Desde la Administración debemos centrarnos en romper el divorcio entre los medios de comunicación y la comunidad científica. Insistimos en la necesidad de añadir la ‘d’ de divulgación a las famosas siglas I+D+i (Investigación, Desarrollo e innovación) y por eso hay que acercar a ambos agentes sociales.
Los grandes descubrimientos científicos del último siglo no habrían servido de nada si sus respectivos descubridores los hubieran atesorado en un cajón. Si no se hubieran divulgado habrían quedado ahí para siempre y la humanidad no habría podido evolucionar gracias al avance que su uso y conocimiento generalizado ha propiciado. No comunicar el trabajo que los científicos e investigadores desarrollan día a día en sus despachos y laboratorios equivaldría a meter todo su conocimiento en un cajón cerrado bajo cuatro llaves. Sería como dejar caer en un agujero negro años de trabajo y esfuerzo. Por eso, para los que estamos implicados en el programa Nuevas tendencias de la Información en la Europa Comunitaria de la Universidad de La Laguna, la divulgación de la ciencia es tan importante como la ciencia en sí misma. Primero, porque comunicar su trabajo es fundamental para que toda la sociedad se beneficie de él; y segundo, porque la comunicación ayuda a incrementar la complicidad de los ciudadanos y la conciencia social sobre su importancia y ello garantizará, sin ningún género de duda, su futuro. Como dijo hace más de 20 años el divulgador científico Ritchie Calder: “Del mismo modo que nadie tiene derecho a desconocer las leyes, hoy nadie lo tiene tampoco a desconocer la ciencia”.
Nosotros vamos mucho más allá y, en relación a la disciplina que, por nuestra profesión, mejor conocemos (aunque estamos convencidos de que se puede extrapolar a otras), aseguramos que no puede existir una buena Sanidad sin los medios de comunicación. Son éstos los que nos permiten hacer a los ciudadanos cómplices del trabajo que se realiza en los hospitales y centros sanitarios; con lo que logramos mejorar considerablemente su funcionamiento. Lo mismo ocurre en el campo de la ciencia y, por ello, desde la Administración Pública debemos centrarnos en romper el divorcio que parece que existe en la actualidad entre los medios de comunicación y la comunidad científica. Los primeros por la falta de especialización y la precariedad de un sector que ya mantenía una dura lucha contra su propia crisis de identidad, a la que se sumó la grave inestabilidad económica y financiera global que surgió a partir de septiembre de 2008, cuyas consecuencias todavía estamos sufriendo y que, en nuestra opinión, sólo se solventará a largo plazo y de forma duradera cuando todos seamos conscientes de que el verdadero cambio de modelo económico que necesitamos pasa por apostar firmemente por la I+D+i+d. En definitiva, estamos convencidos de que la divulgación no es algo graciable, sino una necesidad objetiva del sistema.
En la otra cara de la moneda están los investigadores, que, en muchos casos, prefieren el ostracismo de sus laboratorios a colocarse en el incierto escaparate de los medios de comunicación por miedo, desconocimiento o timidez. Nosotros insistimos en la necesidad de añadir la d de divulgación a las famosas siglas I+D+i (Investigación, Desarrollo e innovación) y para esta unión se produzca con éxito tenemos que propiciar el acercamiento entre ambos agentes sociales. Como ponente en el Senado de la nueva Ley de Ciencia hemos logrado que esta d de divulgación, es decir, la actividad de divulgar la ciencia en los medios de comunicación generalistas, y no sólo en los especializados, se valore en las carreras de los científicos y profesores que la practican. Somos conscientes de que las Instituciones públicas deben mantener un firme compromiso con la comunicación y sus actores, porque en una Comunidad Autónoma donde la información científica es residual resulta perentorio promover y potenciar la presencia del periodismo científico en los medios de comunicación locales.
Ésta es la única manera de poner al alcance de la mayoría de la población los conocimientos que atesora una minoría y que como decimos resultan fundamentales para mejorar la educación y la formación de la sociedad, así como para garantizar su desarrollo. Asimismo, el periodismo científico tiene otro papel fundamental que es detectar las pseudociencias y procurar que no se extiendan. Eso sí, no apostamos por vulgarizar la ciencia. Todo lo contrario, queremos que ésta se divulgue con rigor y corrección. Además, hay gente que confunde la propaganda con la divulgación, cuando son cosas completamente distintas. Tenemos el deber de comprometer y ayudar a los medios de comunicación para que dediquen más redactores y espacio a la ciencia; pero también hemos de convencer a los investigadores de la importancia que tiene dedicar parte de su tiempo a hablar con periodistas, a explicarles en qué consiste su trabajo y qué resultados obtienen para que éstos puedan trasladarlos al público en general. Y es que la ciencia y la tecnología, como está ya más que demostrado, han influido de manera decisiva en las condiciones de vida y desarrollo de las sociedades actuales. Cada vez son más determinantes y por ello tienen que ocupar el espacio que les corresponde en el ámbito público.
Entendemos que el periodismo científico debe desarrollarse de manera continuada, en secciones fijas, con el fin de familiarizar al lector con los términos y los contenidos. Sin embargo, lo que suele ocurrir es que sólo se le dedica espacio cuando se produce alguna crisis informativa. Es en estos momentos cuando los periodistas buscan referentes y las páginas de los periódicos se llenan de científicos opinando sobre las causas y las consecuencias del fenómeno en cuestión. La inmediatez y las prisas por dar la noticia, así como la inexistencia de una relación previa entre el periodista y la fuente (en este caso el científico) dificultan mucho la comunicación y el entendimiento entre ambos, lo que tiene repercusiones inmediatas en la calidad de la información que se traslada a los ciudadanos. Esta situación tiene fácil solución si se tejen estas relaciones de mutua confianza en periodos de paz informativa para que en los momentos en los que se hace imprescindible la interrelación entre científicos y periodistas ésta sea lo más eficaz posible. Para ello, cómo no, también resulta fundamental que las redacciones se doten de periodistas especializados que dominen la terminología y conozcan a científicos e investigadores.
Hasta que llegue ese día, la Administración Pública tiene que generar un clima lo suficientemente propicio para que las informaciones de carácter científico incrementen su presencia en los medios de comunicación de las Islas.