelio es incomprensible para la sociedad, sus bienaventuranzas resultan absurdas, su muerte un fracaso y su resurrección una pretensión tan ilusa como falsa. ¡Bien se ve que su reino no es de este mundo! La cruz es un mal ejemplo para nuestros niños educados para el triunfo y la competitividad. ¿Quién tolera hoy dar sin recibir? ¡Fuera un crucifijo que recuerda el sacrificio y el dolor! ¿Quién valora hoy la renuncia? ¿Quién soporta hoy a un pobre a su lado? La cruz también fue escándalo para los contemporáneos de Cristo. No es de extrañar que la Iglesia también lo sea para esta sociedad.

La labor que ‘nadie’ ve

¿Los mismos que se escandalizan ante unas imágenes propias de un culebrón de telenovela sudamericano –que reflejan la trampa tendida a un sacerdote de más de 70 años en una plaza pública de Tenerife– muestran la misma reacción ante la tarea callada de las hermanas de la Caridad de la calle La Noria que lavan la ropa de los indigentes y les dan de comer con cariño?

Por no hablar de las monjas oblatas que atienden a las prostitutas y mujeres inmigrantes (algunas embarazadas), así como de la tarea humanitaria que realiza Cáritas con los que no atiende la administración pública o el esmero de los hermanos de San Juan de Dios con los enfermos. Se ha producido un apagón en la comprensión de la persona y el hombre se ha hecho el mayor misterio para el hombre. Entonces, ¿cómo pretender que se entienda el misterio de la cruz, revelación del poder de Dios?

Molesta la presencia del testigo mudo que es el crucificado, sobre todo, si se está actuando mal. Por el contrario, deberían respetar la libertad de los que desean esa misma presencia para inclinarse hacia el bien con sus actos. Los romanos, haciendo mofa de la fe de los primeros cristianos, representaban a un burro clavado en la cruz. Cristo, también hoy, es un burro en una desagradable cruz enclavado frente a la arrogante mentalidad científica y la poderosa tecnología. Cristo, hoy, es una rémora para la voluntad de poder del superhombre de nuestro tiempo En nuestro confortable lodazal hemos colocado el cartel de ¡No se admiten Cristos!

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