Repasando para una minisección publicada el último verano las páginas de Canarias7 en sus tres décadas de historia, se podía comprobar a la perfección cómo había cambiado la profesión, los modos y maneras de enfocar las noticias… Por contra, el oficio seguía siendo el mismo e incluso había noticias que eran como el río Guadiana: aparecían un año, huían una temporada y volvían más tarde a hacer acto de presencia.
Las noticias Guadiana son una tradición del periodismo. Aparecen y reaparecen como si una suerte de maldición hiciera que se repitieran sistemáticamente. Y es que los treinta años ya cumplidos por Canarias7 —el primer número a la venta salió el 2 de octubre de 1982— abarcan un periodo especialmente intenso en el mundo de la comunicación en España y en Canarias. Nació el periódico coincidiendo con la consolidación de la Transición, cuando fenecían cabeceras vinculadas a la dictadura franquista y emergían con fuerza otras que llevaban en su ADN empresarial y profesional el gen de la democracia.
El periódico creció entonces de la mano de una Canarias autonómica que iba escribiendo su propia historia —muchas veces, a fuerza de trompicones y superando zancadillas de propios y extraños—, y en los últimos años ha asistido a la revolución de un sector que nunca volverá a ser lo que era. Sobre esto último, hay quien se ha instalado en el pesimismo y da por muerto el periodismo. Es más, antes del funeral se ha lanzado a los cuatro vientos que el viejo oficio ha sido sustituido por uno nuevo: el llamado periodismo ciudadano, ese que se supone que nace de las posibilidades que ofrece la tecnología, donde teóricamente cualquiera puede comunicar lo que le apetezca y garantizar que su público potencial sea mundial. Y efectivamente así es gracias a Internet, pero está por demostrar que eso sea periodismo.
Sí es un fenómeno de la comunicación, pero también está científicamente demostrado que cuanta mayor es la posibilidad de recibir inputs comunicativos, más desinformada puede estar la persona. Así, frente a esa hiperinformación, al periodista le toca seleccionar aquella que más se ajusta el interés general y ofrecerlo de manera atractiva para su público. Dicho así puede sonar hasta fácil, pero lo cierto es que casi nadie ha dado con la fórmula magistral, una frustración que explica en gran medida la gran paradoja de este confuso momento que nos toca vivir: el consumo de información es mayor que nunca y el negocio de la información es menor que nunca.
Así las cosas, ¿tiene futuro un periódico local como Canarias7? La realidad confirma que lo tiene y mucho. La dimensión local sigue siendo el principal activo del medio de comunicación, pero esa misma tecnología hace que se amplíe el público -ya no hace falta estar en Canarias para saber lo que pasa aquí- y que se pueda atender también lo que interesa a quienes no son de esta tierra y entran directamente o a través de los potentes buscadores a rastrear aquellas noticias que se ajustan a sus preferencias. Habrá, por supuesto, que cambiar muchas cosas, pero nadie dijo que sería fácil, como tampoco nadie dijo que sería imposible. Después de todo, si elevamos un poco la mirada y cogemos la perspectiva del tiempo, ningún nuevo soporte de comunicación aniquiló por completo a los precedentes.
O sea, que hay público para el papel, lo hay para la web, lo hay para la telefonía y lo habrá seguramente para cuantos medios puedan surgir, y tal como progresa la tecnología, mañana mismo habrá otro nuevo en circulación. Y seguro que cuando ese tránsito del tiempo sea todavía mayor, llegará algún sesudo estudio o alguna tesis doctoral que concluya que no tenía sentido el pesimismo reinante, pues el periodismo continuó siendo el mismo aunque cambiaban los mecanismos: la gente seguía buscando a alguien que le contase lo que pasaba, por qué sucedían las cosas y qué consecuencias tendría lo que pasaba en sus vidas particulares. Todo ello con nombres y apellidos, sin falsas suposiciones, sin intereses ocultos y con la valentía precisa para, respetando a los demás, hacer valer la verdad. Así fue desde el principio de los tiempos del periodismo y así algunos seguimos pensando que será.
Hay quien dice que todo lo anterior no es más que una cuestión de romanticismo; otros, sin embargo, pensamos que es pieza clave para que el sistema de libertades se mantenga en pie.