La temporalidad imprecisa, paradójica, de las páginas de este Anuario, orienta mi diálogo hacia un potencial lector -colega, periodista, empresario, político, director… quizás también amigo- que tendrá la tutela profesional de algún alumno de prácticas de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna (ULL), en los nuevos tiempos de formación de graduados en periodismo, en los que las prácticas en empresas tienen carácter obligatorio.
Me compromete con el estudiantado afrontar el análisis de los estudios desde este monumental centro académico del Campus de Guajara. Es el momento en el que la primera promoción de graduados está a las puertas de la recta final de su preparación. Corren ya, por fortuna, unos tiempos en los que los medios de comunicación isleños no dudan de que el futuro del periodismo, de la comunicación en todos sus nuevos formatos, está entre ellos, entre quienes han optado por formarse universitariamente. Mi compromiso se dirige a describir, mínimamente, lo que hace sentir la mirada de los cerca de 300 alumnos que rulan, con esa actitud de la juventud que es pasiva y nerviosa a la vez, por las pasarelas y rampas de nuestro simbólico edificio.
El alumnado de periodismo está formado por quienes saben que han de procurar morder una porción de la tarta profesional afectada profundamente por la crisis, la económica y la que fuerza la propia transformación tecnológica en el acceso a la información. Lo integran también quienes, más allá de tan solo atender estoicamente las retóricas sobre las libertades sociales que garantizan el buen ejercicio de la profesión, vivieron sin apenas sorpresa el fenómeno wikileaks, simplemente porque están capacitados y son naturalmente competentes frente a la complejidad tecnológica que aturde aún a otras generaciones. Cuentan, es así, con el potencial preciso para afrontar los nuevos paradigmas de la comunicación. Sin más.
Desde luego que ningún Libro Blanco sobre la profesión fue capaz de profetizar sobre ese potencial, ni sobre el reto que supone, para el periodismo, no sólo las transformaciones tecnológicas, sino su articulación con la creatividad en la actividad y con el pensamiento científico; con las comunidades virtuales y con la polivalencia de novedosos perfiles profesionales que están aún por llegar. No en vano, dentro de unos años, infinidad de personas trabajarán en especialidades que no sabemos aún ni mentar. Sin duda, el reto de la calidad universitaria pasará por saber adecuar esa capacidad que obliga al estudiante a exigir más a la Universidad, a sus docentes, que hemos de pensar, atravesando las barreras generacionales, en el equilibrio de nuestros saberes y sus potencialidades naturales… sociales.
Reinventar la profesión
Los jóvenes de la Facultad de Ciencias de la Información contribuirán al reinvento de la profesión, que tiende, frente a muchos pronósticos, a permitir más y mejores libertades para el oficio de comunicar. Y lo harán, a sabiendas de que habrán de luchar por la profesionalidad, por la distinción de sus mensajes de los meros retratos miméticos del denominado periodismo ciudadano. Lo lograrán porque han asimilado adecuadamente los saberes que les dotan de competencia para manejarse en resolver con adecuación tareas en cada contexto. Porque mejoran -el proceso de la mejora es lo que es calidad, no lo obviemos-. Porque la Universidad, en ese esfuerzo de proponer el sistema de garantía de calidad en el proceso de implantación del Espacio Europeo de de Educación Superior, permite, en el Grado de Periodismo, la puesta en marcha de un sistema centrado en la formación con especificidad sobre Comunicación. Es claro que no puedo sino detenerme en este momento en la idea de que, desde luego, toda reforma es obligatoriamente costosa. Faltaría a mi responsabilidad académica de no afirmar que, cuando vamos a pasar al cuarto curso de la titulación, los recursos para acometer los cambios son aún escasos, en criterios de ratio alumno/profesor y en medios técnicos.
Sin embargo, no quiero ensombrecer ni desviarme del retrato de esta generación de la que tanto aprendo. Los estudiantes saben sobre qué han de mirar, escuchar y de cómo contar. Saben del reporterismo de García Márquez, del relato de Wolfe o Guy Talese, de la teoría del texto, del mensaje o del género informativo; de la especialización, de los paradigmas del entorno mediático que dibuja la teoría y de que la comunicación se salva superando las tentativas del poder, las de la media verdad y las de la soberbia. Los futuros graduados en periodismo, que ocupan cualquier mesa de las prácticas en las empresas de comunicación o en los gabinetes de comunicación de las instituciones, son parte activa del cambio de paradigmas del periodismo.
Participan en el proceso, con profundidad y con el conocimiento de que comparten este laberinto de las prácticas sociales interconectadas que forman el tejido del siglo XXI, que Castells ha denominado recientemente autocomunicación de masas, para reflexionar sobre la comunicación, la cultura y el desarrollo en la era digital. La autocomunicación de masas se presenta como el nuevo proceso comunicativo que tiene la posibilidad de modificar las relaciones tradicionales de poder de la comunicación social.
Internet y los dispositivos móviles hacen que la comunicación digital vaya más allá de los medios tradicionales en un nuevo y cambiante entorno comunicativo. Las posibilidades que ofrecen las denominadas Web 2.0 y Web 3.0, como tecnologías que, sin duda, promueven redes horizontales de comunicación interactiva que conectan lo local y lo global, son esenciales para comprender el nuevo modelo de la comunicación. Pero, sobre todo, se vuelven interesantes porque nos acercan a explorar los términos que acuñan toda una densa filosofía que arrastran: constituirse como medio social, colaborativo y accesible.
Los académicos analizamos los espacios sociales de la realidad virtual, llenos de contenidos que establecen sinergias entre la comunicación interpersonal y la social, y que cambian los parámetros de la Información. Los estudiantes de periodismo conviven ya en la práctica profesional con esos espacios en los que han de fortalecer la validez y la evolución del periodismo. Todo ello sucede ahora, cuando ya sí que se considera extendida la cultura de compartir los mensajes procedentes de múltiples emisores-receptores. Es todo un entramado que favorece infinitos enRedos, en donde la multiplicidad de redes de poder, de actores y su necesaria interacción plantea la construcción de los significados del nuevo sistema mundial de comunicación y cultura.
Construir, preservar y renovar esos significados es a su vez tarea inequívoca del profesional de la Comunicación adecuadamente formado en dotar de sentido la realidad que circunda a los ciudadanos, en contarla para que sea entendida. Es la tarea del informador universitario de comunicación del siglo XXI. También lo es explicarse acontecimientos comunicacionales, reflexionarlos y debatirlos. Porque sigue siendo función del periodismo explicar a los públicos las realidades complejas que conforman nuestras sociedades.
El estudiante sabe que es también su función contribuir en la formación del proceso, desde la firme idea de que la construcción del significado cultural público es el resultado de la interconexión de muchas mentes individuales. Participar, en fin, del engranaje cambiante que, siguiendo a Castells, “solo puede llevarse a cabo si conservamos esos terrenos comunales que son las redes de comunicación que Internet ha hecho posible, una creación libre de amantes de la libertad”.
No puedo sino ver a los nuevos estudiantes de periodismo como la versión mejorada de aquellos alumnos ilusionados que ya nosotros fuimos. Menos confiados… tal vez más resolutivos, potentes pero a la vez inmersos en una sociedad en la se ha instaurado, según Zygmunt Bauman, la fragilidad de los lazos entre los hombres. No puedo sino desear que los miren de la mejor manera, que los consideren para la profesión… si es que en algún momento uno de estos estudiantes ocupa la mesa de al lado.