Mi prima quiere ser periodista

Judith tiene 17 años. Estudia Bachillerato y el próximo septiembre de 2013, si la economía familiar lo permite, empezará la Universidad. Por sorpresa me pregunta a mí, su prima la mayor, qué me parece que quiera estudiar Periodismo. Me debato entre el orgullo y la cautela. La ilusión se topa de bruces con un panorama desalentador en los medios de comunicación. ¿Qué debo responderle?

Éste ha sido un año negro para la prensa, afectada por una doble crisis: la económica global y la de un sector en pleno cambio de modelo por el empuje de las tecnologías digitales. No soy gurú, tampoco nativa digital. Solo soy testigo de una época de cambio y, como periodista, tener los ojos bien abiertos es algo que se me da bien. Vivimos un tiempo cuanto menos irrepetible. No sólo en el terreno profesional, sino a niveles más profundos. Cambios en la sociedad, en la forma en que nos relacionamos con los demás, en cómo nos comunicamos y, por supuesto, en cómo nos informamos.

Desde el comienzo de la crisis, en 2008, en España se habían destruido hasta finales de 2012 unos 6.400 puestos de trabajo de profesionales de la información y han echado el cierre 197 medios, según el informe anual de la profesión periodística elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid. Con los datos en la mano se me hace difícil animar a mi prima a formarse para la que, según defendió con pasión Gabriel García Márquez, es la profesión más bonita del mundo.

Lo fácil y tentador es echarle la culpa a internet. Aunque si se mira hacia cualquier profesión también se ve la precariedad y se huele el miedo al despido. Se ha resquebrajado el estado de bienestar hasta límites que no sospechábamos y los medios tradicionales se escudan en la integración de las redacciones papel-online para aplicar los mismos recortes que tanto critican entre las noticias de sus páginas. Mientras tanto, la blogosfera, los nativos digitales y los nuevos formatos buscan un pedazo de una tarta publicitaria cada vez más repartida.

¡Sálvese quien pueda!.- En esta jungla en la que hoy competimos, el objetivo es la supervivencia, no la realización profesional o la idílica función social de la prensa. No hay ningún tipo de poesía en eso. Hay que luchar el doble que antes para conseguir como resultado la cuarta parte. Creo que internet no es el culpable de esta situación o el enemigo, pero tampoco va a ser el salvavidas del papel. Los medios de comunicación deberían perder el miedo al cambio y apostar firmemente por lo que pueden aportar las nuevas generaciones de profesionales.

Esas mentes inquietas como la de mi prima que no se imaginan cómo se podía trabajar sin internet, sin móvil o sin pertenecer a otra red social que no fuera la de tu familia o vecinos. Es necesario innovar, conseguir la atención del lector publicando la información importante, la que debe conocer, pero de la forma más atractiva, deseable o divertida posible. Sin embargo, a pesar de los cambios, se mantiene la vocación del periodismo para contar historias y la clave sigue siendo la misma: la creatividad. Una buena idea es siempre una buena idea.

He escuchado decir que internet democratiza la información. En cierto modo es así. En el formato papel hay un límite de periódicos que se pueden leer, ya no sólo por cuestiones económicas, sino por practicidad. En internet la gente no se lee un solo medio, sino que acude a muchas fuentes. Además, en ocasiones no se hace de una forma consciente, sino que el recorrido hacia la información se ha invertido. Antes se llegaba a una cabecera por recomendación o porque los contenidos nos gustaban. Ahora es Google el que posiciona los contenidos y, a continuación, se llega al medio informativo.

Los lectores son ahora partícipes de la información. Se ha acabado la época del monólogo y ha aparecido la conversación. Precisamente porque participan, porque trasmiten sus críticas y comentarios por muchas vías y soportes, es necesario escucharles. No sólo por deber, sino para conocer mejor sus necesidades, personalizar los contenidos, segmentar la publicidad y afinar los soportes. Ningún otro soporte ha tenido tanta capacidad como internet para conocer a su audiencia. El problema es que para saber cuáles son sus intereses, nos topamos con la preocupación por medir. A veces exagerada. Y a esto no estamos acostumbrados los periodistas. Somos de letras. Así que nos volvemos locos entre las cifras del tráfico web, la publicidad o los KPI’s. Es bueno aprovechar los datos, claro, pero sin resignarse a ellos. El objetivo es utilizar la tecnología para satisfacer las necesidades del usuario.

Tiempos exponenciales.- Otra de las novedades es que la información debe estar donde están los lectores. El esfuerzo de ir al quiosco a comprar información es para los nostálgicos y los domingos. Hay 845 millones de usuarios de Facebook activos al mes y se envían al día más de 50 millones de tuits, lo que supone unos 600 tuits por segundo. Parece claro que los lectores están, más que en otros lugares, en las redes sociales. Los medios las han entendido como un aliado tecnológico para acercarse a un público cada vez más abierto a recibir aquella información que le interesa y, del mismo modo, a compartir fácilmente información con sus círculos más o menos cercanos.

Pero, ¿son las redes sociales sólo un canal? ¿O se pueden convertir en un medio de comunicación en sí mismo? Sé de algunas personas que tienen conocimiento de lo que les rodea exclusivamente a través del contacto directo con su entorno o a partir de lo que sus amigos publican en Facebook. Con sus propias normas, su estructura cambiante y su lenguaje particular, la popularidad de las redes sociales crece de forma exponencial y parece que son un negocio rentable.

Exponencial es también el desarrollo de la competencia en internet. Como dice el último punto del decálogo de Google, “ser muy bueno no basta”. En este mercado que se renueva constantemente, puede que los que sean competidores en el futuro, hoy ni siquiera estén inventados. ¿Acaso alguien pensaba que los blogs harían la competencia a los poderosos mass media? El éxito en internet no entiende de cuestiones geográficas, sino de intereses comunes. Por eso existen blogs dedicados al mundo del cuidado de los animales o sobre consejos para organizar una boda que tienen grandes audiencias. La hiperespecialización es lo que les mantiene a flote.

El futuro está en lo digital.- No es fácil meditar sobre el pasado y mirar con optimismo al frente. Este año nos ha dejado huérfanos de mucho talento. Pero como imaginar es gratis, pensemos un momento: ¿qué haríamos para salvar al periodismo? Los discursos no son tan dispares. Los directivos de grandes medios parecen tener claro que el futuro está en lo digital. Sin embargo, siguen pensando que el papel es el negocio prioritario. Quienes saben de números dicen que hay que experimentar, buscar nuevos modelos de negocio. El publicitario es insuficiente en internet y el pago por contenidos no sirve para la gran mayoría de los medios, sólo para aquellos que ofrezcan una información especializada.

Por un lado, los contenidos segmentados pueden ser una fórmula de ingreso. Para ello hay que conocer al lector y ofrecerle lo que le pueda resultar más interesante. Si se capta la atención de la audiencia, la publicidad se interesará y se podrán ofrecer otros servicios informativos que, por su parte, aportarán saldos positivos a la cuenta de resultados. Por otro lado, creo que la apuesta por los dispositivos móviles no debe faltar en cualquier estrategia, porque los diferentes soportes con los que se accede a la información están ofreciendo nuevas vías de ingreso.

Quiero pensar que podremos trabajar en unas condiciones laborales más justas, sin grandes musas y sin explotar becarios masivamente. Un panorama en el que el objetivo final sea el servicio público que hace tan especiales a los medios frente a otras empresas. Como todo está cambiando, me gustaría imaginar a los medios como una especie de plataformas sociales, tecnológicas y de mercado sin perder su punto de partida: la información.

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