Salto al vacío

Core es una joven catalana de 20 años que se define a sí misma como una “niña de papá”, impulsiva y obsesionada con su cuerpo. El pasado 14 de octubre de 2012, 956.000 personas contemplaron cómo Cristina Serrano, como se llama en verdad la concursante del programa Gandía Shore, de la cadena MTV, se enzarzaba en una pelea callejera a la salida de una discoteca.

La imagen de Core descalza, con los zapatos en la mano tras la pelea, no fue el minuto más visto de la televisión en el año 2012, de eso se encargó La Roja en los penaltis contra Portugal (más de 19 millones de espectadores), pero supone un nuevo empujón al contenido absurdo y grotesco de la telebasura. Una vez más, un año después, poco ha cambiado en el principal consumidor del ocio de los españoles. La televisión del presente se nutre de una creciente oferta tan grande como escasa en la variedad. Fórmulas plagiadas hasta la saciedad que buscan la distracción del espectador y sepultan su capacidad reflexiva.

Un panorama desolador en el que, sólo a veces, se infiltran hábiles profesionales que remueven la materia gris del televidente. Más de tres millones de personas de media siguieron la actualidad de 2012 desde la óptica del periodista Jordi Évole, lo que tal vez no sirva para creer que estamos Salvados, pero ayuda. La audiencia, en cualquier caso, se mantiene como el colchón que todo lo aguanta, capaz de soportar el peso de las decisiones que imperan en la industria televisiva, incluida la que pagamos de nuestros bolsillos.

Todavía con los turrones en la mesa, el director en funciones de la Radiotelevisión Canaria (RTVC), Guillermo García, hacía balance del año 2012 en dos periódicos locales: “Con los últimos datos de audiencia, los ciudadanos canarios han dejado claro que para informarse, formarse y entretenerse, su medio de referencia es la RTVC”. Las palabras del cuestionado García no son fruto de la casualidad, sino resultado de un debate social abierto que cuestiona el actual modelo del ente público.

La gestión de la televisión de todos los canarios, de la que supuestamente están envidiosas otras comunidades, no deja de ser el espejo de la improvisación y el contenido fácil. El año 2012, de hecho, sólo ha servido para ahondar en la herida de una empresa pública cubierta por el manto de la sospecha. El último informe de la Audiencia de Cuentas no ha hecho más que levantar una alfombra de la que muchos llevan años tirando y que ahora pone en tela de juicio la manera en la que se ha gestionado el dinero. Contratos millonarios bajo la lupa de la justicia que sólo auguran una larga y tediosa batalla en los tribunales para alcanzar, tal vez demasiado tarde, la verdad de lo ocurrido. Pero lo peor no es eso. En el camino, decenas de trabajadores del ente, así como de la empresa que se nutre de una jugosa adjudicación de contenidos (Videoreport Canarias), se han quedado en la calle víctimas de una supuesta austeridad que, como siempre, pagan los bolsillos más débiles. Más precariedad, menos oferta (el segundo canal se quedó en negro este año) y censura, un término que no gusta por lo que significa. Es lo que tienen las palabras. Si los recortes son ajustes, censurar un programa de la parrilla por ir contra intereses políticos es “eliminar un contenido inapropiado que atenta contra la línea editorial establecida y pactada”. Una defensa que suena a chiste, curiosa forma de despachar el ingenioso sketch de los humoristas de Abubukaka. El vídeo tenía a finales de 2012 más de 26.500 visitas en Youtube.

Si mal están las cosas en el sector público, nada halagüeño es el futuro de las televisiones privadas. En el arco nacional, el abanico de cadenas que conviven en la TDT se agruparon en 2012 bajo el amparo de los dos grandes titanes: Mediaset España y Grupo Antena 3. Fusiones sustentadas en una legislación que, junto al apagón analógico, han destruido cientos de puestos de trabajo y no han supuesto un aumento de la calidad en los contenidos. En Canarias, Mediaset no ofrece oferta propia, no crea empleo, pero compite por la publicidad con los medios locales a través de sus desconexiones. Antena 3, por su parte, ha desmantelado su delegación en la provincia tinerfeña y ofrece una pobre oferta regional que deja su presencia en el Archipiélago al borde de la desaparición.

Salto al vacío

La precariedad laboral de los medios televisivos, que cada día intentan hacer más con menos, recuerda al salto al vacío del austríaco Felix Baumgartner. La imagen orquestada por Red Bull mostró el pasado mes de octubre el descenso de un hombre desde más de 39 kilómetros de altura. Cerca de cinco millones y medio de personas vieron la escena en España, una pequeña parte de toda la audiencia mundial que contempló el acontecimiento a través de 150 cadenas televisivas. Las empresas de comunicación están, como Baumgartner durante algo más de ocho minutos, en caída libre. En el caso del intrépido austríaco, la física afirmaba que en algún momento tocaría tierra, pero la pregunta era en qué condiciones. Los medios también saben que su declive tendrá un final, pero de momento están en esa fase en la que el saltador no paraba de dar vueltas y parecía que la historia sólo podía tener un desenlace trágico.

Esa inercia negativa se refleja también con nitidez en el mapa de las televisiones locales del Archipiélago. La explosión que llenó la parrilla canaria a finales de los noventa y principios de siglo, y que se tradujo en la aparición de decenas de cadenas de cuño cercano, ha dado paso a un panorama desolador. La mayoría de los canales ha pulsado el botón rojo del mando o se ha entregado a los contenidos enlatados que producen empresas audiovisuales de América Latina. La coyuntura económica actual, y las exigencias del apagón analógico, asfixian las escasas posibilidades de financiación.

Los que sobreviven (en Tenerife podríamos dejarlo en El Día TV, Canal 4 y Mírame TV) lo hacen bajo el paraguas de la precariedad. Sobre ellos también llueve la incertidumbre de un concurso de licencias de TDT que el Tribunal Supremo ha dejado, ya de forma tajante en 2012, a la altura de la chapuza administrativa. La pelota cae ahora en el tejado del Gobierno de Canarias, que debe retrotraer las adjudicaciones por haber seguido la Mesa de Contratación al pie de la letra un informe encargado a una empresa externa. Mientras los empresarios del sector aguardan expectantes los pasos del Ejecutivo, no dejan de preguntarse hasta cuándo aguantará el paraguas.

Llegados a este punto, cuesta plantearse cómo llevar a las televisiones por la dirección correcta. Las nuevas tecnologías y las redes globales abren un abanico lleno de oportunidades, pero los medios no terminan de subirse a un tren que tampoco sabe dónde está su última estación. Sin rumbo fijo, y con el evidente fracaso del modelo actual, la televisión arrastra al vacío a cientos de profesionales cualificados. Tal vez, la solución la tengan Sandro Rey y el resto de videntes que llenan de falsas esperanzas las noches de una sociedad herida por la crisis. Hasta que demos con la respuesta, Core y sus compañeros de Gandía Shore seguirán apretando la gallina de los huevos de oro que les hemos regalado.

Facebook
Twitter
LinkedIn
COrreo-e
Imprimir

Patrocinadores

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad