2010 fue un mal año para el periodismo. Habrán eclosionado las redes sociales y habrán aflorado ediciones digitales, pero la desaparición de CNN+ simboliza todo eso que palpamos: más desempleo, más precariedad, menos medios, más limitaciones, menos calidad, más vulgaridad, menos pluralismo
2010 fue el año de la desaparición de CNN+. Seguimos atentamente y recordamos su emisión final, una auténtica lección de periodismo, aún impartida en la cruda hora final. Que se haya apagado la opción más equilibrada y plural, una de las más creíbles del amplio y a veces insufrible espectro de la Televisión Digital Terrestre (TDT), fue una noticia negativa que entristeció a quienes trabajamos en la comunicación pero también a los miles de espectadores que aguardaban la cita con los informativos para estar actualizados, para retener buenísimas imágenes, para seguir atentamente los debates y para gozar, en definitiva, de la cobertura deseada de cualquier acontecimiento.
Está pasando, lo estás viendo. ¿Recuerdan? Ahora cabría decir: Se nota, se siente, CNN+ no está presente.
Así como hemos celebrado con entusiasmo el nacimiento o los números uno de publicaciones y medios de comunicación, aquel cierre anunciado acompañó una inevitable sombra de tristeza. Cuando un canal de ese nivel echa el candado, hay que preocuparse. Por la dimensión de la crisis, por la pérdida de valores intrínsecos, porque se deja de escuchar voces rigurosas y críticas, porque sobre profesionales de contrastada valía se ciernen incertidumbres, porque desaparece una opción informativa seria y creíble… Hay que preocuparse.
Los muy profesionales: fueron fieles a su lema hasta el último instante. Al cabo de casi doce años, transmitieron su cierre. Estaba pasando, lo estábamos viendo. Van con nosotros. Iban con todos, con todos aquellos que abogamos por esa información veraz y contrastada, por un medio plural, por una televisión digna y de nivel que signifique un rayo de luz en el oscuro panorama de la mediocridad, las simplezas y la chabacanería. Totalmente cierto. Se nota, se siente: CNN+ no está presente.
Tragamos un par de nudos, qué quieren. Estaba sucediendo, lo estábamos contemplando. Los rostros serios de quienes resistieron y se agruparon en la lucha final. La lectura sosegada y grave del comunicado postrero. Cómo fenece un canal televisivo. El hachazo invisible y homicida, con permiso de Miguel Hernández, se cobraba la vida de un medio de comunicación. Se apagó la señal. Después de once años. Apareció otra, fruto de una fusión empresarial, en la que durante un tiempo se emitió uno de los subproductos más morboso y preferido dada su millonaria audiencia. ¡Ah! las cuentas de resultados, los balances de explotación, el lenguaje frío de los números empresariales que prima sobre todos los demás… ¡Ah!
2010 fue un mal año para el periodismo y la comunicación. Habrán eclosionado las redes sociales y habrán aflorado ediciones digitales. Pero la desaparición de CNN+ simboliza, de alguna manera, todo eso que palpamos: más desempleo, más precariedad, menos medios, más limitaciones, menos calidad informativa, más vulgaridad, menos pluralismo.
Desde entonces andamos huérfanos. Echamos de menos aquel auténtico oasis del zapping a cualquier hora, al que acudíamos hartos de publicidad incesante, telebasura y telecaverna para poder informarnos de lo que acontecía con objetividad y realismo, ajustándose a los hechos y sin sesgos o tendenciosidades tan abundantes en otros canales. Duele, vaya que si duele, sobre todo porque en los tiempos que corren en algún lugar serio del contexto mediático debemos refugiarnos. Lo dejo escrito Pierre Renoir: “El problema es que la televisión amalgame y convierta en papilla informe la realidad, la ficción, lo fundamental, lo secundario, el divertimento y la reflexión”.
Pero puestos a citar, quedémonos con el periodista y actor estadounidense Jack Gould: “Hay algo absolutamente tranquilizador sobre la televisión: Lo peor está siempre por venir”.