Para el recuerdo de la sanidad canaria quedará el año 2010 como el periodo en el que Mercedes Roldós se fue, Fernando Bañolas llegó y, en medio, los presupuestos de Sanidad sufrieron el mayor recorte en la historia de la democracia en el Archipiélago. Nada menos que 315 millones de euros menos que en 2009. O lo que es lo mismo: un 11% menos de presupuesto para garantizar la atención sanitaria de casi dos millones de canarios y de cerca de 10 millones de turistas.
El tijeretazo en las cuentas autonómicas sorprendió a propios y extraños, puesto que aunque todos políticos canarios coincidían en avisar sobre lo profunda y duradera que estaba siendo la crisis económica, igualmente todos, sin excepción alguna, se comprometieron, por activa y por pasiva, a no tocar los servicios básicos, entendidos estos como la sanidad, la educación y los servicios sociales. Tras reducir los fondos para sanidad, la hasta entonces consejera y su formación política (Partido Popular) no encontraron otra manera de no parecer incoherentes, y de evitar decir digo donde dijeron Diego, que aludir a que Coalición Canaria había cambiado las cuentas que ellos habían elaborado sólo unas cuantas horas atrás.
Rizando el rizo, y quizás por encontrarse entre la espada y la pared, al nuevo consejero, Fernando Bañolas, no le quedó otro argumento -pese a encontrarse de frente con médicos, enfermeros y todo el personal sanitario avisando de que los servicios se resentirían a corto plazo- que decir y repetir hasta la saciedad que los ciudadanos no notarían ningún cambio. No obstante, poco tiempo después se supo que la lista de espera volvía a subir notablemente tras dos años de descenso, que las urgencias hospitalarias estaban de nuevo colapsadas e incluso el personal sanitario se quejó públicamente de la peor calidad de los instrumentos y materiales de trabajo. Y hasta hubo reproches sobre los alimentos que se servían en los centros hospitalarios.
Sin embargo, el auténtico caballo de batalla de la sanidad canaria durante 2010 fueron, sin dudas, los escándalos judiciales. Si a finales de noviembre prácticamente nadie sabía lo que era Lifeblood, a comienzos de noviembre el nombre de esta empresa, supuestamente dedicada al mundo inmobiliario y luego metida a la distribución de servicios de hemodiálisis, se repetía de boca en boca. Aunque el asunto sigue siendo investigado por la Justicia, lo que está claro que en la adjudicación del servicio de hemodiálisis de los hospitales Doctor Negrín de Las Palmas de Gran Canarias y José de Orosa de Lanzarote hubo más de una irregularidad.
La profesionalidad de la mesa de contratación fue puesta en duda, su presidenta reconoció haber recibido ofertas económicas para dirigir su voto en concursos similares, la empresa ganadora se vinculaba sospechosamente con intereses y personas relacionadas con la banca, el patrimonio social de Lifeblood no pasaba de los 3.000 euros, pese a haber ganado un concurso de 192 millones de euros, etc. De todo sucedió. Incluso el Partido Socialista pidió incontables veces en el Parlamento que se le dejara tener acceso al expediente de contratación ante la negativa de Bañolas, aconsejado por los servicios jurídicos de la Consejería.
Finalmente, y tras meses de dimes, diretes, acusaciones de todo tipo y movimientos de papeles de un lado para otro, la última semana del año el consejero decidió cortar por lo sano, anular el concurso que había rubricado su antecesora y empezar todo el proceso desde cero. Curiosamente, ésta no fue la única papeleta que tuvo que resolver Bañolas. Si en abril, tras cuatro inauguraciones oficiales, por fin comenzaba a funcionar el Edificio de Actividades Ambulatorias del Hospital Universitario de Canarias (HUC), en noviembre tuvo que admitir que los cuatro quirófanos nunca habían funcionado y dar la orden de que se abrieran de inmediato, debido al colapso que desde hacía varios meses se registraba en los antiguos.
Y es que los hospitales han vuelto a ser los grandes protagonistas de la sanidad canaria. Unas veces para bien y otras no tanto. Si el Negrín y el José de Orosa lo fueron por Lifeblood, sobre el HUC siguió estando la alargada sombra de las decenas de afectados por el Servicio de Cirugía Cardiaca que interpusieron un contencioso-administrativo para obligar al Servicio Canario de Salud a darle una explicación acerca de las numerosas muertes y secuelas que afectaron a los pacientes. En La Palma, la falta de un aparcamiento creó, día sí y día también, colapsos a la entrada de un centro sanitario que debería estar libre para cualquier urgencia.
Mientras, en El Hierro se eliminó la atención domiciliaria y en Fuerteventura el centro hospitalario siguió patas arriba debido a una ampliación más parecida a una reconstrucción que a una reforma. La buena noticia la dio La Gomera, que, con cerca de cinco años de retraso sobre la fecha prevista, por fin pudo pasar del obsoleto Hospital Virgen de Guadalupe al amplio y perfectamente dotado Hospital Insular de La Gomera. Aunque si de hospitales se trata, irremediablemente hay que hablar de los hospitales del norte y del sur de Tenerife, que no dejaron de generar polémica y acusaciones entre todas las formaciones políticas durante todo el año.
Los Hospitales de Tenerife
La confusión sobre competencias, plazos y dotaciones fue tanta que incluso se produjo un encontronazo entre el presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, y el del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, por el incumplimiento de este último de todos los plazos que había dado hasta el momento. El remate final lo puso el presupuesto general de la Comunidad Autónoma, donde se reflejó “un deslizamiento de la financiación” a la que Fernando Bañolas no dejó de referirse en todo momento y que no era otra cosa que pagar en tres años lo que se tenía pensado pagar en uno.
El azote de unos y otros fue el Partido Socialista, cuyos diputados, consejeros y ediles no dudaron en vincular el retraso en los dos hospitales con una manera de beneficiar a la sanidad privada, pero también lo fueron las decenas de ciudadanos que bien formando parte de las plataformas creadas para exigir el cumplimiento de lo planificado o sumando su firma a la de otros 24.000 canarios que reclamaron ante el Parlamento de Canarias la elaboración de una Ley para la Defensa y la Promoción de la Salud Pública en el Archipiélago, pidieron una solución definitiva a tanto retraso. La iniciativa legislativa quedó pendiente para después de que se renovara la Cámara autonómica y todo lo demás también.
Mención a parte, mereció el encuentro celebrado a mediados de año en Tenerife entre la entonces ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, y la consejera canaria del mismo área, Mercedes Roldós, que durante los doce meses anteriores había reclamado en todos los foros posibles que el Estado le reconociera a la Comunidad Autónoma una deuda valorada en 1.800 millones de euros como consecuencia de la infrafinanciación habida en la última década. “¿Deuda?, ¿qué deuda?, contestó la ministra a la pregunta de una periodista, antes de asegurar que era la primera vez que oía lo de la deuda histórica con Canarias. En cólera montó Roldós, que al día siguiente le mandó una carta amistosa pero tajante diciéndole que adquiriera ya un compromiso financiero serio con las Islas. Nunca transcendió si hubo respuesta y poco después ni la una ni la otra se mantuvieron en el puesto, así que ahí quedó la cosa.
Y es que el año llegó a su fin con el presentimiento de que en 2011 cada euro iba a ser más importante que nunca. La finalización de la implantación de la receta electrónica como medida de ahorro, además de importantes recortes a los márgenes de beneficio de la empresa farmacéutica, se hizo realidad tras la última campanada de Nochevieja; y el copago sanitario o la introducción de impuestos especiales sonaron por los últimos meses del año como algo ya más cercano a la realidad que a la ficción. En cualquier caso, en lo que sí que se atrevieron a coincidir todos los partidos políticos es en que la sanidad pública tal y como la conocemos no durará demasiado. Ahora habrá que ver si lo que cambia será su universalidad o su gratuidad. En 2010 empezó la transformación.