Un año para olvidar

2008 pasará a la historia por lo trágico en el panorama de sucesos. Si cualquier muerte violenta es grave y triste, aún lo es más la de un niño. Y este año 2008 nos deja en la retina el homicidio de dos hermanos, Valentino Ferrato, de siete años, y Zoe Ferrato, de cuatro, en el barrio de Los Olivos (Adeje). O el asesinato de la niña coreana de once años In-Sil Oh en su domicilio en el barrio de La Isleta (Las Palmas de Gran Canaria).

El asesinato de Valentino y Zoe a manos de su padre, el italiano Pascuale Ferrato, quién además acabó con la vida de su mujer, Sofía De Roeck, para luego acabar suicidándose conmocionó a toda Canarias. Y los mismo ocurrió con la violente muerte de In-Sil Oh a manos de un amigo de la familia, Sank Ok Lee, de la misma nacionalidad que la víctima. Y al acabar el año, el asesinato en apenas un par de semanas de dos jóvenes en Las Palmas de Gran Canaria, Iván Robaina (19 años) y Octavio Santos (21), hizo que el Archipiélago despidiera 2008 lleno de dolor.

Fue febrero el mes que despertó la conciencia de los tinerfeños al saltar a la luz pública la terrible muerte en Adeje de un matrimonio y sus dos hijos a manos del padre de los pequeños, llamado Pascuale Ferrato, quien probablemente asfixiado por las deudas económicas decidió acabar con la vida de su familia para luego, al no soportar su terrible acción, suicidarse arrojándose al vacío desde una de las ventanas del domicilio.

Cuando aún no se habían apagado los ecos de estas muertes, un pequeño rayo de luz nos deslumbró al saber que, cinco meses después del crimen de la joven dominicana Yulisa Pérez, de 18 años de edad, cuyo cadáver apareció en un vertedero de Arrecife de Lanzarote, la Policía Nacional lograba detener al que era considerado desde un primer momento sospechoso principal y que finalmente acabó imputado. Se trataba del compañero sentimental de su madre, el portugués Antonio Luis Ferreira Machado, albañil de profesión, quién se sintió rechazado en sus pretensiones amorosas por la joven, por lo que decidió acabar finalmente con su vida.

En octubre también fue detenido–y el hecho puede pasar a engrosar la escasa lista de buenas noticias– Miguel Ángel M.R., el denominado violador de la furgoneta blanca, quien podría ser el autor de más de medio centenar de agresiones sexuales en la isla de Gran Canaria y fuera de ella. Para ello, se están en la actualidad analizando los más de 400 restos biológicos que se guardan en el Instituto Forense procedentes de violaciones irresueltas. Más de quince mujeres lo han señalado como el autor de las agresiones que sufrieron y el juez de instrucción número 3 de Las Palmas de Gran Canaria, Tomás Martín, les tomó declaración, sometiendo al detenido a ruedas de reconocimiento.

Tras el caso de Los Olivos (Adeje), poco tardaron en hacer su aparición nuevos episodios de violencia de género. En un mes vacacional como es agosto, el barrio de Guargacho, en San Miguel de Abona (Tenerife), se levantaba estremecido ya que una vecina de 26 años de edad, de nacionalidad letona, moría apuñalada a manos de su ex novio, de 44 años, el cual planeó con absoluta frialdad su acción, tras propinarle cinco puñaladas. De hecho, el autor fue capturado cinco días después en la capital tinerfeña en un amplio despliegue llevado a cabo por la Guardia Civil, que no podía permitirse que el asesino, identificado desde un primer momento, huyese de la Isla.

Por desgracia, no sería ésta la última muerte violenta de una mujer en Tenerife, puesto que el 10 de diciembre aparecía en un estanque de agua ubicado en la calle Aguelillas de Arico Viejo el cadáver desnudo de Gabriela M.M.M., de 71 años. Al día siguiente, la Policía Judicial de la Guardia Civil presentaba ante el juzgado de guardia de Granadilla a Álvaro González Bello, de 77 años, su compañero sentimental, quién presa de la ira al saber que la fallecida estaba decidida a zanjar su relación, decidió acabar con la vida de esta golpeándola y arrojándola al estanque. Y ya en la Nochebuena, en Playa de Las Américas (Tenerife), una joven británica, Lisa M., fue golpeada hasta morir con un bate de béisbol, presuntamente por su ex pareja, de la misma nacionalidad.

Violencia juvenil

Pero tal vez haya sido la violencia desatada a manos de jóvenes adolescentes lo que más ha preocupado a la población del Archipiélago. En un mes de diciembre especialmente trágico, cuatro delincuentes mataban a patadas a un vecino del barrio marinero de San Andrés, en la capital tinerfeña, Ramón Guillermo Cruz Cabrera, de 34 años, que disfrutaba de las fiestas patronales en compañía de su novia. Igual suerte correría en Las Palmas de Gran Canaria, Iván Robaina, de 19 años, que fallecía tras recibir una paliza por parte de cuatro sujetos que huyeron después de cometer esta barbaridad.

El único pecado de Iván fue salir a divertirse en la zona de Franchy Roca y no darles más que un euro a sus asesinos. Los cuatro agresores le propinaron una patada en la espalda que le partió la médula espinal y una vez en el suelo le patearon la cabeza. Luego, como quien no ha hecho nada, dos de ellos se fueron con dos chicas a divertirse el resto de la noche. Y en Nochebuena, mientras una pareja joven aparecía asesinada en extrañas circunstancias en su apartamento de Playa del Inglés (Gran Canaria), en la ciudad de Las Palmas fallecía apuñalado Octavio Santos, un crimen por el que era detenido Echedey Lorda, el Fatiga, quien reconoció haber apuñalado a la víctima.

En definitiva, malas y malas noticias en un 2008 que será inevitablemente recordado por la tragedia aérea el 20 de agosto, la que marcó el destino de más de setenta familias de Gran Canaria que perdieron a sus seres queridos cuando se disponían a regresar a la Isla desde el aeropuerto de Madrid-Barajas. El avión que debería de traerlos, un aparato MD-87 de la compañía aérea Spanair, se estrellaba sin apenas remontar el vuelo. Hoy, los supervivientes y los familiares de las víctimas piden que se aclaren las circunstancias de este terrible accidente, el más grave en España en los últimos veinte años.

El milagro del ‘Saulo’

No todo el panorama en el mundo de los sucesos va a ser de color negro. Si no que se lo pregunten a los dos marineros que viajaban en el ‘Saulo’, un pequeño barco de recreo que estuvo desaparecido 11 días durante el mes de marzo con dos tripulantes canarios a bordo: el dueño del barco, José Quevedo, residente en Arucas, y el capitán, Cristo Marrero, con domicilio en Agaete. Los marineros habían ido a Cádiz a recoger el barco que repostó previamente en Barbate. Todo este caso está rodeado de misterio, ya que la Guardia Civil lo halló primeramente varado en la playa de Zahara de los Atunes. La Benemérita comprobaba que carecía de requisitos y de autorización para efectuar la travesía hasta el Archipiélago. Poco después partió hacia Las Palmas y se les volvió a perder el rastro. Sus familiares denuncian ante la Guardia Civil que en una llamada efectuada por estos escucharon palabras en árabe. A partir de ese momento se desatan todo tipo de especulaciones, desde un rapto hasta que trataban de comprar hachís en Marruecos. Pero los días avanzan inexorablemente y no se tiene ninguna noticia de la embarcación, cuya baliza de emergencia tampoco había sido activada. Finalmente, un buque mercante hallaba al ‘Saulo’, cuando navegaba al sur de Punta de Rasca, en Tenerife. Esta navío alertó a Salvamento Marítimo que salió a en su búsqueda, cuando se encontraban a 160 millas de la Isla.

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