Fuerteventura finalizó 2010 celebrando el aparente fin de la crisis turística. El año terminaba con un crecimiento del 19,3% con respecto a 2009 y atrás parecían quedar los pésimos resultados de periodos anteriores en los que la coyuntura económica produjo graves consecuencias en la principal industria de la Isla, cuando los mercados alemán e inglés cayeron y los esfuerzos del Patronato de Turismo por captar nuevos destinos pasaron sin pena ni gloria por las estadísticas.
El año 2010 acabó con una ola de cambios en el mundo islámico y con la incertidumbre que se ha creado a la hora de viajar a lugares como Túnez o Egipto. Y todo ello pronostica excelentes resultados para 2011. Sin embargo, la llegada de turistas no ha ido aparejada a la creación de empleo. La posibilidad de encontrar trabajo en la construcción se ha convertido en una utopía para los majoreros. Las grúas siguen en medio del paisaje, pero paradas desde hace tiempo y las grandes urbanizaciones, levantadas en tiempos de esplendor esperan épocas mejores con carteles de Se vende o Se alquila.
El desempleo alcanzó en algunos momentos el 32% en 2010. Se convertía así Fuerteventura en el lugar de España con la tasa de paro más altas. La exclusividad del binomio construcción-turismo terminó pasándole factura a los majoreros. Ahora, las autoridades hablan de diversificar el mercado económico pero sin una industria definida, con un campo históricamente desagradecido y sin una clara apuesta hacia las energías alternativas poco parece que se pueda hacer.
Mientras Fuerteventura no para de recibir turistas en los últimos meses, las puertas parecen haberse cerrado para los vecinos africanos. Han dejado de llegar pateras, debido a la vigilancia puesta en marcha en aguas de Senegal y Mauritania a través de la Agencia de Fronteras Exteriores de La Unión Europea (Frontex), sin olvidar los ecos de crisis que llegan a África desde el viejo continente y que frenan a miles de subsaharianos a coger un cayuco.
Eso sí, a principios de 2011 Fuerteventura volvía a acaparar el interés de los medios nacionales. De nuevo la Isla y la inmigración centraban el foco informativo. La víspera del Día de Reyes llegaba una embarcación con 28 saharauis a Playa Blanca. Aseguraban haber participado en la rebelión de los campamentos de Gdeim Izik, la mayor manifestación de protesta contra la ocupación marroquí desde que España abandonara el Sáhara en 1975.
Y alegaban estar viviendo una persecución por parte de las autoridades marroquíes. Los jóvenes, sobre los que planeaba la posibilidad de morir o acabar en alguna cárcel marroquí si eran repatriados, no tardaron en solicitar asilo político. El Ejecutivo de Zapatero, temeroso de reavivar viejas enemistades con el reino alauita, se vio en la encrucijada de dar o no protección internacional a los jóvenes. Si concedía el estatuto de refugiado, reconocía que el Gobierno de Mohamed VI violaba los derechos humanos.
En un primer momento, el Ministerio del Interior admitió a trámite cinco expedientes, pero las ONG no tardaron en reaccionar y sus reivindicaciones terminaron llegando al Tribunal Europeo de los Derechos Humanos. Estrasburgo hablaba de “riesgo inminente de daño irreparable” y aconsejaba no repatriar a los activistas hasta que la corte estudiara los casos. Hoy todos los jóvenes se encuentran en libertad a la espera de que se les conceda el estatuto de refugiado.
Enfrentamiento CC-PP
En el terreno político, el pasado año tuvo como protagonistas las discrepancias entre el presidente del Cabildo, Mario Cabrera, y su socia de gobierno la popular Águeda Montelongo. Cualquier cosa valía para sacar los trapos sucios en la gestión de la institución teniendo próximas las elecciones. Se enfrentaban por la ubicación de la central eléctrica y el museo arqueológico, por la declaración de Fuerteventura como Parque Nacional de Zonas Áridas…
Finalmente, Cabrera se impuso a Montelongo y dos de los hombres de Águeda, cargos de confianza del PP en el Cabildo Insular, terminaron saliendo por la puerta de la institución. A uno se le acusaba de estar en la sede del partido en horas en las que debía estar prestando servicios en el Cabildo; al otro, de falsificar facturas del Patronato de Turismo con las que hacer más placenteras las vacaciones de los seguidores de Rajoy. “Todo había sido un error”, se excusaba la líder del PP en la Isla.
La proximidad de los comicios electorales trajo en 2010 un trajín de movimientos con cambios de filas y con nuevas formaciones en el escenario político de Fuerteventura. Asambleas Municipales de Fuerteventura irrumpía en el panorama electoral con la incorporación en sus listas de históricos de Asamblea Majorera, cansados al parecer de soportar el yugo de una reducida minoría nacionalista. Nueva Fuerteventura acogía a políticos después de peregrinar por otras formaciones políticas en busca de un puesto, capaz de asegurarles trabajo en tiempos de crisis.
Mientras, Domingo González Arroyo con su Partido Progresista Majorero (PPM) aprovechaba cualquier púlpito para explicar su doctrina y de paso arremeter contra sus antiguos compañeros de batalla: José Manuel Soria y Águeda Montelongo. Con este panorama, no es de extrañar que las elecciones del 22-M se vivan con escepticismo por parte de los majoreros. Son muchos los que creen que habrán pocos movimientos en las instituciones locales y saben que venga quien venga muy difícilmente serán capaces de sacar del ostracismo los pilares más débiles de la sociedad majorera: la educación y la sanidad.
En educación, Fuerteventura continúa sin terminar de borrar las aulas prefabricadas de algunos centros escolares mientras los padres siguen manifestándose ante las puertas de la oficina de Educación por la falta de profesorado o por el empeño de la Consejería de eliminar determinados ciclos formativos. En materia sanitaria, el Hospital continúa en obras y parece que seguirá estándolo durante un largo periodo de tiempo. Siguen preocupando la falta de especialistas y las largas listas de espera. Algo que la Consejería de Sanidad no se cansa de desmentir mientras un paciente espera más de año y medio para una operación de rodilla.
Problemas al margen, Fuerteventura presume de ser Reserva de la Biosfera. La clara implicación del Cabildo ha permitido recuperar viejos senderos, potenciar el turismo ornitológico, el avistamiento de cetáceos o un aplaudido mercado de la Biosfera en el que por fin los agricultores y ganaderos han encontrado un espacio en el que vender sus productos. Sin olvidar el firme compromiso por la salvaguarda del paisaje insular.
Sin embargo, Cabildo y Gobierno de Canarias continúan empecinados en sacar adelante el proyecto monumental de Chillida. Una obra de arte o de ingeniería moderna según a quien se le pregunte y que sigue contando con el rechazo de los colectivos ecologistas. A los canarios lo que sí les preocupa es saber dónde fueron a parar los 11,7 millones de euros que se pagaron por unos estudios de viabilidad que jamás se hicieron. En enero de 2011 se trasladaban hasta San Sebastián el consejero de Medio Ambiente del Gobierno autonómico, Domingo Berriel, y el presidente del Cabildo de Fuerteventura, Mario Cabrera, para firmar con la familia Chillida el acuerdo marco que da vía libre al proyecto de Tindaya. Un paso más hacia el sueño de del artista y que de nuevo encontró en los grupos ecologistas a los más firmes opositores.
Meses después, Mario Cabrera cedía Fuerteventura a la familia del escultor como nuevo destino para el museo Chillida-Leku. El Gobierno vasco había decidido cerrarlo, incapaz de hacer frente a los gastos del museo. Difícil tarea para el Cabildo de Fuerteventura cuando su presupuesto es de 62 millones de euros y cuando el Chillida-Leku no ha podido evitar su cierre con partidas por parte del Gobierno vasco de 112 millones de euros. La familia ha agradecido la invitación, pero han preferido continuar teniendo cerca el legado del artista.