Los medios pervivirán siempre, con sus propias herramientas y virtudes, y alimentarán el insaciable apetito de información de la sociedad. La información jamás se agota, máxime si el periodista sale a la calle a buscarla. Porque la noticia está en las ciudades, no en los despachos o en los gabinetes.
La crisis económica ha azotado a todos los sectores y también a los medios de comunicación. La prensa, en efecto, sufre una crisis estructural y coyuntural sin precedentes y no tiene más remedio que seguir profundizando en su esencia, que es informar. Los periódicos, para subsistir, que lo harán, han de apuntalar sus principios, que no son otros que contar al público lo que ocurre en la vida y seguir contando a los lectores, con objetividad, lo que acontece; todo ello aderezado con altas dosis de profundidad, cercanía, análisis, sensatez y personalidad. Con enfoque. Los medios pervivirán siempre, cada uno en su espacio, con sus propias herramientas y virtudes, y alimentarán el insaciable apetito de información de la sociedad. La información jamás se agota, máxime si el periodista sale a la calle a buscarla. Porque la noticia habita en nuestra ciudades, no en los despachos o en los gabinetes, sino entre la ciudadanía.
Cuando los responsables del Anuario de Canarias me propusieron escribir este año sobre los medios y la labor de un director en tiempos de crisis, decidí hacerlo pensando especialmente en el lector, en el perceptor del producto, que es o debería ser el objetivo único del informador. Atrás queda el mal trago de la transformación de los medios y de los ajustes de plantilla que toda empresa se ha visto obligada a acometer. En la vida hay que mirar hacia adelante, jamás hacia atrás, y el horizonte de todo periodista es el lector.
La eclosión de las nuevas tecnologías hizo tambalear los cimientos de los periódicos, que habían iniciado un proceso de transformación, en el albur del siglo XXI, hacia los formatos de lectura rápida. Craso error que todos los diarios han ido enmendando conscientes de que el público reclama lectura y profundidad, además de la noticia. En efecto, los medios digitales, la radio y la televisión juegan con la baza de la inmediatez, algo de lo que adolece la prensa, lo cual obliga a editar la noticia desde el análisis e, insisto, en profundidad. Si Zapatero anuncia un sábado por la mañana que no se presentará a la reelección y todos los medios informan puntualmente de la noticia, los periódicos deberán añadir al día siguiente opinión, historia, análisis, perfiles e incluso entrevistas. Justo lo que no van a ofrecer los medios inmediatos. Y el lector lo agradece, compra su ejemplar y se sumerge en una lectura amena. Lectura, mucha lectura demanda y demandará el cliente de un periódico. Y respuestas ante las miles de dudas que asaltan al espectador.
Los objetivos de un periódico, en resumen, deben ser:
• Profundidad. Informar con extensión adecuada a la importancia de cada noticia, y profundizar y analizar cada asunto relevante.
• Historias humanas. Trasladar a la población historias que suceden a sus convecinos.
• Periodismo de anticipación. Búsqueda diaria de noticias, en base a las fuentes de cada uno, para ofrecer información exclusiva a los lectores.
• Periodismo de investigación. Indagar aquellos asuntos más espinosos e importantes para la sociedad y que nadie se atreve a destapar.
• Periodismo de descripción. Narrar in situ lo que ocurre a nuestro alrededor para transmitirlo a los lectores.
• Periodismo de interpretación. Ofrecer a los lectores una visión argumentada de los temas más candentes y trascendentales, añadiendo datos históricos y documentales, así como opiniones y valoraciones diversas. Es la búsqueda de la profundidad de los temas.
• Periodismo de cercanía. Informar a los lectores de los asuntos más próximos a ellos, a su ciudad o localidad, a su barrio. Es redundar en el periodismo humano y local.
• Testimonios. Convertir en protagonista, en nuestro caso, al tinerfeño, al canario.
No hay más. La cualidad la desarrolla cada uno y el público decide.