Investigación básica y aplicada en las Islas

La ciencia y su importancia para la sociedad no siempre se transmite adecuadamente tanto en nuestro entorno como en nuestro país. Gran parte de culpa la tenemos los propios científicos, que no apostamos de la manera más adecuada y efectiva por la divulgación científica cuando el desarrollo científico es un parámetro que está directamente vinculado al avance, al éxito y la riqueza de un país.

Los países punteros en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), son a su vez los países más ricos y adelantados y los que mejor han resistido la reciente crisis global. Como muchos consideran, no es a la inversa —por ser rico invierto en I+D+i—, sino que me enriquezco por practicar esta apuesta. Incluso aquellos países que han modificado su desarrollo estratégico apostando por la I+D, ahora ocupan puestos elevados en el ranking de países. Son, por ejemplo, los casos de Singapur o Finlandia. Un claro objetivo sería eliminar el tópico: “¡Qué investiguen otros!”.

“Invertir en investigación e innovación significa crecimiento y empleo”, como afirmaba Máire Geoghegan-Quinn (comisaria europea de Investigación, Innovación y Ciencia)con motivo de la presentación del programa Horizonte 2020 en España. Si no hay innovación, no hay futuro. En Europa lo tienen claro y ahora se trata de trasladar esa filosofía a nuestro entorno y considerarlo como una prioridad política, apuesta real de futuro y una forma de crear diversidad en la actividad económica y empresarial con la creación de empresas de base tecnológica y su apuesta por el conocimiento.

A menudo y equivocadamente se confunde la I+D como algo a desarrollar por el sector público en sus centros de investigación, universidades, etc. La I+D+i se tiene que incorporar y desarrollar mayoritariamente en y por las empresas, para así alcanzar el éxito de los otros países. La apuesta por la innovación es un parámetro básico para la competitividad empresarial. Esta es la gran asignatura pendiente. Para ello, desde las Administraciones Públicas se deben ofrecer atractivos apoyos a la investigación, al desarrollo tecnológico y a la innovación, pero éstos aún no son óptimos. Además, se debe conseguir que el empresariado adopte esta filosofía para mejorar su productividad y competitividad.

Asimismo, se espera y desea que la investigación realizada por el sector público llegue a la empresa con la participación de sus oficinas de transferencia de resultados de investigación (OTRIs), pero salvo honrosas excepciones esta sigue siendo una gran asignatura pendiente. Actualmente, como afirma Pedro Luis Uriarte, fundador de Innobasque, “las universidades españolas no están preparadas ni estructuradas para jugar un papel protagonista en el mundo de la innovación”. A pesar de ello, éstas culminan interesantes investigaciones y estudios con un gran atractivo de explotación, pero que con frecuencia no se logra alcanzar por su aislamiento con el mundo empresarial, con el mundo real. Para superar esta asignatura pendiente, las universidades deberían trabajar más conjuntamente con el sector empresarial para favorecer y conseguir esa transferencia de innovación, lo que se traduciría en más proyectos emprendedores de éxito y una economía más productiva.

Definición y realidad

En cuanto a la investigación básica y aplicada, para su rápida comprensión creo adecuado definir y encuadrar a cada una de ellas, para posteriormente presentar su realidad para nuestro entorno. La investigación básica es aquella impulsada por la curiosidad o el interés de un científico en resolver una pregunta científica. La motivación principal es ampliar el conocimiento, no para crear o inventar algo, sino para conocer y adquirir conocimiento. En principio, no hay ningún valor comercial evidente en los descubrimientos que se derivan de la investigación básica, aunque tras ésta, también se puede conseguir su aplicabilidad y explotación comercial. Con la investigación básica conseguimos respuestas a preguntas como por ejemplo:

—¿Cómo empezó el universo y la formación y muerte de las estrellas? 

—¿Cómo se reproducen los hongos? 

—¿Cuál es el código genético específico de la mosca de la fruta?

—¿Qué genes participan en un determinado proceso natural o patológico?

La mayoría de los científicos coinciden en que se necesita un conocimiento básico y fundamental de todas las ramas de la ciencia para que el progreso tenga lugar. En otras palabras, la investigación básica, establece las bases para la ciencia aplicada que le sigue. Una vez llevada a cabo la investigación básica, a continuación se pueden crear empresas nuevas que exploten resultados de investigación. Por otro lado, la gente no puede prever el futuro lo suficientemente bien como para predecir lo que va a desarrollarse a partir de la investigación básica, pero tampoco es acertado practicar solo investigación aplicada.

Por otro lado, la investigación aplicada es aquella que se ha diseñado para resolver problemas prácticos del mundo moderno, en vez de adquirir conocimiento por el mero conocimiento. Se podría decir, que el objetivo del científico aplicado es el de mejorar la condición humana o de su medioambiente. Por ejemplo, esta investigación respondería a preguntas tales como:

—¿Cómo mejorar la producción de los cultivos agrícolas?

—¿Cómo tratar o curar una enfermedad específica?

—¿Cómo mejorar la eficiencia energética de hogares, oficinas, transporte?

—¿Cómo optimizar y controlar los parámetros de un determinado proceso?

También, y en modo coloquial, podríamos definir a la investigación aplicada como aquella investigación básica a la que se le ha buscado una explotación. Queriendo indicar que no pueden o deben entenderse como entes individuales, ya que ambas se retroalimentan. Actualmente, algunos científicos, pero sobre todo políticos que marcan las prioridades en inversión pública, creen que ha llegado el momento de un cambio en el énfasis de la investigación puramente básica y dirigirse hacia la investigación aplicada. Esta tendencia se entiende necesaria por los problemas derivados de la superpoblación mundial, la contaminación y el uso excesivo de los recursos naturales de la tierra, pero no es acertado ignorar totalmente la importancia de la investigación básica.

En cuanto a Canarias, el sector público cuenta con un nutrido número de centros de investigación y dos universidades, de los que se espera que consigan una producción científica atractiva en relación a su personal, así como resultados explotables. Para poder presentar la realidad de la I+D en Canarias se asumen y se consideran los posibles errores y/o limitaciones que la selección de parámetros puedan originar por las propias restricciones de espacio de este artículo. Así, para el caso de la investigación básica, se han tomado como parámetros el número de publicaciones científicas y tesis doctorales conseguidas en 2013, y para el caso de la investigación aplicada, ésta se resume mostrando el número de patentes que se han registrado y/o tramitado, y para el caso del sector empresarial, además de las patentes, también se incluye el número de modelos de utilidad (Ver cuadro adjunto).

Los datos muestran claramente que se tiende más a realizar investigación básica que aplicada, siendo los ratios de publicaciones en relación al número de investigadores claramente mejorables para la mayoría de los centros. Cuando se hacen comparaciones a nivel nacional, Canarias se sitúa más abajo de la mitad de la tabla, lo que indica un margen de mejora importante. Adicionalmente, se consigue un número de doctores de aproximadamente 250 al año.

En cuanto a la investigación aplicada, el número de patentes conseguido por los centros públicos de investigación es muy reducido, lo que indica que no se apuesta realmente por la investigación aplicada, ni la explotación de resultados de investigación. Similar a la tendencia a nivel nacional. Una vez más, los datos indican la necesidad de cambio, llevar a cabo una apuesta real por una I+D más competitiva, explotable y vinculada al sector empresarial, como elemento para la mejora de la actividad comercial y aumento de la economía.

Por otro lado, el sector empresarial, contrariamente, es más productivo: consigue 34 patentes y 27 modelos de utilidad. Los datos indican que las empresas canarias se involucren más en I+D aplicada que los centro públicos de investigación. No obstante, es conocida la baja implicación de la mayoría de las empresas en I+D propia, lo que también demuestra un claro horizonte de mejora para acercarse a las cifras que alcanzan muchas de las empresas en otros países de nuestro entorno.

A la vista de estos datos, debería replantearse cómo mejorar las políticas de I+D+i para dirigir efectivamente la investigación a su aplicación en el tejido productivo para conquistar más rendimiento al esfuerzo investigador y de inversión. Por otro lado, Canarias tiene todas las características para llevar a cabo una apuesta por el establecimiento y estímulo a la creación de empresas de base tecnológica (EBT) y por una economía basada en el conocimiento. Éstas se basan en el dominio intensivo del conocimiento, la explotación de resultados de investigación, requieren un personal altamente cualificado y demandan muy poco suelo, ideal para nuestro territorio. Asimismo, poseemos un altísimo potencial biotecnológico. Hay que recordar nuestra rica biodiversidad largamente inexplorada (unas 25 mil especies, de las que entre el 35 y el 38% son endémicas). Las EBT y la biotecnología presentan una productividad que sigue en exponencial aumento a pesar de los periodos de crisis, para lo que sólo habría que repasar los datos económicos del impacto de la biotecnología en la economía mundial.

Poseemos todos los ingredientes y sólo faltaría reconducir la I+D+i, los recursos, las políticas y nuevas apuestas en el sector empresarial, crear vínculos entre los centros de investigación públicos con la red empresarial, para de esta forma situar a Canarias en el lugar que puede alcanzar e identificarse como referente nacional e internacional de nuevas políticas de desarrollo y economía.

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