Nuestro futuro pasa por la ética

Corren malos tiempos para la profesión periodística, pero eso no significa que peligre el futuro del periodismo. A mi juicio, cada día resulta más necesario. El periodismo atraviesa una crisis de identidad, motivada fundamentalmente por la repercusión de los distintos soportes digitales. Y también influida por la crisis económica actual. Por eso es tan necesario.

Vivimos un momento que invita a replantear las estructuras del periodismo, pero no las esenciales: ética, rigor y calidad. Ben Bradley, director del Washington Post en la etapa del caso Watergate, ha manifestado recientemente que éste “es el mejor momento del periodismo”. Desde luego, vivimos un tiempo oportuno para investigar, destapar corrupciones, desvelar injusticias, y, en general, permanecer vigilantes frente el poder. Es nuestra razón de ser. Y hacerlo con responsabilidad y compromiso nos diferencia de cualquier red social.

En democracia, quienes perpetran irregularidades deben sentirse frágiles ante el poder mediático, pero el periodismo utiliza datos, fuentes o documentos para impedir que esa indagación dañe innecesariamente a terceros. El periodismo es esencial para preservar el sistema democrático y el derecho de los ciudadanos a recibir información de la estructura del poder. Por eso, el emisor, que somos nosotros, no puede perder la confianza del destinatario. Y los medios de comunicación, en la actualidad, son empresas pendientes del mercado. La industria periodística debe generar ingresos para ganar pluralidad e independencia, pero cuando la caja prima sobre el fin informativo se sobrepasan los límites éticos.

Indro Montanelli aseguraba que el periodista hace mucho más que describir. Y Kapuscinski estaba convencido de que esta profesión es un compromiso ético y vital, un oficio no apto para gente sin pasión. La credibilidad es nuestro baluarte, nuestra razón de ser. De ahí que la ética constituya uno de los fines clave de la FAPE para preservar nuestro futuro y para cumplir nuestra misión.

Otro gran objetivo, especialmente en la actualidad, es la formación. Resulta vital para reconvertir y adaptar el periodismo a los nuevos tiempos. Y algo más: la formación académica y en valores genera buen periodismo, aunque no soy partidaria de añadir adjetivos a nuestra profesión. Si el periodismo es malo no es periodismo. Precisamente, para poder hacer frente al mercantilismo que se impone desde algunas empresas, es precisa una formación ética sólida, que genere conciencia para enfrentarse a la información con el mayor grado de independencia, con responsabilidad y compromiso. Ese es el otro gran objetivo y uno de nuestros mayores retos como asociación profesional, fortalecer la ética y la deontología.

Son las metas de la FAPE, las claves del futuro del periodismo, lo que nos encamina a la independencia del poder político, al rigor y a la calidad profesional. El ejercicio de renovación en el que nos hallamos inmersos puede reconducirnos a esa senda. Todo depende de nosotros, también LA DEMOCRACIA. En toda la historia, ninguna sociedad tuvo tantos ciudadanos interesados por la información. Las nuevas tecnologías constituyen siempre una oportunidad. Así hay que verlas. Difundir la verdad y defender la riqueza de pensamiento dignifica al periodista, al medio en el que ejerce, y humaniza y genera criterio en la sociedad destinataria, la hace más libre.

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