Humberto, el huracán que nunca llegó

La meteorología no es una ciencia exacta. Una predicción contiene términos de probabilidad desconocidos por la mayoría de la población. Los avisos de nivel amarillo, naranja o rojo emitidos por la Agencia Estatal de Meteorología ante fenómenos meteorológicos adversos siempre llevan asociado un término de probabilidad de ocurrencia al que, me temo, poca gente presta atención. Y a veces se desatan alarmas innecesarias.

Los profesionales de la meteorología y los comunicadores de la misma utilizamos un lenguaje establecido con términos específicos de probabilidad poco conocidos por el público pero muy utilizados. Un ejemplo de este lenguaje, usado en todas las predicciones del tiempo, es la regla de la probabilidad. Estamos acostumbrados a oír o leer términos como “podría llover”, “probablemente lloverá” o “muy probablemente lloverá”. Son expresiones que llevan asociadas una probabilidad de ocurrencia que explica, en muchas ocasiones, por qué no llueve como esperábamos o “como dijo el hombre o la mujer del tiempo”.

La regla de probabilidad utilizada en el lenguaje meteorológico, común para todos los fenómenos (lluvia, viento, nieve, temperatura, etcétera), indica:

— No se nombra el fenómeno si la probabilidad de que ocurra es menor del 10 por ciento.

— Se utiliza el término posibilidad o posible si la probabilidad de que ocurra está entre el 10 y el 40 por ciento.

— Se utiliza el término probable si la probabilidad de que ocurra está entre el 40 y el 70 por ciento.

—Se utiliza el término muy probable o se nombra directamente el fenómeno si la probabilidad es mayor del 70 por ciento.

Divulgar el lenguaje meteorológico es trabajo de los comunicadores de meteorología y difícilmente encontraremos a un profesional que ante un fenómeno meteorológico adverso alarme innecesariamente a la población. Sabemos que el tiempo es tema de conversación diario y más cuando se espera mal tiempo, sobre todo en un territorio como el canario, que se ha visto afectado en los últimos años por numerosos episodios de tiempo severo. Ahora bien, los medios de comunicación deberían informar con rigor, no especular con la predicción meteorológica, asesorarse con profesionales y expertos reales en meteorología… y no alarmar innecesariamente cuando se esperan o hay situaciones que pueden ser, o no, potencialmente peligrosas para la población.

Una alarma innecesaria

Un ejemplo de alarma y revuelo innecesario lo sufrimos durante las primeras semanas de septiembre de 2013, cuando se forma el huracán Humberto a más de dos mil kilómetros al suroeste de la isla del Hierro y a unos 700 kilómetros al oeste-noroeste de Praia, la capital de Cabo Verde. En ningún momento, durante los 11 días de vida del ciclón tropical Humberto, las trayectorias previstas para su desplazamiento y su desplazamiento real, lo acercaban a Canarias. La probabilidad de un cambio de trayectoria sobre las previstas que lo acercara hasta nosotros era mucho menor del 10%.

Aunque se hubiera producido un cambio en la dirección de desplazamiento y Humberto hubiera pasado cerca o sobre nuestras islas, las autoridades competentes habrían tenido tiempo para alertar a la población y para activar las medidas de protección civil necesarias para intentar mitigar sus efectos. Ahora bien, a pesar de la información oficial suministrada por el Centro Nacional de Huracanes y la Agencia Estatal de Meteorología, durante los días 11, 12 y 13 de septiembre, en la calle, en bares, en supermercados, etc. sólo se hablaba de que un huracán iba a pasar por el Archipiélago.

La mala interpretación de la información meteorológica oficial, la gran cantidad de información y predicciones meteorológicas de fuentes fiables y no fiables que circulan por Internet, así como algunos titulares sensacionalistas en medios de comunicación durante esos días crearon alarma y una inquietud innecesaria entre la población. El huracán Humberto, desde el punto de vista meteorológico sólo aportó a Canarias varios días de aire cálido, mar de fondo de componente sur, nubosidad de tipo medio y alto de origen tropical, y chubascos dispersos en todas las isla entre el 12 y el 13 septiembre, de mucha menor entidad a lo que apuntaban algunos modelos de predicción meteorológica. Al final, las precipitaciones más copiosas, apenas dejaron unos 6 litros por metro cuadrado en Gran Canarias y en Fuerteventura.

Fenómenos adversos

Durante el año 2013, la mayor parte de los avisos emitidos por la Agencia Estatal de Meteorología para el Archipiélago estuvieron relacionados con fenómenos costeros, con el mal estado de la mar. También sufrimos algunos episodios de calor, aunque muchos menos que durante el 2012, y varios temporales de vientos fuertes, lluvias y tormentas. El primer episodio de tiempo severo de 2013 llega a principios del mes de marzo. Entre los días 3 y 4 se produce un temporal de viento con rachas huracanadas que llega acompañados de chubascos generalizados y tormentas. Las rachas de viento más importante alcanzaron los 176 km/h en Izaña en Tenerife y los 154 km/h en el pueblo de San Andrés, en Valverde, en el resto de las islas oscilaron entre 90 y 130 km/h. La cantidad de lluvia total recogida a lo largo del episodio de mal tiempo fue importante pero no extraordinaria, ahora bien, en La Palma, en Gran Canaria, en Lanzarote y en Fuerteventura, los chubascos alcanzaron intensidades torrenciales.

Los episodios de calor, seis durante 2013, comienzan a mediados del mes de abril y finalizan en septiembre. De todos ellos sólo el de abril, entre los días 17 y 26, cumple los requisitos para ser considerado ola de calor; y ha sido la ola de calor más temprana que se produce en Canarias desde que se tienen registros. Aunque en diciembre llegan los 30 días más interesantes y entretenidos del año para los amantes de la meteorología. Se producen cinco temporales importantes, tres de lluvia con tormentas y dos de viento. Diciembre empezó con lluvias y el día 2 fueron fuertes y por momentos torrenciales: en menos de 24 horas cayeron 200 litros por metro cuadrado de agua en el Hierro y más de 100 en La Palma, La Gomera y Tenerife. Las precipitaciones producen inundaciones y considerables daños materiales en El Hierro y Tenerife.

La cara amable del temporal: la nieve en las cumbres del Teide. Poco después, los días 6 y 7, varias líneas de inestabilidad convectiva generan tormentas sobre el Archipiélago. Las más fuertes y con abundante actividad eléctrica (rayos, relámpagos y truenos) acompañadas de chubascos torrenciales afectan la tarde-noche del día 6 a Tenerife, a los municipios del Valle de Güímar, a Candelaria, a El Rosario, a La Laguna y a la zona de Anaga en Santa Cruz de Tenerife. El viento azota con fuerza las islas del 9 al 11 de diciembre y, tras dos días de tregua, reaparece el día 14. Al viento, los días 10, 11 y 12, se sumó el tercer temporal de lluvia del mes. Las precipitaciones volvieron a ser generalizadas, torrenciales y de tipo tormentoso en las Islas Occidentales, y en forma de nieve en las cumbres de La Palma y de Tenerife. Antes de despedir el año, un frente frío vuelve a dejar lluvias y rachas de viento fuertes los días 28 y 29.

La sucesión de temporales en diciembre, el gran número de avisos por fenómenos meteorológicos adversos de la Agencia Estatal de Meteorología y las distintas declaraciones de Alerta y Alerta Máxima por parte la Dirección General de Seguridad y Emergencias del Gobierno de Canarias, dispararon la imaginación de muchas personas. Durante los temporales fueron innumerables las bromas de tipo meteorológico que se difundieron a través de las redes sociales. Una de mis preferidas rezaba Última hora: dimite la Virgen de la Cueva. “Esto se me ha ido de las manos”, ha declarado. Mejor tomarse estas cosas con humor.

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