Tenerife: la isla de la contradicción

Es difícil encontrar una línea argumental o una noticia destacada –no digamos ya positiva– que resuma lo ocurrido en 2008 en Tenerife. La isla parece tener pulsado el botón de ‘pausa’ y sigue sin definir su modelo económico o de infraestructuras. No tiene claro qué quiere hacer y cómo lo quiere hacer. Hay ejemplos: el puerto de Granadilla, paralizado; el anillo insular, paralizado, los planes generales de ordenación, paralizados. Y mientras, la tasa de paro aumentando.

Tenerife se ha convertido en una isla de la contradicción que sigue gritando que quiere un desarrollo sostenible y más transporte público, y más zonas protegidas y más verde y más campo y menos antenas de telefonía móvil los lunes, miércoles y viernes. Los martes y jueves pide más carriles para la TF–5 y la TF–1, más suelo urbanizable (todos quieren un adosado) y clama contra la falta de cobertura. Los sábados y domingos, la isla se entretiene leyendo declaraciones de quienes gustan de acudir a desfiles militares pero defienden –un poco alambicadamente, eso sí– la soberanía (sea lo que sea eso).

Balance de lo ocurrido en 2008 en Tenerife, balance de lo ocurrido en 2008 en Tenerife, balance de lo… Por mucho que busco y rebusco, pienso y medito no se me ocurre nada. Me pregunto: ¿qué ha ocurrido este año diferente de lo ocurrido en 2007 ó 2006? Y oye, nada, que no se me ocurre nada. Un repaso a los titulares del año pasado… y nada, lo mismo, lo mismo, lo mismo. Empiezo a encontrar diferencias cuando paso de la entradilla y me adentro en la noticia. Ahí sí hay cambios: varía el número de inmigrantes llegados a nuestras costas, la cantidad y lema de las manifestaciones, la cifra total que los ayuntamientos pelean al Gobierno regional y el listado de accidentes de tráfico y de mujeres víctimas de violencia de género…

Pero esas diferencias no son más que matices. Los problemas siguen siendo los mismos: la inmigración, la falta de una política clara en infraestructuras y un consenso sobre el futuro de la isla, se sigue utilizando la financiación municipal como arma política, siguen existiendo personas (léase animales) que se ponen tras un volante tras beberse tres whiskys y continúan apareciendo personas (léase de nuevo animales) que para superar la frustración que les provoca su mediocridad pegan a sus mujeres. En definitiva, los mismos gobernantes, los mismos titulares, las mismas polémicas, hasta las mismas querellas… Lo mismo, lo mismo, lo mismo.

Eso sí, a mitad de año, justo en verano, aparece un punto de inflexión. Todos los periódicos, todos los tertulianos, todos los analistas, todo el mundo, en definitiva, empieza a hablar de la crisis (no está mal, ¿eh? Casi 50 líneas y todavía no había salido la palabra mágica). Al principio, se utiliza con fines apocalípticos: “que viene, que viene, que viene”. Pero poco a poco, en cuestión de semanas, se empezaron a notar las consecuencias. Quien más o quién menos tiene a un familiar en el mundo de la construcción y la parálisis fue inmediata y su primera consecuencia fue un incremento del paro.

En total, entre enero y noviembre, el número de parados se incrementó en la isla en 23.600 personas (pasamos de 55.738 parados en enero a 79.384 en noviembre). Una cifra brutal (que se enmarca en el triste record de los 200.000 desempleados en Canarias), sobre todo si se atiende al hecho de que en 2007 el paro apenas creció en 5.000 trabajadores. Así que empezaron a crecer las cifras del paro y, en paralelo, el miedo cundió entre los consumidores. Si antes gastabas 20 ahora gastas 10 “por si acaso”, y la rueda de fuego empezó a rodar cuesta abajo.

Si el panorama ya era malo, los bancos se encargaron de empeorarlo echándole gasolina. Los anuncios de Entre y pase, que le doy un
préstamo se tornaron en una multiplicación de trabas para lograr el dinero. Si antes, (exagerando un poco) casi, casi, valía con prometerle al banco que le ibas a devolver el dinero ahora te piden avales, papeles, nóminas, escrituras y, si te descuidas un poco (y exagerando otra vez) un riñón o un pulmón.

En el segundo semestre del año sólo las cifras turísticas salvan la cara de la economía insular. El principal (y casi único) motor económico de Canarias parece mantenerse ajeno a la crisis, pero ¿hasta cuándo? ¿Podremos contar en 2009 con los mismos turistas? (turistas que, hay que recordarlo, no vienen del espacio sideral sino de países con tasas de paro y paralización económica similares a las nuestras). Por el momento, escapamos. En 2008 la tasa de ocupación hotelera se mantiene: hasta octubre se había incrementado un 1,38%, un dato a priori positivo que parece que da un respiro a la Isla.

Sin embargo, una lectura un poco más pausada de las estadísticas hace saltar las alarmas. Ha decrecido el gasto medio del turista y el número de pernoctaciones; es decir, vienen menos días y gastan menos. Es pronto para predecir lo que ocurrirá pero parece difícil que lleguemos a mediados de año sin leer en algún periódico la noticia del cierre de algún hotel (y no sólo en el Puerto de la Cruz; también hay que estar pendientes de Arona y Adeje).

¿Y qué hacer para darle un vuelco a la situación? Pues, estrujarse la cabeza y buscar elementos que hagan más atractivo el mercado; ofreciendo lo que no ofrecen otros destinos y publicitándonos en nuestros mercados habituales y en otros que no lo son tanto para rascar donde se pueda. En esa línea –la de publicitar el destino en los mercados habituales– quizás la campaña más agresiva, y la mejor planteada, fue la que dirigió el Cabildo de Tenerife en el último Roland Garros: 25 millones de espectadores vieron los spots de la Isla. Así, sólo así, se conseguirá mantener el sector (de la renovación de las infraestructuras, la señalización, la mejora de la seguridad, mejor no hablamos).

Y es que, si nos metemos a ello, podemos llegar a una triste conclusión: Tenerife tiene el botón de pausa encendido. Pasan las semanas, los meses, los años y no hay forma de que se termine de concretar qué modelo de isla quiere la sociedad. La parte de la sociedad que grita y se manifiesta (en algunas ocasiones en número que supera varias decenas de miles y en otras ocasiones sólo en varias docenas) no quiere el puerto de Granadilla, no quiere el cierre del anillo insular, no quiere antenas de telefonía móvil… y sin embargo, elección tras elección, ganan partidos políticos que tienen en su programa electoral esos mismos proyectos (menos lo de las antenas de telefonía móvil; nadie las lleva en su programa pero todos quieren tener cobertura).

¿Y qué pasa entonces? Pues que, parece ser, que hay quien le tiene más miedo al titular negativo que respeto al resultado de las urnas; y, al final, en busca de consensos que nunca se darán, y para evitar esas manifestaciones, esos titulares negativos, esos gritos por fuera de las sedes administrativas, no se toman decisiones. Y todo sigue igual, o casi igual para no ser del todo negativa, que hace diez años. Y lo que es peor, con visos de que seguirá así mucho más tiempo.

De Cho Vito a Las Teresitas

Un ejemplo claro es Cho Vito. Al margen de una evidente mala gestión informativa de este asunto por parte de Costas y del Ayuntamiento de Candelaria, Cho Vito parece un tema de sentido común. No es normal que, en el año 2008, haya gente viviendo a 10 metros del mar, en pleno espacio público. Ahora bien, la razón que tenía –y esgrimía– la Administración la ha perdido por las formas empleadas. La reacción de los vecinos es lógica: llevan toda una vida viviendo allí y a nadie le gusta ver cómo derriban tu casa, sobre todo, cuando eres consciente de que existen otros muchos casos, similares al tuyo, que no van a tener el mismo final.

Y si a eso le sumamos que en el Ayuntamiento optaron por esconderse y que Costas decidió convertir este caso en un número de expediente administrativo, sin más miramientos ni consideraciones; la bronca estaba asegurada. Y lo que es peor (y otra vez el botón de pausa encendido), Cho Vito tiene toda la pinta de ser una nueva víctima del mal que asola esta isla de la contradicción; es decir, de quedarse así, a medio derruir, durante meses y años. Y mientras, esas familias, con el corazón en un puño, ven como desde la terraza de algunos chalets se pueden meter los pies en el mar sin que pase nada, sin que vaya la Guardia Civil y sin que aparezca una pala.

Si en el panorama social la cosa no ha cambiado mucho (hasta nuestras tendencias poblacionales son eternas; otro año más, el norte y el área metropolitana pierden población a favor del sur, pero no se preocupe porque sería el único que lo hiciera), en el panorama político tampoco hay mucho que analizar. Lo más destacado –a falta de mociones de censura que echarnos a la boca y obviando los constantes chismes sobre ruptura de pacto en Santa Cruz (imaginen volver a un mundo en el que cada acto, cada decisión, cada nueva bombilla colocada o flor plantada no saliera publicado con una foto; qué tiempos)– ha sido la decisión de Ana Oramas de dejar el Ayuntamiento de La Laguna para dedicarse por completo a su escaño en el Congreso de los Diputados. Igual camino siguió Aurelio Abreu, abandonando Buenavista para centrarse en el Senado.

Leyendo más allá de estas decisiones, hay quien piensa que en la mente de una y otro están metas más cercanas (la presidencia del partido, una candidatura insular o incluso regional, en el primer caso y una apuesta por la secretaria regional insular, en el segundo, aunque, rumores hay para todos los gustos).

Ahora bien, si algo ejemplifica bien lo que supone vivir en esta isla de la contradicción basta con repasar los contenidos de algunos artículos, declaraciones y entrevistas de algunos ejemplares de la fauna política. Con el PSOE tinerfeño sumido en una carrera hacia adelante –siguen sin aparecer candidatos serios a la secretaria insular y con los críticos poniéndole zancadillas a los oficialistas (léase, por ejemplo, Corrales)–, con el PP recuperándose de una batalla (más mediática que real) entre la victoriosa Cristina Tavío y el aplastado Ángel Llanos, y con Coalición Canaria con un claro problema –señores, eso se cura– de esquizofrenia (“qué vienen los moros”, “que los moros son buenos”, “¡soberanía!, ¡independencia!”, “Qué viva el Rey!”… y así, arriba y abajo, todo el día), lo único que parece claro es que, igual que en todas las familias, en cada partido existen ovejas negras que tienen como principal entretenimiento cruzarse titulares, hacerse mutuamente ruindades (léase putadillas) e intentar salir en la foto (sea cual sea la foto, da igual, lo importante es salir).

Pero lo que no hay, o por lo menos no trasciende, es un interés real por explicar su modelo para la Isla, por intentar sacar adelante proyectos de interés general, por crear consensos sobre asuntos de capital interés para Tenerife…Un ejemplo: Las Teresitas. Hace dos años, en diciembre de 2006, se interpuso una querella ante el TSJC. La primera consecuencia de la investigación –además, por supuesto, de llenar páginas y páginas de periódicos con rumores y filtraciones– ha sido la paralización del proyecto. Si antes la playa estaba mal, ahora los vecinos de Santa Cruz pueden disfrutar de una playa muchísimo peor. Pero, ¿a quién le importa?

O sea, más de lo mismo.

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