Hemos pasado un duro año y aún nos queda bastante camino por andar, pero tratamos de hacerlo de la mejor forma posible. El sector farmacéutico en Canarias afronta el futuro con bastante intranquilidad. No es sólo porque el resto de las actividades económicas, al igual que la nuestra, esté recuperándose lentamente, sino porque nos enfrentamos a una situación nueva: la reducción de un diez por ciento de los presupuestos dedicados a la sanidad de los canarios.
Los recortes presupuestarios en la sanidad experimentados en Canarias este último año parece que van a tener que repetirse en los próximos ejercicios. Veremos a qué niveles somos capaces de llegar. Afrontar el futuro con recortes nos lleva a replantearnos todo. Desde si el modelo de acceso al sistema sanitario es el más adecuado, hasta si hay que introducir nuevos elementos de corresponsabilidad por parte de todos; léase hacer aportaciones económicas extras según uso del sistema sanitario, entendiendo por extras el que es una aportación añadida a las que ya se efectúan vía pago de impuestos por todos los ciudadanos. Es evidente que serán decisiones difíciles de tomar.
¿Es posible sostener el sistema actual con menos presupuesto y con una demanda de servicios sanitarios creciente? No hay una respuesta clara y certera para esta pregunta. Ojalá alguien la tuviera: estaría resuelto uno de los más graves problemas a los que como ciudadanos nos enfrentamos en estos momentos. Lo que sí que hay son respuestas parciales con las que cada uno debe tratar de aportar su granito de arena y posiblemente adicionándolos todas tengamos una gran parte de la solución. Me atrevo a proponer varias.
La primera sería tratar de que los medicamentos que toman nuestros pacientes sean lo más eficientes posibles. No hay que confundir barato con ahorro. A veces hay que gastar un poco más para que con el tiempo paguemos menos. Un medicamento para una persona que sea dependiente de terceros y que se tome a una dosis única diaria puede ser más caro que el mismo principio activo pero formulado para tomar tres veces al día. El coste de administración y las posibilidades de olvido del que es más barato puede llevar al fracaso del tratamiento y que haya que prescribirle otro medicamento de mayor coste; o como se dice a veces, de segunda línea. Por ellos es importante no considerar sólo cuánto cuesta el acto de entrega del medicamento, sino cuánto cuesta todo el proceso de la medicación.
La segunda estaría en la línea del conocimiento de la historia farmacoterapéutica del paciente. No hay que hablar hoy día de una medicación basada en episodios, en situaciones puntuales de enfermedad, entendida ésta como una situación patológica con inicio y fin en un periodo de tiempo más o menos corto, sino que hay que hablar de una medicación basada en términos de procesos de salud de la persona. La salud mejora o empeora según la situación en que se encuentre la persona y esta mejora o el empeoramiento se puede modular con el acceso a fármacos y del momento temporal en que la persona acceda a estos medicamentos. Hablamos de un conocimiento de la salud de cada persona y de un conocimiento de cómo se han gestionado en términos de salud los diferentes tratamientos farmacológicos que le han sido prescritos y las diferentes pruebas diagnósticas o actos quirúrgicos realizados a esa persona.
En tercer lugar, tenemos que plantearnos un nuevo modelo sanitario donde prime la gestión adecuada de todos los recursos. Hay veces que sólo se piensa en términos económicos: reduzco presupuesto, luego ahorro. Hay que plantear un nuevo modelo basado en la excelencia: el gasto que haga, desde el primer céntimo de euro, tiene que ser el adecuado. No tiene sentido centrar las políticas económicas en el menor pago por servicios cuando dependiendo del grado de formación de quien preste el servicio, de la accesibilidad a ese servicio y de que se dé en el momento adecuado ese servicio sanitario, el coste en sí mismo del servicio efectuado puede ocasionar un ahorro muy importante en otras partidas económicas interrelacionadas: un trabajador que tenga un dolor incapacitante puede ser tratado con un analgésico que cuesta céntimos de euro, pero está teniendo un coste elevado en términos no sólo de no curación de su proceso sino en ausencia de su puesto de trabajo, imposibilidad de hacer una vida familiar y social aceptables…. cuando haciéndole las pruebas diagnósticas adecuadas, las intervenciones quirúrgicas necesarias y la medicación necesaria para estos procesos se puede reintegrar perfectamente a su vida cotidiana. Esto último cuesta más en términos de gasto por paciente, por episodios decía antes, pero tiene como consecuencia un ahorro en términos de salud de la persona, en términos de ahorro para nuestro sociedad. Es la salud entendida como un proceso en la vida de las personas.
Dejo abierta esta lista para seguir añadiendo respuestas parciales a la pregunta planteada. Es posible que entre todos, aportando propuestas, demos con la respuesta adecuada y consigamos mejorar nuestros niveles de salud con el mejor coste posible (me refiero a mejor, no es un error tipográfico de la letra j por la letra n) para nuestra sociedad.